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Salir de las sombras: poner fin a la apatridia en Asia Central

Historias

Salir de las sombras: poner fin a la apatridia en Asia Central

Luego de vivir marginadas de la sociedad la mayor parte de su vida, en la última década los Estados de Asia Central han concedido la nacionalidad a casi 220.000 personas.
17 Diciembre 2024 Disponible también en:
Una mujer con la cabeza cubierta con un pañuelo morado entre unos árboles con tres niños de distintas edades que visten camisetas color vino, azul y amarillo

Adolat Shabozova carecía de nacionalidad en Tayikistán, a pesar de haber nacido ahí. Cuando nacieron sus tres hijos, ellos también eran apátridas

Durante los primeros 34 años de su vida, Adolat Shabozova no recuerda un solo día en el que estuviera realmente en paz. “Siempre estaba estresada. Me preocupaba adónde ir y a quién dirigirme”, explica.

Adolat nació en 1988 en una familia pobre de la polvorienta y montañosa ciudad de Kulob, al sur de Tayikistán. Sus padres no podían permitirse pagar el costo de los documentos de identidad oficiales, por lo que Adolat permaneció indocumentada y apátrida durante más de tres décadas. Cuando nacieron sus hijos, también eran apátridas.

Al carecer de nacionalidad, Adolat luchó por completar su educación, encontrar un trabajo o viajar libremente, y vivió en constante ansiedad por el futuro de sus hijos. La historia de Adolat no es única.

Vidas invisibles

Hace una década, había más de 255.000 personas que no estaban reconocidas como ciudadanas de ninguno de los Estados de Asia Central, región que incluye Kazajistán, la República Kirguisa, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.

La mayoría habían sido ciudadanas de la antigua Unión Soviética hasta su colapso en 1991 y no habían adquirido la ciudadanía de los Estados independientes que vinieron después, mientras que otras personas, como Adolat, no tenían registrado o su nacimiento, sobre todo por los costes y las barreras burocráticas.

Sin nacionalidad legal, un cuarto de millón de personas vivía invisibles al margen de la sociedad. La falta de documentos de identidad oficiales representaba una lucha a menudo imposible para acceder a derechos, servicios y necesidades fundamentales como educación, atención de salud, empleo y vivienda, o para viajar o participar en elecciones.

A pesar de los desafíos, Adolat consiguió cursar estudios primarios, y más tarde se casó y tuvo tres hijos. Pero cuando a su esposo le diagnosticaron tuberculosis, Adolat tuvo que convertirse en la proveedora de la familia. 

“Me costó mucho encontrar trabajo”, explica. “Iba de puerta en puerta acercándome a las personas, en busca de oportunidades”.

Sin identidad legal, el empleo formal era imposible, y eventualmente Adolat encontró el único trabajo que podía hacer ocasionalmente: lavar platos en bodas. “Te sientes deprimida. Te sientes vacía por dentro. Vayas donde vayas, te piden documentación”, explica.

Tras muchos comienzos en falso y callejones sin salida, Adolat fue remitida a Chashma, una organización no gubernamental socia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, que ofrece asistencia jurídica gratuita a grupos vulnerables, incluidas las personas apátridas. Chashma ayudó a Adolat en el proceso de solicitud de sus documentos de identidad, y en 2022 recibió su pasaporte de Tayikistán, poniendo fin a décadas de ansiedad e incertidumbre.

“Ahora que tengo documentos, puedo conseguir cualquier cosa”, afirma. “Tanto para mis hijos como para mí... Soy feliz. Siempre estoy feliz”.

Un niño agachado en un patio acaricia un gallo

Muhammad, el hijo de Adolat, en la pequeña granja de la familia. Él y sus dos hermanos tienen ahora pasaporte de Tayikistán.

Romper el ciclo

Nataliyia Zaretskaya no se enteró de que era apátrida hasta los 16 años. Nacida en la Unión Soviética en 1985, se trasladó a Shymkent, en el sur de Kazajstán, en 1998 con su madre, que no se registró ante las autoridades a su llegada, dejándolas sin identidad legal.

Como consecuencia, Nataliyia no pudo matricularse en la educación secundaria ni conseguir trabajo, y sus hijos también quedaron legalmente apátridas.

Nataliyia estaba decidida a obtener la nacionalidad para ella y sus hijos, pero el camino iba a ser largo y frustrante.

“En todas partes tienes que demostrar que eres una persona, y te miran como si fuera culpa tuya que no tengas documentos. No eres nadie y todos te dicen que no es su problema”.

Tras varias visitas infructuosas a funcionarios de migración, Nataliyia se puso en contacto con Sana Sezim, organización socia de ACNUR, lo que marcó el inicio de un esfuerzo legal de siete años para obtener documentos de identidad.

Nataliyia se convirtió por fin en ciudadana de Kazajistán en 2024. “Lo primero que hice fue expedir los documentos de identidad de mis hijos. De inmediato. Recalqué que soy una madre con ciudadanía, que soy una persona”.

Tomar impulso

En la última década, impulsados por #IBelong, la campaña de sensibilización de ACNUR para poner fin a la apatridia y sobre los compromisos de los gobiernos, los Estados de Asia Central han resuelto más de 218.000 casos de apatridia en sus territorios, incluidos los de Adolat y Nataliyia. En la actualidad, un tercio de todos los casos de apatridia resueltos en el mundo se encuentran en Asia Central.

Pero alcanzar este hito no ha sido ni fácil ni sencillo. “La labor de ACNUR para poner fin a la apatridia en esta región varía en función de cada país”, afirma Sergiu Gaina, Oficial de Apatridia de ACNUR. Explicó que las distintas leyes y procedimientos hacen que se necesiten soluciones diferentes en cada país.

La República Kirguisa dio un paso audaz e importante en 2019, al aprobar una ley que concede la nacionalidad a todas las personas que carecían de documentos, y al hacerlo se convirtió en el primer país del mundo en poner fin a todos los casos conocidos de apatridia en su territorio. El logro fue en parte gracias a ACNUR y a socios como Abogados sin Fronteras del Valle de Fergana, dirigido por Azizbek Ashurov, ganador global del Premio Nansen para los Refugiados 2019.

En noviembre de 2024, Turkmenistán anunció que también había puesto fin a todos los casos conocidos de apatridia.

Con la culminación de la campaña #IBelong en noviembre de 2024, ACNUR anunció la nueva Alianza Global para poner fin a la apatridia.

“Estamos animando a todos los países de la región a unirse a la alianza, ya que tienen muchas buenas prácticas que compartir con el resto del mundo”, señala Gaina. “Todos deberían saber quiénes son las personas apátridas, cuáles son los problemas a los que se enfrentan y cómo pueden ayudar a apoyarlas”.

Adolat y Nataliyia son algunas de las muchas personas cuyas vidas se han transformado gracias a los esfuerzos concertados para poner fin a la apatridia en Asia Central. 

“Ahora que tengo la ciudadanía, puedo ir a distintos lugares y lograr cosas que eran imposibles cuando era apátrida”, afirma Adolat. “Sueño con poder usar mi documentación para ayudar a mis hijos a construir su futuro”.