El barro y la lluvia empeoran la situación de los refugiados Rohingya
El barro y la lluvia empeoran la situación de los refugiados Rohingya
CAMPAMENTO DE REFUGIADOS KUTUPALONG, Bangladesh – Cuando su aldea en Myanmar fue incendiada, Rabeya Khattm reunió a sus seis hijos y huyó bajo las lluvias del monzón.
Empapados frecuentemente durante el viaje de ocho días a través de caminos accidentados para llegar a Bangladesh, dos de sus hijos han caído enfermos y tienen escalofríos.
Ahora por fin está a cubierta bajo una lona impermeable de ACNUR con sus hijos alrededor, envueltos en una sábana de plástico, y su bebé enfermo abrigado con un retal de tela y apoyado en su regazo.
"La lluvia ya no puede atacarme."
"Ayer llovió durante todo el día y no pudimos dormir. Pero ahora, la lluvia ya no puede atacarme", dice.
Una cantidad estimada de 421.000 Rohingya – una minoría musulmana sin estado en Myanmar – ha llegado a Bangladesh desde que estallase el último ataque de violencia el día 25 del pasado Agosto.
Rabeya es una más entre los miles de niños, mujeres y hombres que se encuentran en este asentamiento informal fuera del campamento de refugiados Kutupalong, y que ahora se benefician de la ayuda de ACNUR.
El personal de la Agencia de la ONU para los Refugiados ha proporcionado unas 150 tiendas de campaña a los refugiados recién llegados y aún cuenta con 6.000 más, que llegarán en los próximos días, dice Franklin Golay, miembro del personal en el terreno de ACNUR y parte del equipo que provee agua, letrinas y tiendas en la zona.
ACNUR también está proporcionando lonas impermeables a los refugiados en el asentamiento, que se extienden sobre el terreno accidentado, empapado por las lluvias estacionales. En los caminos, el barro llega a la altura de los tobillos.
"El albergue es clave, ya que aún tenemos a un montón de personas durmiendo a lo largo de las carreteras sin nada", dice Golay, que estima que la población del asentamiento informal está compuesta por 15.000 personas y crece a diario.
"El agua y el saneamiento son también cuestiones fundamentales, ya que la defecación es al aire libre, y la gente bebe agua de fuentes insalubres", añade.
Si bien ahora Rabeya y sus hijos están recibiendo ayuda, muchos todavía están expuestos a cielo descubierto y están luchando. Entre ellos se encuentra Khadija, de 65 años, que huyó de Myanmar después de que los atacantes incendiasen su aldea y la quemasen hasta los cimientos.
Exhausta tras un viaje a pie de una semana de duración, se encuentra desplomada en el suelo. Sus dientes están manchados de rojo por masticar nueces de betel para mantener el hambre a raya.
"Estoy cada vez más débil", dice. Cuando se le preguntó qué necesitaba, respondió "Albergue, comida, agua y medicina".
Con ella está Amina Khadun. Se sujeta un brazo que se fracturó durante el ataque a su aldea.
Sin tratamiento ni cura, éste cuelga en un de forma antinatural.
"Necesito ayuda" dice. "No tengo albergue, no tengo nada que comer. No tengo nada".
Su Apoyo es urgente y necesario para ayudar a los niños, mujeres y hombres refugiados en Bangladesh. Por favor, done ahora.
Por Tim Gaynor
Gracias a la Voluntaria en Línea Paula Babot por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.