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Arquitecto ayuda a un trío a construir una nueva vida en Suecia

Historias

Arquitecto ayuda a un trío a construir una nueva vida en Suecia

Lars Asklund trajo a Farah Hilal, su esposo y su hermano a su hogar en Malmö.
1 September 2016
El arquitecto Lars Asklund acoge a la familia de refugiados sirios en Malmö.

MALMÖ, Suecia, 2 de septiembre de 2016 (ACNUR) – El arquitecto Lars Asklund estaba fuertemente conmovido por las imágenes en la tele de miles de personas que llegaban a Suecia en 2015. Él quería ayudar, pero no sabía cómo.

Primero, se dirigió a las autoridades de migración en Malmö y les dijo que tenía dos habitaciones para huéspedes vacías. No pasó nada. Después, fue a un centro para solicitantes de asilo donde procesaban a los recién llegados y les ofrecían vivienda temporal.

Se acercó a un hombre joven con un niño pequeño, pero dudaba de hacerse cargo de la responsabilidad de hospedar a un niño. Así que se dirigió a un hombre que estaba detrás, Waleed Lababidi, que estaba haciendo traduciendo.

"Le pregunté: ¿Estás casado?, me dijo que sí. ¿Tienes hijos?, me dijo que no. Lo vi directo a los ojos y le pregunté: ¿Eres fundamentalista? Me dijo que no. Así que le dije: De acuerdo, tengo una buena propuesta para ti".

Waleed de 29 años, y su esposa Farah Hilal, de 25, son refugiados de Siria. Ellos y el hermano de 22 años de Farah, Milad Hilal, ahora comparten el apartamento de Lars.

Waleed recuerda la primera noche en la casa de Lars.

"Estábamos agotados. Cenamos y no hablamos mucho. No dio llaves. Diez minutos después, cerramos la puerta de la habitación y nos sentíamos tan aliviados. Farah empezó a llorar de alegría. Al fin podíamos asentarnos".

"Es fantástico, tengo amigos nuevos y realmente me agradan"

Un mes después de mudarse, Lars invitó a Milad, hermano de Farah, a que se les uniera para la celebración de navidad. Los cuatro pasaron una velada agradable y se llevaron muy bien. Milad aún vivía en el centro de asilo. Cuando Lars lo llevaba de vuelta, vio las condiciones "deprimentes" del centro, donde 580 hombres estaban atiborrados.

"No lo podía dejar allí. Le dije que hiciera sus maletas", dijo Lars. "Que volvería conmigo".

Farah, Milad y Waleed fueron desplazados en Siria mucho antes de abandonar el país. Huyeron de su hogar en 2012, primero se quedaban en hoteles, o con familiares y amigos. Eventualmente, durante una cena familiar, un misil cayó en la calle, quemando todo, por lo que decidieron que debían irse. "Tan pronto vimos la luz del día, tomamos lo que pudimos y partimos", dijo Waleed.

Los cuatro siempre desayunan juntos, y algunas veces, cenan. Waleed, Farah, Milad y otros refugiados se reúnen cada semana en la gran mesa de la cocina de Lars para una clase de dos horas de sueco. Uno de los vecinos, un maestro retirado, también les da una hora adicional de idioma cada semana. Y otro amigo los lleva al supermercado.

"Para mí es divertido", dijo Lars. "Es fantástico, tengo nuevos amigos y me agradan".

"Ellos también me ayudan mucho. Algunas veces pasean al perro. Empezaron a limpiar cada vez más, así que la encargada de la limpieza se molestó y se fue".

Lars constantemente organiza fiestas para presentarlos a personas de la comunidad y ayudarlos a hacer conexiones.

"A él le importa mucho", dice Milad. "Él estudia conmigo, incluso cuando llega tarde por la noche. Siempre está discutiendo con sus amigos formas para ayudarnos con nuestras carreras. Somos muy afortunados de haberlo conocido".

Esta historia es parte de una serie llamada Un lugar sin extraños, que presenta a refugiados y sus anfitriones en Europa. Un año después de la muerte por ahogamiento de Alan Kurdi, refugiado sirio de tres años, miles de personas se han unido para acercar las diferencias culturales y barreras de lenguaje, y mostrar compasión, esperanza y humanidad, aun cuando algunos gobiernos europeos continúan construyendo obstáculos. Su generosidad es un ejemplo para el mundo.