Declaración del Alto Comisionado en la Cumbre Mundial de Alto Nivel sobre igualdad de género en las leyes de nacionalidad
Declaración del Alto Comisionado en la Cumbre Mundial de Alto Nivel sobre igualdad de género en las leyes de nacionalidad
Muchas, muchas gracias, Yvonne. Buenas tardes. Me complace estar aquí.
Me emociona que ACNUR sea co-convocante de esta Cumbre Mundial sobre igualdad de género en leyes de nacionalidad, junto con UNICEF, ONU Mujeres y la Campaña Mundial por el Acceso Igualitario al Derecho a una Nacionalidad.
Una premisa básica de la Declaración Universal de Derechos Humanos es que los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. La igualdad es un principio fundamental y cimiento de todo el sistema de derechos humanos; de ella dependen la salud y el funcionamiento de las sociedades.
Este deber moral y legal de dar un tratamiento igualitario a todas las personas también aplica – de hecho, debe aplicarse – al derecho a una nacionalidad.
Eleanor Roosevelt, quien presidió el comité de la ONU encargado de redactar la Declaración Universal de Derechos Humanos, indicó que este derecho es de vital importancia, y estaba en lo correcto al afirmarlo. La identidad de una persona y el goce de otros derechos humanos dependen del derecho a una nacionalidad. Sin embargo, como se precisó, este ha sido negado a millones de personas en el mundo, lo que las expone al riesgo de ser marginadas y vulnerables, sin acceso a servicios básicos ni a oportunidades que les permitan vivir en condiciones dignas.
La desigualdad entre mujeres y hombres en las leyes de nacionalidad es una de las causas principales de la apatridia. ACNUR desempeña un papel de gran importancia en este diálogo, pues, como saben, tiene el mandato de resolver esta problemática. La desigualdad impacta profundamente la vida de mujeres, hombres, niñas y niños en todo el mundo.
Como sabemos, las dificultades financieras, emocionales y prácticas de las familias pueden agudizarse porque muchas mujeres no tienen permitido transmitir su nacionalidad. Las consecuencias pasan también de una generación a otra. Las leyes de nacionalidad que discriminan a las mujeres amenazan la unidad familiar y, en algunos casos, pueden dar pie a la violencia en las familias; de hecho, pensando en la labor que ACNUR lleva a cabo, pueden derivar en desplazamiento forzado.
Para comprender a cabalidad el sufrimiento humano que provoca este tipo de discriminación, quisiera compartir con ustedes algunos ejemplos de la vida real que dejan ver el impacto de la discriminación por motivos de género en las leyes de nacionalidad:
- Una viuda de setenta años tiene que seguir trabajando para mantener a sus hijos, que ya son adultos; tiene tres empleos en el sector de la limpieza. Como no pudo transmitir su nacionalidad, sus hijos son apátridas; por tanto, no les es posible encontrar un empleo.
- Un niño de diez años recoge desechos en un basurero porque, al no tener padre ni acceso a la nacionalidad de su madre, no cuenta con la documentación que le permitiría, por ejemplo, ir a la escuela.
- Una mujer divorciada de 46 años tiene pocas probabilidades de ganar una batalla contra su esposo, un hombre abusivo, para poder ver a sus tres hijos, que viven con él en otro país, pues tienen la nacionalidad de su padre, mas no la de su madre.
Como estas, hay muchas otras historias en el mundo.
Agradezco sinceramente que hayan invitado a Habiba, Gaithiri y Neha, quienes contarán cómo su vida y la de sus familias se han visto afectadas por leyes que discriminan por razones de género.
Admiro la valentía, la tenacidad y la determinación que les ha traído a este lugar (y que, de hecho, sirven de motivación para muchos activistas y profesionistas alrededor del mundo). Significa mucho que hayan decidido compartir su experiencia personal y que hayan expuesto sus demandas en este espacio.
En 2014, como saben, ACNUR lanzó la ambiciosa campaña #IBelong, para acabar con la apatridia. Para lograr ese objetivo (acabar con la apatridia), es necesaria una reforma universal a las leyes de nacionalidad que discriminan a las mujeres. Este objetivo es congruente con aquellos que persigue el artículo 9 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, que explícitamente insta a los Estados Partes a garantizar que las mujeres gocen de los mismos derechos que los hombres para transmitir su nacionalidad a su cónyuge o descendencia.
En este sentido, la desigualdad en las leyes de nacionalidad no trastoca únicamente los derechos de las mujeres, sino también los derechos de niñas, niños y adolescentes. En realidad, la Convención sobre los derechos del niño, que ha sido ratificada prácticamente por todos los países del mundo, estipula que “todo niño tiene derecho a obtener una nacionalidad”. Para cumplir con esta obligación, los Estados deben reformar las leyes de nacionalidad que impidan a las mujeres transmitir su nacionalidad a su descendencia.
Por este motivo me entusiasma que ACNUR cuente con el apoyo de UNICEF, ONU Mujeres y la Campaña Mundial por el Acceso Igualitario al Derecho a una Nacionalidad, ya que eliminar la discriminación por razones de género de las leyes de nacionalidad requiere nuestra atención y acciones colectivas e indivisibles. Las sociedades mejoran, se fortalecen y son más inclusivas cuando se fomenta la igualdad. Si las mujeres pueden transmitir su nacionalidad al igual que los hombres, su descendencia podrá recibir educación y atención médica, y tendrá acceso al mercado laboral formal en la edad adulta. Acabar con la discriminación por razones de género en las leyes de nacionalidad también allana el camino para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular, aquellos que se relacionan con la igualdad de género (Objetivo 5), reducción de las desigualdades (Objetivo 10), y paz, justicia e instituciones sólidas (Objetivo 16).
