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Mujeres yazidíes se recuperan boxeando

Historias

Mujeres yazidíes se recuperan boxeando

Un proyecto de boxeo, implementado por una organización ganadora del Premio de ACNUR a la innovación de las ONG, está empoderando a mujeres y niñas yazidíes en el Kurdistán iraquí.
23 June 2022
Un proyecto de boxeo, implementado por una organización ganadora del Premio de ACNUR a la innovación de las ONG, está empoderando a mujeres y niñas yazidíes en el Kurdistán iraquí.

Cuando Nathifa Wadie Qasim era niña en Sinjar, en la Gobernación de Nínive, su escuela tenía un saco de boxeo que los estudiantes (hombres) usaban para practicar boxeo. Nathifa lo golpeaba casi todos los días.


“Recuerdo que era la única mujer que se atrevía a acercarse a ese saco rojo para golpearlo fuertemente”, contó. “Me ayudaba a liberar el estrés”.

En casa, mientras su padre trabajaba en las tierras de la familia, Nathifa era la cuidadora primaria de su madre, que estaba enferma, y de sus hermanos más pequeños. Su madre murió un par de días antes de que los militantes de ISIS atacaran Sinjar, en agosto de 2014. El blanco de los militantes era la población yazidí en Sinjar, cuya antigua religión se basa en creencias cristianas y musulmanas, lo cual la sujetó al reinado de terror que la ONU ha catalogado como genocidio. Miles de hombres yazidíes fueron ejecutados, al propio tiempo, las mujeres y las niñas fueron secuestradas y vendidas como esclavas sexuales. 

Nathifa y su familia lograron escapar. Poco después llegaron a Rwanga, un campamento para casi 12.000 personas desplazadas internas (la mayoría de ellas, yazidíes) en el Kurdistán iraquí. Ocho años después, siguen viviendo ahí. El padre de Nathifa volvió a casarse, y dejó a Nathifa, que ahora tiene 28 años, como la responsable de mantener a sus cuatro hermanos adolescentes. 

El saco de boxeo reapareció en la vida de Nathifa cuando empezó a trabajar en La Flor de Loto (The Lotus Flower), una organización comunitaria que apoya a las mujeres y las niñas desplazadas internas en el norte de Irak. Cuando le preguntaron qué actividad deportiva se podría desarrollar para las niñas en el campamento, el boxeo fue lo primero que le vino a la mente.

“La mayoría de las mujeres y las niñas en el campamento eran sobrevivientes de ISIS; todas tenían algún trauma por sus experiencias siendo prisioneras”, indicó. “Pensé que, si aquellas mujeres y niñas eran físicamente fuertes, quizás tenían más posibilidades de escapar de ISIS o de defenderse a sí mismas”. 

Por casualidad, la fundadora de La Flor de Loto, Taban Shoresh, pensaba prácticamente lo mismo. Como sobreviviente de violencia, ella también había observado traumas considerables en las mujeres yazidíes, por lo cual necesitaban atención a la salud mental y una vía para liberar sus emociones. 

“Conocí a muchas mujeres y niñas yazidíes a las que ISIS afectó”, indicó. “Pude ver la rabia y las emociones que llevaban dentro. Pensé: ‘¿qué les ayudaría a reconstruir su confianza y recuperar el poder que les fue arrebatado? ¿Qué deporte podría ser?’ Y el boxeo me vino a la mente de inmediato”.

En 2018, Taban llevó al campamento de Rwanga a una antigua boxeadora profesional y terapeuta cognitivo conductual, Cathy Brown, para que Nathifa y otras mujeres jóvenes aprendieran a boxear y se convirtieran en entrenadoras. 

Así nació el programa de las “Hermanas de boxeo”,  y Nathifa menciona que ha entrenado a más de cien mujeres y niñas desde entonces. 

En una clase impartida recientemente, unas 15 jóvenes llevaban puestos los guantes de boxeo y practicaban jabs y directos con compañeras de entrenamiento mientras Nathifa gritaba instrucciones.  

Shaare Sharaf Sameer, de 21 años, es una de ellas. Ha estado asistiendo a las clases de boxeo de Nathifa desde que comenzaron; dice que se aburre si un día no tiene clase. 

“Es una actividad muy buena para nuestra salud física y mental”, señaló tras golpear un saco de boxeo. “No importa lo tristes o aburridas que estemos, nos olvidamos de todo en cuanto llegamos a clase”.

“Decían que el boxeo no es para mujeres”.

Nathifa comentó que toda resistencia de la comunidad a la idea de que las mujeres aprendieran a boxear se desvaneció luego de que los beneficios se hicieron patentes. “Decían que el boxeo no es para mujeres, pero observaron que las participantes adquirieron más fuerza, y no hay nada de malo al respecto”. 

El programa de las “Hermanas de boxeo” es uno de muchos proyectos de La Flor de Loto que buscan empoderar a las mujeres y las niñas iraquíes a quienes el conflicto ha afectado en la reconstrucción de sus vidas. Los otros proyectos incluyen clases de lectoescritura, apoyo para los negocios dirigidos por mujeres, arteterapia, capacitación para que las mujeres se conviertan en mediadoras y defensoras de la paz.  

Taban constituyó la organización en 2016, dos años después de haber dejado su trabajo en Londres y de haber regresado al Kurdistán iraquí para ayudar a responder a la crisis humanitaria que se desarrolló ahí. Taban notó una brecha en los servicios para apoyar a las mujeres desplazadas. 

“La brecha giraba más en torno a contar con un espacio en el que las mujeres pudieran sanar, aprender y crecer”, comentó. “Los hombres y los niños podían salir de los campamentos, podían moverse libremente; sin embargo, debido a la presión social, las mujeres y las niñas no podían salir de los campamentos ni de sus casas sin justificación. Por tanto, creamos un motivo para que pudieran salir”.

Este mes, La Flor de Loto fue una de las siete organizaciones que ganó el Premio de ACNUR a la innovación de las ONG. Las ganadoras de este año son todas organizaciones lideradas por mujeres que trabajan en favor de las personas refugiadas, desplazadas internas y comunidades de acogida. 

En el campamento de Rwanga, Nathifa cuenta que el boxeo ha ayudado a las niñas, sobre todo en su clase de “golpea tu sufrimiento y tu dolor para deshacerte de ellos”.

“Me siento orgullosa de ellas. Se han convertido en aquello que ellas y yo queríamos, tanto física como psicológicamente”.