ACNUR apoya a las personas que retornan a Venezuela
ACNUR apoya a las personas que retornan a Venezuela
Servicios de calidad para las personas retornadas: acceso a la educación y promoción de la coexistencia pacífica
Kismayu vive con sus 8 hijos en la emblemática comunidad de El Tanque, en Petare, una de las áreas más pobladas de la Gran Caracas. Esta madre soltera de 37 años es un ejemplo de fuerza y perseverancia. Para sacar adelante a su numerosa familia, trabajó durante años como empleada doméstica, integrando sus modestos ingresos con la venta de ropa y comida en su comunidad.
En 2018, ante la desafiante situación socioeconómica en el país, Kismayu tomó la decisión de buscar oportunidades de empleo en la ciudad de Cartagena, en Colombia, donde se mudó con tres de sus hijos. Sin embargo, su plan inicial de reunir lo suficiente para mantenerse junto a sus hijos y enviar algo de dinero a los que permanecían en Venezuela se vio pronto frustrado.
Pese a los múltiples intentos de encontrar un empleo formal, Kismayu solo logró encontrar unas pocas horas de limpieza en la casa de una señora que conocían su mamá y sus hermanas, quienes habían migrado a Colombia un par de años antes.
“Allá la cosa es más dura, hay que pagar que si el alquiler (que es muy caro) y los servicios también. Aquí es otra cosa. Por más que sea, yo aquí no pago alquiler. Yo intenté buscar trabajo en otras casas de familia y no encontré. Así que, cuando yo me vi que la cosa no me daba para ayudar a mis hijos acá en Venezuela, yo agarré y me vine. Ya la distancia con mis hijos era dura. Yo no me adapté y cuando llegué aquí a mi comunidad a reencontrarme con mis hijos, yo sentí un respiro bien sabroso”, cuenta Kismayu.
Kismayu retornó a Venezuela a principios de 2020 y actualmente, se encuentra trabajando en lo que más le apasiona: la cocina. Forma parte del equipo de cocineros de un conocido restaurante de comida marroquí en el sureste de Caracas. Está muy orgullosa de haber aprendido a preparar platos propios de la gastronomía de Marruecos y siente la satisfacción de estar generando un ingreso que es suficiente para cubrir sus necesidades básicas.
Asimismo, tiene la tranquilidad de saber que todos sus hijos en edad escolar asisten al colegio. Dos de ellos son alumnos de la escuela Francisco Espejo, en Barrio Bolívar, y su hija menor, de apenas 3 años, del centro comunitario El Colibrí ubicado en la comunidad de Antonio José de Sucre. Ambos centros se encuentran en Petare y fueron reformados con el apoyo de ACNUR y sus socios Fundación Vivienda Popular y Fundación Luz y Vida, lo que contribuyó a un aumento de las inscripciones.
La niñez local, refugiada y retornada que asiste al centro El Colibrí puede contar con un servicio de apoyo educativo para la inserción de niños y niñas en edad preescolar que viven en hogares encabezados por mujeres en situación de vulnerabilidad y con un ‘Aula Comunitaria de Nivelación”, donde niños y niñas que se encuentran fuera del sistema escolar formal reciben clases preparatorias para su reinserción en el sistema educativo nacional, una herramienta muy útil para los niños y niñas que retornan al país y que han vivido períodos prolongados de ausentismo escolar. En el centro se desarrolla también un ‘programa de Coexistencia Pacífica’ para que los niños, niñas y adolescentes que retornaron a Venezuela puedan reintegrarse de una manera efectiva a sus comunidades y se ofrecen servicios de atención psicosocial para la niñez retornada y sus familias, abordando su proceso de reintegración de una manera integral.
“Cuando llegué aquí a mi comunidad a reencontrarme con mis hijos, yo sentí un respiro bien sabroso”.
Medios de vida para las personas que retornan a Venezuela: capacitaciones en oficios en La Machirí, Táchira
Hace tres años, Yurley, una mujer cabeza de familia de 34 años, y su hijo Yurneiker, de 4, dejaron su casa en La Machirí, Táchira y se mudaron para la ciudad de Medellín, en Colombia. Ante la difícil situación económica en el país, Yurley buscaba oportunidades de empleo que le permitieran cubrir las necesidades básicas de su hijo, pero no estaba preparada para la dura realidad a la que se tuvo que enfrentar.
“Siempre fue muy duro, siempre fue pesado… hubo cosas muy duras. Me tocó trabajar en las calles, vendiendo café. Una vez logré emplearme formalmente en una empresa, pero los turnos eran en la noche y no tenía quién me cuidara a mi hijo, que estaba pequeñito. Yo encima tenía que pagar arriendo, demasiado caro. Me tocaba trabajar mucho y no me alcanzaba”, recuerda Yurley.
Durante tres años, la vida de Yurley transcurrió entre la angustia de no tener quien le cuidara a su hijo mientras ella trabajaba, la nostalgia de estar lejos de sus familiares y amigos y la estrechez económica de una remuneración que no le daba para vivir, hasta que, a inicios de 2023, Yurley tomó la decisión de retornar a Venezuela:
“Yo regresé para acá en marzo. Me tocó irme a vivir a casa de mi mamá, porque mi casa no estaba habilitada. Y aunque eso también fue duro, ahora todo es más fácil, porque estoy con mi familia. Estoy muy bien aquí, porque mi familia me ha ayudado mucho y hay organizaciones que me han ayudado también, como ACNUR”, comenta Yurley.
Yurley regresó a Venezuela con muchas ganas de emprender para sacar adelante a su hijo y apoyar a su familia. Con el objetivo de aprender nuevos oficios, se integró a las actividades que se llevan a cabo en el centro comunitario de La Machirí, donde ACNUR, en conjunto con instituciones públicas, la Organización Internacional para las Migraciones y diversas ONG, está desarrollando programas de capacitación en medios de vida para la población local, las personas refugiadas que residen en la comunidad y las personas que retornan a Venezuela.
Entre las capacitaciones que se ofrecen en este programa se encuentran cursos de panadería y repostería, reparación de motocicletas, y peluquería, el oficio en que se ha capacitado Yurley. Hasta el momento, 35 personas se han beneficiado de estos talleres, adquiriendo herramientas para trabajar y generar ingresos.
“Volver a estar nuevamente con tu familia es una felicidad inmensa. Más allá de cualquier dificultad o emoción, les digo que de verdad estar en la tierra de uno, es siempre más seguro”, confiesa Yurley.
“Siempre fue muy duro, siempre fue pesado… hubo cosas muy duras”.
La escuela de oficios en La Machirí, Táchira, y el Aula Comunitaria de Nivelación y el programa de coexistencia pacífica en El Colibrí, Petare, son algunas de las acciones que ACNUR desarrolla en el país con el fin de brindar a las personas que retornan a Venezuela servicios y oportunidades que les permitan reintegrarse a sus comunidades y empezar una nueva vida de regreso a su país.
ACNUR seguirá trabajando para promover la coexistencia pacífica y la integración entre las personas refugiadas, la población local y las personas que retornan a Venezuela.