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Declaración del Alto Comisionado ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas

Discursos y declaraciones

Declaración del Alto Comisionado ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas

31 October 2023
Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, se dirige al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 31 de octubre de 2023.

Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, se dirige al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 31 de octubre de 2023.

Gracias, señor Presidente,

Las últimas cifras hablan de 114 millones de personas refugiadas y desplazadas en todo el mundo: ¡114 millones!

Se trata, sin duda, de un síntoma tangible, pero a veces desatendido, del actual desorden extremo del mundo, e incluir este debate anual en su cargada agenda, especialmente en estos días, es coherente con la encomiable atención que presta Brasil a la difícil situación de las poblaciones desarraigadas, por lo que le agradezco.

El desplazamiento forzado es también una consecuencia del fracaso en el mantenimiento de la paz y la seguridad. Y los conflictos brutales siguen siendo su principal impulsor. Las tres últimas semanas han sido una prueba devastadora de que hacer caso omiso de las reglas básicas de la guerra – el derecho internacional humanitario – se está convirtiendo cada vez más en la norma y no en la excepción, con civiles inocentes asesinados en cifras sin precedentes: en los atentados de Hamás contra la población civil israelí, y en asesinatos de civiles palestinos y destrucción masiva de infraestructuras causados por la operación militar israelí en curso. Mientras hablamos, y como ustedes saben, más de dos millones de gazatíes, la mitad de ellos niños y niñas, están pasando por lo que mi colega Philippe Lazzarini ha llamado “el infierno en la tierra”. Un alto el fuego humanitario unido, por supuesto, a una entrega sustantiva de ayuda humanitaria dentro de Gaza puede al menos detener esta espiral de muerte y espero que usted supere sus divisiones y ejerza su autoridad para exigirlo; el mundo está esperando que lo haga.

Pero hay que esperar que el alto el fuego se convierta en el primer paso para emprender de nuevo – ¡por fin! – en el camino hacia una solución. Durante muchos años, incluidos aquellos en los que dirigí la UNRWA, he observado cómo la solución del conflicto israelo-palestino siempre se describía como “elusiva”: pero no ha sido elusiva; ha sido repetida y deliberadamente desatendida, desechada como algo que ya no era necesario, y casi ridiculizada. Se ha considerado más conveniente hacer frente al recrudecimiento crónico de la violencia, seguido de alto el fuego temporales, que centrarse en una paz real, capaz de proporcionar a israelíes y palestinos los derechos, el reconocimiento, la seguridad y la condición de Estado que merecen. Espero que ahora, en medio de los horrores de la guerra, podamos al menos ver lo grave que ha sido ese error de cálculo. No habrá paz en la región, ni en el mundo, sin una solución justa al conflicto israelí y palestino, que incluya el fin de la ocupación israelí. Espero que las observaciones del Secretario General aquí en el Consejo la semana pasada ayuden a todos a reflexionar sobre la necesidad de pasar esta sombría página, por difícil que sea: porque es vital.

Y lo contrario es profundamente preocupante. Aunque ACNUR no tiene el mandato de operar en el Territorio Palestino Ocupado (y permítanme rendir homenaje aquí especialmente a UNRWA, mi antigua organización, y al resto del personal humanitario por su heroica labor, y expresar mis más profundas condolencias por los ahora 67 colegas que han sido asesinados), está claro que esta última y más mortífera ronda de conflicto violento corre el riesgo de infectar a la región en general y más allá con consecuencias catastróficas – incluso en lugares donde ACNUR está muy presente y trabaja para ayudar a proteger y asistir a las personas desplazadas y resolver su difícil situación.

Señor Presidente,

El conflicto de Gaza es la última pieza, y quizás la mayor, de un peligrosísimo rompecabezas bélico que se está cerrando rápidamente a nuestro alrededor.

Pero nosotros – ustedes – tenemos la responsabilidad de recordar que no es el único.

Veamos a Sudán: hace solo seis meses, los gobiernos y los medios de comunicación estaban muy centrados en esta situación mientras sus ciudadanos eran sacados de una guerra que estalló sin previo aviso y convirtió en cementerios hogares sudaneses hasta entonces pacíficos. Ahora, el alcance y la brutalidad de los combates son cada vez mayores, afectando a la población de Sudán, y el mundo guarda un escandaloso silencio, aunque persisten impunemente las violaciones del derecho internacional humanitario. Es vergonzoso que las atrocidades cometidas hace 20 años en Darfur puedan volver a repetirse hoy con tan poca atención. Como consecuencia, casi seis millones de personas se han visto forzadas a abandonar sus hogares; más de un millón han huido a países vecinos, a menudo frágiles, y algunos de ellos ya se han desplazado a Libia y Túnez, y están cruzando el Mediterráneo en endebles embarcaciones hacia Italia y el resto de Europa. Acojo con satisfacción la reanudación de las conversaciones de Yidda, y espero que ayuden al menos a alcanzar pronto un alto el fuego.

Veamos al Líbano – que se tambalea por el colapso económico en un país donde una de cada cuatro personas es refugiada de Palestina o Siria – un síntoma concreto de no uno, sino dos conflictos sin resolver en las fronteras de este pequeño país.

Veamos al Sahel Central, donde, en medio de una grave inestabilidad política, está aumentando de nuevo la violencia brutal que ha aterrorizado a la población civil durante años, empujando cada vez más a la población hacia los Estados costeros de África, que están muy preocupados, con razón, en el contexto de una emergencia climática que está causando estragos sin tregua en los países más pobres.

