Para los adolescentes congoleños, el matrimonio precoz parece la única opción
Boniface, de 18 años, toma la mano de su nueva esposa de 16 años, Anuarite. La joven pareja congoleña aguarda el nacimiento de su primer hijo en siete meses, pero están preocupados, porque no saben cómo van a poder mantener a su bebé.
“La vida me ha robado mi niñez, yo no debería estar casado aún”, dice Boniface, quien huyó de su aldea y encontró la seguridad en la capital de la provincia de Tanganyika. “Me siento como un adulto ahora que soy el esposo de alguien. Mi mente está centrada en poder mantener a mi familia. No puedo quedarme sentado y jugar como un niño. Solo puedo pensar en el dinero”.
Como tantos otros adolescentes aquí, Anuarite y Boniface dicen que casarse parecía ser la única opción para asegurar su supervivencia.
“La vida está llena de obstáculos. Especialmente conseguir comida”, explica Anuarite. “Yo no apoyo el matrimonio precoz. Si puedo, voy a asegurarme de que mis hijos no se tengan que casar tan jóvenes”.
Después de años de luchas étnicas en la provincia de Tanganyika, cientos de miles de personas se han tenido que desplazar, principalmente niños y niñas. Al verse enfrentadas con la pobreza extrema, el hambre y las enfermedades, cientos de familias están empujando a sus hijos a casarse jóvenes, con la esperanza de aliviar a corto plazo la carga económica. Sin embargo, estas uniones forzadas a menudo perpetúan el ciclo de pobreza para las siguientes generaciones.
ACNUR está sensibilizando sobre los riesgos asociados con el matrimonio precoz, tales como los embarazos tempranos, no deseados y a menudo peligrosos que se dan entre los menores, así como las limitadas oportunidades educativas, especialmente en el caso de las niñas.