En medio del desastre provocado por un ciclón, las familias desplazadas en Myanmar se preparan para la temporada de monzones
En medio del desastre provocado por un ciclón, las familias desplazadas en Myanmar se preparan para la temporada de monzones
Este año, los desafíos serán únicos. En mayo, el ciclón Mocha – la tormenta que más estragos ha causado en Myanmar desde que el ciclón Nargis golpeó al país en 2008 – llegó a las costas del estado de Rakhine, donde la destrucción que provocó es generalizada.
Pasados dos meses desde que este ciclón golpeó el oeste de Myanmar y el sur de Bangladesh, aún pueden verse escenas de devastación por los caminos que salen de Sittwe, la capital del estado. El paisaje está repleto de edificios con paredes derrumbadas, tejados que ya no existen, ventanas rotas, postes eléctricos caídos y otras infraestructuras dañadas.
En el estado de Rakhine residen más de 228.000 personas desplazadas internas que huyeron de sus hogares por episodios de conflicto y violencia intercomunitaria; entre ellas, hay más de 157.000 personas rohingyas que han vivido en campamentos sobrepoblados desde 2012.
En Dar Paing, un campamento en el que viven más de 12.000 personas rohingyas desplazadas, pueden verse escombros y charcos por doquier. Este campamento es uno de los que más estragos ha sufrido a causa del ciclón; de hecho, en él se registraron diez muertes.
El municipio de Sittwe, donde se encuentra Dar Paing, está en la confluencia de tres ríos que desembocan en el océano Índico: el Kaladan, el Lay Myo y el Mayu. La trayectoria del ciclón atravesaba este municipio, y la marejada que lo acompañó provocó inundaciones a gran escala en las zonas bajas; el número de víctimas se desconoce.
La comunidad de Dar Paing no tuvo oportunidad de estar de luto. Dado que ya comenzaron las lluvias monzónicas, quienes residen en el campamento están tratando de reconstruirlo, de la mejor forma posible, antes de que la temporada de lluvias llegue al punto más álgido. Hasta ahora, no obstante, se ha reparado apenas la mitad de los albergues que se dañaron o que fueron destruidos; además, miles de personas siguen expuestas a la intemperie.
“La comunidad enfrenta múltiples desafíos. Muchas personas necesitan ayuda para reparar los techos. Ya empezó la temporada de lluvias, así que me preocupa que la situación se torne insostenible”, confesó Amraan, un voluntario en el campamento.
La temporada de monzones acentúa las dificultades que enfrentan las comunidades, que ya viven al borde del abismo. Además, la población rohingya sufre discriminación en Myanmar, lo que obstaculiza su acceso a derechos fundamentales. Muchas personas viven en extrema pobreza debido a las restricciones a la libertad de circulación, que les han impedido obtener ingresos y recibir servicios básicos, como educación y atención médica.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios locales han redoblado esfuerzos para brindar asistencia a las comunidades desplazadas y locales; de hecho, han ampliado el alcance de la asistencia que ofrecen a zonas en las que las autoridades de facto han otorgado cierto acceso humanitario.
Por otra parte, continúa el trabajo en los pueblos y en los campamentos de desplazados para acelerar la distribución de lonas impermeables, así como reconstruir las viviendas comunales. Hasta ahora, más de 100.000 personas cuentan con albergue y artículos básicos para el hogar.
“Son inmensas las necesidades en la temporada de monzones de este año”, señaló Federico Sersale, Jefe de la Oficina de ACNUR en Sittwe. “Si bien hemos logrado llegar a un gran número de personas, necesitamos que se amplíe el acceso para llegar a más comunidades y ayudarlas a protegerse de la lluvia”.
A lo largo de la costa de Rakhine se escuchan historias de pérdidas y penurias. Abia Khartu (63 años), una mujer rohingya del pueblo de Basara, perdió su hogar y sus pertenencias a causa del ciclón. “Estaba estupefacta [con el paso del ciclón]. Ni siquiera sabía dónde estaba mi casa. Todo quedó destruido”, destacó. Abia Khartu ahora vive en un albergue improvisado, que está cubierto con una lona impermeable que le proporcionó ACNUR.
En su interior, el albergue es austero: pueden verse algunos artículos personales, una colchoneta y una manta, un balde y un juego de cocina. ACNUR y sus socios distribuyen este tipo de artículos para ayudar a las comunidades a sobrellevar la pérdida de sus pertenencias.
Se necesitan soluciones a largo plazo
Ninguna comunidad fue inmune al paso del ciclón. En el centro de Sittwe, quienes residen en el monasterio de Ngai Sa Rai se preocupan por el probable deterioro de los albergues y de las instalaciones comunales. “Aquí, el ciclón destruyó diez de doce letrinas. La espera es larga cada mañana; además, hacen falta espacios de aseo para mujeres”, comentó Ma Soe Yai, de 31 años.
Este monasterio budista dio acogida a 35 familias rakhine desde que fueron desplazadas por el conflicto entre el Ejército Arakan y las Fuerzas Armadas de Myanmar en 2020. Las viviendas comunales en este sitio – cada una de las cuales alberga seis familias – sufrieron daños graves y moderados a causa del ciclón.
“Me es difícil no preocuparme. Hay goteras siempre que llueve. Mi alojamiento quizás colapse cuando haya otra tormenta. Me siento muy miserable”, confesó Ma Soe Yai.
ACNUR ha estado trabajando estrechamente con organizaciones socias para garantizar la distribución de lonas impermeables, la reconstrucción de los albergues y la reparación de las instalaciones comunitarias.
En Set Yon Su Ward, un asentamiento cercano en el que vive un grupo pequeño de personas rakhine desplazadas, U Aye Dun, un hombre de 65 años, logró reconstruir su albergue hace poco, luego de que este colapsara durante la tormenta.
U Aye Dun tardó dos semanas en reconstruir su albergue, que ahora está cubierto con una lona impermeable provista por ACNUR. “Lo arreglé yo mismo. Sé cómo trabajar el bambú, así que pude reconstruirlo sin necesidad de contar con ayuda adicional; de otro modo, habría sido muy costoso”, comentó.
Por desgracia, siendo un trabajador que vive de un sueldo diario, para U Aye Dun fue imposible obtener ingresos mientras reconstruía su albergue. Para prepararse para la temporada de monzones, muchas otras personas en esta comunidad, que es económicamente vulnerable, también deben optar por no recibir un sueldo diario para poder dedicarse a arreglar sus albergues.
En ese contexto, considerando que el costo de las mercancías ha aumentado estrepitosamente luego del paso del ciclón, la distribución de lonas impermeables y de artículos básicos para el hogar representa un gran alivio para las familias en situación de vulnerabilidad.
De cualquier forma, queda mucho por hacer. La ONU calcula que al menos 657.000 personas en todo el estado de Rakhine necesitan alojamiento (previo al ciclón, había 390.000 personas en esa situación); muchas de ellas se encuentran en zonas de difícil acceso para el personal humanitario.
“La prioridad ahora es garantizar que las personas tengan un techo sobre sus cabezas; no obstante, también es importante encontrar soluciones a largo plazo para las comunidades desplazadas, que incluyen acceso a derechos fundamentales y servicios básicos. Asimismo, se necesitan esfuerzos para ayudarlas a volver a sus lugares de origen o a trasladarse a otros de su preferencia”, señaló Sersale, de ACNUR.