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Una herramienta vital para la autosuficiencia de los refugiados rohingyas en Bangladesh

Historias

Una herramienta vital para la autosuficiencia de los refugiados rohingyas en Bangladesh

Para las jóvenes rohingyas que viven en el campamento de Kutupalong, en Cox's Bazar, aprender un oficio que les ayude a mantener a sus familias les abre nuevos horizontes.
5 Marzo 2025 Disponible también en:
Dos mujeres con velo negro que les cubre la cabeza y el rostro, y casco amarillo, trabajan juntas para atornillar un interruptor a la pared mientras otras mujeres observan

Samuda Khatun (a la derecha) practica sus conocimientos recién adquiridos en una sesión de formación sobre instalación y mantenimiento de sistemas solares para jóvenes refugiados rohingyas en el campamento de Kutupalong.

No hace mucho, Samuda Khatum no sabía qué hacer si las luces solares de su alojamiento en el campamento de refugiados de Kutupalong dejaban de funcionar, o cómo arreglar su ventilador si se quedaba sin electricidad. 

“Cuando nuestros esposos salen a trabajar y tenemos problemas con las luces y la energía solar, tenemos que esperar y quedarnos a oscuras”, explica.

Hoy, esta joven de 19 años lleva un casco sobre su pañuelo rosa y utiliza un desarmador para fijar un interruptor en la pared. Ella y un grupo de jóvenes refugiados rohingyas, de los cuales casi la mitad son mujeres, están aprendiendo a instalar y mantener sistemas solares. Es uno de los 10 cursos de formación profesional aprobados por el gobierno que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ofrece a la juventud de los campamentos de Cox's Bazar. Otros cursos son fontanería, manejo de máquinas de coser, trabajos de salud comunitaria y agricultura.

Después de varios meses de formación, con un total de 360 horas, los refugiados tienen la posibilidad de obtener una certificación autorizada que pueden utilizar para solicitar puestos de voluntarios calificados en los campamentos. La certificación también está reconocida en Myanmar, a donde muchos de ellos esperan regresar algún día.

“Me siento bien sabiendo que si la energía solar no funciona, puedo arreglarla yo misma”, comenta Samuda. “Podríamos usar esto para conseguir un trabajo dentro de los campamentos y ayudar a nuestras familias”.

Crear oportunidades

Desde 2022, unos 8.000 jóvenes que viven en los campamentos de Cox's Bazar han participado en estas formaciones, que son una de las pocas oportunidades de crecimiento disponibles para la juventud en estos extensos campamentos, donde viven alrededor de un millón de personas refugiadas rohingyas.

“Nos dirigimos a la juventud porque no tiene muchas oportunidades”, señala Partha Protim Mazumder, quien forma parte del equipo de medios de vida de ACNUR en Cox's Bazar. “Sin un compromiso significativo, no tienen mucho más en qué ocuparse, lo que puede provocar frustración y otros desafíos”.

Mujeres con velo negro que les cubre el rostro y la cabeza, y casco amarillo, observan cómo un hombre con bata blanca y casco hace una demostración cortando un cable

Mujeres refugiadas rohingyas en una sesión de formación sobre instalación y mantenimiento de sistemas solares. Otros cursos incluyen fontanería, manejo de máquinas de coser, trabajos de salud comunitaria y agricultura.

La falta de perspectivas en los campamentos ha contribuido al aumento de la violencia y la delincuencia en los últimos años. La inseguridad amenaza particularmente a las mujeres jóvenes, ya de por sí confinadas en sus alojamientos durante gran parte del tiempo debido a la cultura conservadora de su comunidad. La formación puede abrirles nuevos horizontes.

“Es un espacio seguro para conocer a otras chicas como ellas, para que puedan compartir sus retos”, explica Mazumder. “Muchas de las mujeres, tras completar el curso de formación, trabajan en sus comunidades, incluso arreglando luces solares para sus vecinos”.

La suspensión de fondos no permite seguir avanzando

Desde que surgió el campamento de Kutupalong en 2017, cuando más de 750.000 personas rohingyas cruzaron a Bangladesh huyendo de una ola de violencia y discriminación en el estado occidental de Rakhine, en Myanmar, la población refugiada que vive ahí ha dependido en gran medida de la ayuda humanitaria. Ocho años después, esa ayuda ha empezado a agotarse, y los progresos realizados para mejorar las condiciones, equipar el campamento para que resista mejor las condiciones climáticas extremas y ayudar a que las personas refugiadas sean autosuficientes se ven amenazados.

Durante una visita a Kutupalong el fin de semana, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, visitó un centro de formación profesional y destacó la necesidad de crear más oportunidades de este tipo.

Al centro, un hombre de cabello blanco se dirige a un grupo de personas sentadas en un alojamiento al aire libre

El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, habla con jóvenes refugiados en un centro de formación profesional del campo de Kutupalong.

“La reciente suspensión de fondos por parte de los donantes ha hecho que todo este trabajo sea mucho más difícil”, afirmó. “Acabo de conocer a jóvenes refugiados que intentan adquirir destrezas, recibir una educación. Si la ayuda internacional disminuye, será realmente trágico, en particular para los cientos de miles de jóvenes que viven en este lugar tan difícil y que no tendrán perspectivas de futuro”.

Mientras los refugiados siguen llegando a los campamentos huyendo de la violencia y la inseguridad reinantes en Myanmar, Grandi pidió que se redoblen los esfuerzos para promover la paz y crear las condiciones necesarias para que la población rohingya pueda regresar con seguridad y voluntariamente a su país de origen. Mientras tanto, hizo un llamamiento a los donantes para que no olviden a las personas refugiadas rohingyas, ni a las comunidades de Bangladesh que las han acogido y compartido sus escasos recursos durante los últimos ocho años.

“Me siento bien sabiendo que si la energía solar no funciona, puedo arreglarla yo misma”.

Samuda Khatum