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"La violencia no puede dictar nuestro futuro"

Historias

"La violencia no puede dictar nuestro futuro"

Joven salvadoreño trabaja para proteger a su comunidad de la violencia de las pandillas.
16 Julio 2019 Disponible también en:
"La violencia no puede dictar nuestro futuro". Si te obligaran a huir o a esconderte, lejos de tu familia, sin otra compañía que la de tus pensamientos y tus miedos, ¿a quién acudirías? Con amor desde Centroamérica es una serie de cartas escritas por ocho personas refugiadas, solicitantes de asilo y desplazadas internas, quienes están reconstruyendo sus vidas en la región, a menudo en lugares lejos de su hogar, donde deben seguir adelante con sus vidas sin ser muy visibles para poder mantenerse con vida y a salvo.

A menudo los adultos recuerdan sus años de adolescentes, entre los 13 y 17 años, como algunos de los mejores años de su vida. Una época para ser jóvenes, libres y sin preocupaciones; el momento de cometer errores y aprender para el futuro. Pero para los jóvenes como José*, ser despreocupado, libre o cometer errores no es una opción.


“Ser joven en El Salvador puede ser peligroso”, explica. “Cuando sales, las pandillas te acosan. Quieren que les hagas favores, que cobres sus honorarios o que les avises cuando viene la policía”, dice José*.

Mientras que algunas mujeres jóvenes se ven forzadas a tener relaciones sexuales con pandilleros, los hombres jóvenes son utilizados para traficar drogas, hacer recados o convertirse en miembros de tiempo completo de los grupos. “Es una decisión difícil. Si dices que no, te amenazan o lastiman a tu familia”, agrega.

Durante el último año, el gobierno de El Salvador registró 50,3 homicidios por cada 100 mil habitantes. Es decir, en promedio nueve personas fueron asesinadas cada día. Con una población de poco más de millones, El Salvador es uno de los países más violentos del mundo. La violación y el hostigamiento se han normalizado en un país en el que las pandillas luchan sin descanso para controlar el territorio en medio de la impunidad.

Este constante estado de terror ha obligado a miles de personas a abandonar sus hogares. De acuerdo con un estudio del gobierno apoyado por ACNUR, entre 2006 y 2016, 71.500 salvadoreños tuvieron que desplazarse a otros lugares en el país, lo que equivale a casi 600 personas por mes huyendo de sus comunidades. Miles de ellos son valientes mujeres y hombres jóvenes que se enfrentan a la dura elección de tener que irse de sus comunidades o ser asesinados si se niegan a formar parte de las actividades delictivas controladas por las pandillas.

"No podemos perder la esperanza. Podemos hacer nuestros sueños realidad”.

José huyó dos veces a un país vecino, pero fue deportado a casa en ambas ocasiones. Ahora está tratando de hacer que su comunidad sea más segura, para que otros puedan quedarse.

José* abrió una peluquería en San Salvador, con la ayuda de ACNUR, el Gobierno salvadoreño y socios locales.

“He decidido que esta situación debe terminar”, dice. “La violencia no puede dictar nuestro futuro. Debemos recuperar el control de nuestras vidas, a pesar de los peligros que enfrentamos”.

ACNUR está trabajando con el gobierno, así como con las organizaciones humanitarias y de desarrollo, para impulsar iniciativas que hagan la vida más segura para las personas desplazadas en El Salvador.

“Soy parte de un grupo de jóvenes que ha podido abrir pequeñas empresas y asistir a cursos para prosperar”, dice José. “Esto me ha ayudado a recuperar la esperanza”.

Aunque a veces el miedo lo paraliza, está decidido a mirar hacia adelante. “Soy uno de esos valientes hombres y mujeres jóvenes que, a pesar de vivir en constante temor, sabemos que tenemos un futuro. No podemos perder la esperanza. Podemos hacer nuestros sueños realidad”.

Vivir en riesgo en El Salvador

Como resultado de un fallo de la Corte Constitucional de 2018 que ordenó al Estado salvadoreño a reconocer el desplazamiento interno en el país y tomar las medidas adecuadas para mitigar sus efectos, la defensa, la protección y las soluciones a largo plazo para los desplazados internos se han fortalecido significativamente.

ACNUR y las entidades gubernamentales de El Salvador trabajan juntas para identificar a las personas con necesidades de protección entre las comunidades desplazadas o las personas en riesgo de desplazamiento, así como para llevar a cabo programas comunitarios que permitan a las personas que están en riesgo mantenerse a salvo y encontrar soluciones que les permitan ser autosuficientes.


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