Estoy convencido de que las desigualdades de género que persisten pueden superarse trabajando en conjunto.
Por años hemos visto inspiradores avances para acabar con este tipo de discriminación, lo cual demuestra que se trata de un objetivo posible siempre que exista la voluntad política para hacerlo.
En esta ocasión escucharemos a tres países – Indonesia, Liberia y Marruecos – que son ejemplo de los frutos que emanan de reformas a las leyes de nacionalidad. Estos países nos recuerdan que las reformas son viables y posibles en todo el mundo, sin importar las particularidades lingüísticas, culturales o confesionales. Doy la bienvenida a la ministra Saydee-Tar, quien hablará sobre el camino recorrido por Liberia: desde el compromiso que el país adquirió en el Foro Mundial sobre los Refugiados de 2019, que consistía en eliminar la discriminación por razones de género de sus leyes de nacionalidad (lo recuerdo muy bien, y lo mencioné estando en Liberia el año pasado), hasta la reforma constitucional con que se logró la eliminación en 2022.
Me emociona que también escucharemos a otros Estados hablar sobre su experiencia. Ministro Buthelezi, de Eswatini; General de División Al-Khafaji, de Irak; y Secretaria Namakin, de Kiribati: muchas gracias por haber venido a compartir noticias sobre los avances que han alcanzado sus países. No duden que ACNUR apoya sus esfuerzos y aquellos de otras naciones.
En distintas partes del mundo, la sociedad civil y, con mayor frecuencia, las organizaciones lideradas por víctimas de discriminación por razones de género en las leyes de nacionalidad se han convertido en socios y defensores de los esfuerzos colectivos por alcanzar la igualdad universal. Muchas de estas personas o entidades han recorrido kilómetros para estar hoy aquí, en esta Cumbre Mundial. Muchas gracias por su presencia.
Este año se celebra el 75 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos; y, como dije, están transcurriendo los últimos dos años de la campaña #IBelong. Además, estamos en el último tramo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia el 2030. Por tanto, ha llegado el momento de emprender acciones, incluso ayudando a otros países a alcanzar la igualdad de género en sus leyes de nacionalidad.
Propongo que los gobiernos emprendan cinco acciones clave:
- En primer lugar, tendrán que adherir a la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) y a las Convenciones de 1954 y 1961 para acabar con la apatridia los Estados que aún no lo hayan hecho. Estas adhesiones no constituyen gestos diplomáticos únicamente, sino que son la base jurídica para realizar reformas nacionales para incorporar la igualdad de género en las leyes de nacionalidad y, así, prevenir o reducir la apatridia, así como proteger a las personas apátridas.
- En segundo lugar, los Estados que ya se hayan adherido a la CEDAW deberán renunciar a cualquier reserva que tengan con respecto al artículo 9. Esto, con el propósito de hacer valer el objeto y el propósito de ese instrumento, así como facilitar la reforma a las leyes de nacionalidad que discriminen por razones de género.
- En tercer lugar, los Estados cuyas leyes de nacionalidad aún discriminen por razones de género deberán considerar comprometerse a reformarlas en el Foro Mundial sobre los Refugiados, que tendrá lugar en diciembre de este año. Este foro se centra en las personas refugiadas, el asilo, y la distribución de cargas y responsabilidades en materia de refugiados. No obstante, considerando el estrecho vínculo entre el desplazamiento y la apatridia, es importante que se asuman compromisos de este tipo, como ocurrió en el foro de 2019.
- En cuarto lugar, los Estados que ya se hayan comprometido a reformar sus leyes deberán desarrollar un plan para hacerlo efectivamente dentro de un plazo establecido.
- Por último, los Estados que tengan experiencia y que hayan visto los beneficios que conlleva incorporar la igualdad de género en las leyes de nacionalidad deberán apoyar, mediante el diálogo y compartiendo sus prácticas, a aquellos que aún no hayan realizado ninguna reforma.
El cambio depende de acciones, pero no solo de los Estados, sino también de las organizaciones regionales y de los cuerpos parlamentarios, que deben mantener su liderazgo. Les invito a seguir siendo puentes entre los Estados, junto con la sociedad civil, y a seguir siendo facilitadores que concilian posturas diversas en torno a la igualdad de género. De igual forma, es necesario el apoyo de todo el sistema de las Naciones Unidas – de hecho, solicitamos la ayuda de los colegas de la ONU que están hoy aquí – y de las organizaciones no gubernamentales y otras partes cuya labor se centra en este rubro.
Para apoyar esta colaboración, ACNUR está liderando los esfuerzos por crear una nueva alianza mundial de múltiples partes interesadas para acabar con la apatridia, la cual se anunciará en 2024, al cierre de la campaña #IBelong, pues la alianza partirá de los logros que esta haya alcanzado. Esta iniciativa ampliará el nivel de involucramiento de partes interesadas internacionales, regionales y nacionales (entre ellas, los Estados y las organizaciones lideradas por personas apátridas). Como parte de estos esfuerzos, la colaboración será aún más estrecha con los países con leyes de nacionalidad desiguales, para ayudarlos a llevar a cabo las reformas necesarias.
Al igual que la apatridia, la discriminación por razones de género en las leyes de nacionalidad es una problemática que tiene cura, y esta está a nuestro alcance. En colectivo, hagamos frente a este desafío: esforcémonos por alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres en cuestiones de nacionalidad y, por tanto, asegurémonos de que la discriminación por razones de género se quede, de una vez por todas, en los libros de historia.
Muchísimas gracias.