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En Malasia, los Rohingya recién llegados esperan poner fin al ciclo de abuso y explotación de los traficantes

Historias

En Malasia, los Rohingya recién llegados esperan poner fin al ciclo de abuso y explotación de los traficantes

Muchos están sufriendo graves problemas de salud y trauma después de un prolongado sufrimiento en barcos y en campamentos de traficantes.
5 May 2014
Estos Rohingya recién llegados se recuperan lentamente en Malasia, luego de pasar meses en campamentos de traficantes.

KUALA LUMPUR, Malasia, 5 de mayo (ACNUR) – El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados está cada vez más preocupado por las terribles condiciones en que arriban los Rohingya a Malasia y las necesidades extremas que presentan luego de sufrir extensos periodos de abusos y privaciones a manos de traficantes.

Desde noviembre del año pasado se han acercado al ACNUR en Kuala Lumpur cerca de 120 Rohingyas afectados por parálisis de diversos grados, causadas probablemente por dietas pobres y encierros de larga duración. La grave condición física que presentan permite intuir el largo y difícil viaje que han enfrentado para escapar de la dura situación que enfrentan en Myanmar.

"Hemos escuchado informes sobre maltratos y privaciones inflingidos por las redes de tráfico", señaló Rick Towle, representante del ACNUR en Malasia. "Además hemos observado números cada vez mayores de personas con serias necesidades humanitarias y de protección, especialmente entre los grupos vulnerables como los niños y las mujeres".

Amina*, 45, perdió su hogar el 2012 a causa de la violencia intercomunal en el Estado de Rakhine. Ella y su hijo Rahman* vivieron en un campamento para personas desplazadas en Sittwe hasta fines del año pasado, cuando abordaron un barco junto a otras 80 personas que buscaban un medio de escape.

"Por 18 o 20 días pasamos momentos muy duros a bordo del barco", recordó. "Disponíamos de un poco de cereal pero no de comida en cantidad suficiente. Tres personas enfermaron y murieron. Sus cuerpos fueron arrojados por la borda". Luego de arribar al sur de Tailandia tuvieron que caminar largos días por la selva hasta llegar a la frontera con Malasia. "Estábamos débiles, para ese momento ya casi nos arrastrábamos", recordó Amina.

Otros sufrieron de diversas maneras. Abdullah*, un trabajador agrícola de 17 años proveniente de la parte norte del Estado de Rakhine, pagó 500.000 kyat (cerca de US$520) por el viaje hasta Malasia. El motor falló durante la travesía y terminaron en Tailandia, donde lo encerraron tres meses en un campamento de traficantes en el sur de Tailandia. Algunas personas han reportad haber estado encerradas hasta por siete meses en esos campamentos.

"Había desde 50 a 200 personas en cada carpa – hombres, mujeres y niños. Estábamos hacinados, los cuerpos se tocaban, pasábamos todo el día sentados y luego debíamos dormir en la misma posición". Señaló Abdullah. "Si hablábamos muy fuerte nos golpeaban. Nos pedían dinero constantemente y nos golpeaban si no teníamos nada para darles. Nos golpeaban una o dos veces al día".

Hassan*, de 16 años, estuvo dos meses retenido. Compartió un pequeño espacio junto a 200 personas en otro campamento de traficantes. Una vez al día recibían una ración de arroz, pescado seco y pepino y se les permitía ir al baño sólo una vez al día, porque los traficantes temían que intentaran escapar. "Fui golpeado, pero eso no fue lo peor", señaló Hassan, mencionando que algunas personas fallecieron a consecuencia de las golpizas. "Estaba asustado, temía morir".

Los traficantes llamaron a su madre en Myanmar, que suplicó y pidió prestado todo el dinero que pudo conseguir para poder garantizar la liberación de su hijo. La familia de Abdullah debió vender todo lo que pudo para poder reunir un rescate de 1.5 millones de kyat. Ambos adolescentes fueron liberados y llevados a la frontera con Malasia. Debieron ser transportados porque eran incapaces de caminar luego de su traumática experiencia.

Una cantidad de recién llegados a Malasia han sido diagnosticados con polineuropatía (daño o enfermedad que afecta a los nervios perisféricos) y desnutrición severa. Las personas que presentan los casos de mayor gravedad están siendo alojados en un albergue subvencionado por el ACNUR donde reciben cuidados, comidas calientes y sesiones regulares de fisioterapia brindadas por un doctor.

"ACNUR ha estado trabajando con sus socios para apoyar a los Rohingya recién llegados que requieran asistencia médica, psicosocial y otras formas de ayuda", señaló Towle. "Tenemos una estrategia de protección que considera brindar asistencia especial a las personas más vulnerables, incluyendo las mujeres y los niños".

Tres meses después de ser liberado de su cautiverio, Abdullah todavía siente gran dolor en la parte inferior de su cuerpo cada vez que se mueve. Hassan no puede pararse por sus propios medios pero dice que puede caminar lentamente ayudado por un bastón. Ambos se están recuperando lentamente ayudados por su comunidad y el ACNUR.

Abdullah llamó a su familia usando un teléfono prestado. "Me contaron que no les queda nada de dinero y deben esconderse de las autoridades, a veces en las montañas. Ellos tratan de sobrevivir cortando leña y vendiéndola. No hay dinero para que toda mi familia pueda huir" señaló.

El no sabe a dónde irá cuando deje el albergue. "No se porqué Dios me está haciendo esto. No hay paz en mi casa, ni hay paz aquí".

En Kuala Lumpur, Hassan, Amina y Rahman están viviendo con parientes o antiguos vecinos de la aldea que antes era su hogar. Hassan recién está recobrando la movilidad, pero ya planifica su futuro: "cuando me recupere necesito trabajar y devolver el dinero que debe mi madre a causa mía. Tengo confianza en que voy a recuperarme".

Desde enero de este año las autoridades tailandesas han desarticulado varios campamentos de traficantes en el sur de Tailandia, rescatando a más de 1.000 personas Rohingya y Bangladesi.

*Nombres cambiados por motives de protección.

Por Vivian Tan en Kuala Lumpur, Malasia