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Educación robada: la juventud de Sudán sin esperanza de un futuro

Historias

Educación robada: la juventud de Sudán sin esperanza de un futuro

Toda una generación se enfrenta a un futuro sombrío, ya que la constante violencia en Sudán interrumpe la educación de millones de personas.
14 Agosto 2024 Disponible también en:
Un joven sostiene algunos documentos en una habitación abarrotada

Ibrahim Abdulrahman en el aula que comparte con decenas de familias desplazadas en Kosti, en el estado sudanés del Nilo.

Cuando se anunció en la radio nacional el nombre de Ibrahim Abdulrahman como el estudiante con mejores resultados en los exámenes de bachillerato del país en 2020, su logro fue celebrado por todos en su pequeña aldea montañosa de Al-Dambaire, en el estado sudanés de Kordofán del Norte.

“Mis amigos no podían creer la noticia”, cuenta Ibrahim. “Corrí a ver a mis padres y les dije que había obtenido la puntuación más alta de Sudán”.

Describió el exuberante ambiente que reinaba en el pueblo cuando los líderes locales, incluidos funcionarios del gobierno, visitaron su escuela al día siguiente para felicitarle.

“Fue un momento muy feliz para mí”, recuerda.

Sueños en pausa

Al conocer la noticia, Ibrahim supo exactamente qué quería hacer a continuación. Al siguiente año, se matriculó en la Universidad de Jartum para estudiar agricultura y perseguir su sueño a largo plazo de convertirse en Ministro de Agricultura del país.

Este sueño se vio abruptamente truncado apenas dos años después, cuando estallaron feroces combates en la capital, Jartum.

“Esperábamos que la situación mejorara para poder seguir trabajando y estudiando”, explica Ibrahim. “Pero día tras día los combates empeoraban. Al cabo de un mes, tomé la decisión de volver a casa, a Kordofán del Norte, con mi familia”.

Ahora, en su segundo año, la guerra en Sudán ha interrumpido la educación de millones de jóvenes. Más del 90 por ciento de los 19 millones de niñas y niños sudaneses en edad escolar no tienen acceso a la educación formal, de acuerdo con la ONU.

“Al privar a la niñez y a la juventud de su educación, el conflicto les está robando su futuro”, declaró Kristine Hambrouck, Representante de ACNUR en Sudán. “La educación de los líderes potenciales de Sudán, como Ibrahim, está en peligro. Sus sueños están siendo destrozados a causa de la violencia y el desplazamiento”.

La mayor crisis de desplazamiento

Desde el 15 de abril de 2023, cuando estalló la guerra, más de 10 millones de personas han huido de sus hogares en Sudán. Esta cifra incluye a más de 2 millones que han cruzado a países vecinos en busca de protección. Se trata de la mayor crisis de desplazamiento del mundo.

En la aldea de Ibrahim, en Kordofán del Norte, los grupos armados saqueaban las cosechas y forzaban a la población a abandonar sus granjas. Él y su familia se unieron a cientos de personas de las aldeas vecinas y huyeron para salvar sus vidas.

Después de 15 días de viaje – a veces teniendo que esconderse entre los arbustos – llegaron a la ciudad de Kosti, en el estado del Nilo Blanco.

“Me alegré de estar a salvo”, comenta Ibrahim. “Estamos muy agradecidos con quienes ofrecieron comida y cobijo a mi familia y a otras personas cuando llegamos aquí”.

Tan solo en el estado del Nilo Blanco, 1,3 millones de sudaneses viven en campamentos de desplazados o son acogidos por comunidades locales.

La afluencia sin precedentes ha ejercido presión sobre los ya limitados recursos comunitarios y servicios públicos como la atención médica y el suministro de agua.

ACNUR se coordina con el gobierno y otros organismos humanitarios para proporcionar a las personas desplazadas como Ibrahim y su familia asistencia vital como alimentos, agua, atención médica, artículos para el hogar y ayuda en efectivo. Pero las necesidades se multiplican cada día.

“ACNUR y otras organizaciones humanitarias de Sudán no tienen recursos suficientes para llegar incluso a las personas más vulnerables. Necesitamos urgentemente más apoyo para ampliar nuestra respuesta”, afirmó Hambrouck.

Futuro perdido

Las escuelas de todo el país han dejado de ser lugares de aprendizaje para convertirse en albergues para las personas desplazadas. La familia de Ibrahim se aloja ahora en una escuela primaria donde hasta 80 personas se hacinan en un aula sin intimidad ni espacio suficiente para dormir. Una de las paredes está cubierta de hollín negro procedente del fuego abierto que las familias utilizan para cocinar juntas.

Cada día que se despierta en el aula es un duro recordatorio de la educación que se está perdiendo, pero no ha renunciado por completo a sus sueños.

“Todavía espero que algún día la situación mejore en Sudán y termine la guerra”, afirma. “Volveremos a nuestra vida normal, y regresaremos a nuestras universidades”.

“Todavía tengo esperanzas de ser Ministro de Agricultura o experto en economía”.