Veamos a la República Democrática del Congo, donde uno de los peores efectos del conflicto moderno – la espantosa violencia contra las mujeres – está tan extendido como herramienta de guerra que el mundo está casi insensible ante los informes que se reciben cada día de más mujeres, niñas y niños violados, explotados y asesinados, una violencia que expulsa a las personas de sus hogares todos los días.

Veamos a Armenia, donde 100.000 personas huyeron de Karabaj en cuestión de días, como resultado de otro conflicto sin resolver que se había dejado cocer a fuego lento durante décadas.

Veamos a lugares como Centroamérica y otras regiones, donde observamos patrones crecientes de crisis sin resolver agravadas por la delincuencia, incluidas las pandillas que causan desplazamientos, y donde los flujos de población cada vez más complejos incluyen ahora también a muchas personas que llegan de África y otros lugares, un testimonio de la globalidad del desplazamiento y la desesperación.

Cada nueva crisis parece empujar a las anteriores a un peligroso olvido. Pero siguen con nosotros.

Veamos a Ucrania, donde la difícil situación de toda la población civil – incluidas la de más de 11 millones de personas forzadas a abandonar sus hogares tras la invasión rusa – continúa y es particularmente aguda ahora, cuando el invierno se instala de nuevo, como acaban de escuchar. Su sufrimiento no debe olvidarse y este conflicto también debe resolverse con una paz justa para la población de Ucrania.

Observe todas estas crisis, señor Presidente. Y permita que este trabajador humanitario de toda la vida le diga que necesitamos su voz para abordar cada una de ellas. No sus voces. Su voz. Su voz fuerte y unida, portadora de la autoridad que la Carta confiere a este Consejo, pero que el mundo ya no escucha, ahogado como está en rivalidades y divisiones. Desde mi posición, esto es difícil de entender. Como creyente en el multilateralismo y en el papel de las Naciones Unidas, simplemente no puedo aceptarlo.

Señor Presidente,

Al personal humanitario se le pide que recoja los pedazos y ayude a más personas en más lugares. Se nos pide que sigamos adelante durante más tiempo y que intentemos mantener unidas más cosas, mientras se gasta poco capital político en hacer la paz.

Tengan la seguridad de que no nos rendiremos, aunque sea difícil. Reconociendo la extraordinaria carga que representan los millones de personas refugiadas sirias en los países vecinos, por ejemplo, seguimos trabajando con el Gobierno de Siria para superar la todavía amplia brecha de confianza y crear las condiciones para que la población refugiada acabe regresando voluntariamente, en condiciones de seguridad y dignidad.

Por eso es frustrante cuando encontramos ventanas de solución, como por ejemplo en Burundi, y no disponemos de fondos para ayudar a las personas a regresar a sus hogares y reiniciar sus vidas.

Y también hay otros retos, también reflejo de nuestro mundo inestable: por ejemplo, en países como Myanmar, Afganistán y otros, donde la combinación de conflictos, violaciones de los derechos humanos y retos humanitarios hace que la entrega de ayuda – indispensable para salvar vidas – requiera interactuar con las autoridades de facto en contextos políticos tensos y a menudo peligrosos.

Estoy consciente de los riesgos, y también del trabajo realizado por el Consejo sobre las excepciones humanitarias, que espero continúe. Porque en estas situaciones necesitamos flexibilidad, ante todo de quienes controlan el territorio, pero también de quienes nos apoyan. La realidad es que el personal humanitario está intentando recoger las piezas de este rompecabezas también en estos lugares, lugares en los que a la mayoría de los gobiernos les resulta demasiado difícil operar. Estamos comprometidos y, por lo tanto, expuestos. Pero persistimos porque las personas no pueden esperar una paz que no se persigue.

Y además, se nos pide que hagamos más con menos. Perdónenme si hablo de dinero, pero debo hacerlo, porque la labor humanitaria necesita recursos. Tan solo ACNUR necesita urgentemente 600 millones de dólares (USD) antes de que acabe el año, y las perspectivas para el próximo año son sombrías, con los grandes donantes recortando la ayuda y otros – que podrían ayudar – no comprometiéndose en el apoyo multilateral. La UNRWA – cuyo papel crucial es ahora evidente para todos – ha quedado crónicamente infrafinanciada. El Programa Mundial de Alimentos, UNICEF y el Comité Internacional de la Cruz Roja se enfrentan a la misma crisis financiera en sus actividades humanitarias.

Así que priorizamos y volvemos a priorizar.

Recortamos raciones, alojamiento, personal, con la esperanza de mantener una cuerda de salvamento para quienes lo necesitan. Pero en muchos lugares esa cuerda de salvamento es cada día más delgada.

La soledad, la exposición y la escasez de recursos hacen que me pregunte cuánto tiempo más podremos continuar. El personal humanitario es fuerte, pero el personal humanitario, señor Presidente, está al límite. ¿Y qué le quedará a usted cuando ellos tengan que irse?

Señor Presidente,

No se puede subestimar la gravedad de este momento. Las decisiones que ustedes 15 tomen – o dejen de tomar – nos marcarán a todos y a las generaciones venideras.

¿Seguirán permitiendo que este rompecabezas de guerra se complete con actos agresivos, con su desunión o con pura negligencia?

‌¿O darán los pasos valientes y necesarios para alejarse del abismo?

Gracias.