Aumenta la amenaza de malaria para los refugiados congoleños en Uganda
Aumenta la amenaza de malaria para los refugiados congoleños en Uganda
RWAMWANJA, Uganda, 3 de diciembre (ACNUR) – Tras sobrevivir al trauma de un desplazamiento forzado y la inseguridad, miles de refugiados congoleños se encuentran con un nuevo peligro en Uganda, la malaria.
Trabajar en este asentamiento de refugiados en el distrito de Kamwenge, al oeste de Uganda, también es un reto para ACNUR y sus socios. "Es la estación de lluvias, así que ahora es el momento en el que la gente contrae la malaria. Hay muchos mosquitos" dice Evariste Kalozi, jefe médico del centro de salud de Rwamwanja. "No están acostumbrados a ello", dice sobre los refugiados.
Pero los recursos para combatir esta amenaza son limitados. Sólo hay un centro de salud para atender a una población de más de 30.000 refugiados y 35.000 ugandeses que viven dentro y fuera del asentamiento, que se extiende sobre una extensa área e incluye 16 aldeas. Los niños son una población en riesgo.
Además, la lucha y el avance rebelde del pasado mes al otro lado de la frontera, en la República Democrática del Congo (RDC), aumenta el temor a una mayor afluencia de refugiados, lo que podría agravar la situación. Hasta ahora esto no ha ocurrido, pero la situación se mantiene volátil y podría cambiar en el futuro.
En un llamamiento a los donantes lanzado el pasado mes de septiembre, ACNUR afirmaba que las necesidades para este año en Rwamwanja incluían la construcción de dos nuevas instalaciones sanitarias y la provisión de equipamiento para los centros de salud existentes, así como más personal sanitario, medicinas y suministros médicos. El asentamiento fue reabierto en abril únicamente para acoger a los refugiados que huyeron de la primera oleada de combates del año en la provincia de Kivu Norte, en RDC.
Kalozi afirma que son esenciales las medidas preventivas, entre ellas las campañas para concienciar sobre la malaria y la importancia de usar mosquiteras, así como de rociar los interiores de las casas con insecticidas. "Tenemos que informar a los refugiados sobre la enfermedad y lo importantes que es que acudan rápido al hospital" explica.
El personal médico también tiene que estar preparado para ayudar a los enfermos de malaria. "La incidencia de malaria aquí es alta y cuando afecta a los niños, puede llevarles a padecer desnutrición y anemia. Hay que tratarles con rapidez en las primeras 24 horas" asegura Kalozi.
Pero Rosse Immaculate, una trabajadora del área de salud de ACNUR, dice que conseguir que los refugiados comprendan la gravedad de la situación es un gran reto porque muchos vienen de áreas sin mosquitos en Kivu Norte. "Hemos entregado mosquiteras a los refugiados, pero no las usan. Las cortan y las usan para atar los tejados de sus refugios" dijo.
"Cuando los refugiados enferman, la mayoría prefiere usar la medicina tradicional y hierbas. Sólo cuando esto no funciona van al hospital, pero puede ser ya muy tarde" añade Immaculate.
Harerimana, de 52 años, huyó de la ciudad de Brito, en Kivu Norte, el pasado junio con su mujer y siete niños. Es uno de los refugiados que entiende la importancia de estos temas de salud, pero dice que el centro médico de Rwamwanja está a cinco kilómetros andando desde su pueblo. "Necesitamos un puesto más cercano a la aldea" explica.
Immaculate dice que ACNUR ha abierto dos nuevos puestos de salud en el asentamiento y que "se está trabajando con las autoridades locales y del distrito para crear equipos de refugiados médicos voluntarios para los pueblos para así contactar y educar a las comunidades sobre temas sanitarios y hacer visitas a las casas para identificar y derivar a los enfermos".
Más de 100 voluntarios ya han recibido formación y están trabajando informando a otros refugiados sobre los peligros de la malaria y otros problemas de salud, entre ellos la diarrea, neumonía y desnutrición, y cómo prevenir o responder a ellos. También derivan casos al centro de salud.
Pero la trabajadora de ACNUR, Immaculate, dice que se necesita un mayor compromiso para reducir los riesgos de coger la malaria entre los meses de diciembre a febrero, el período más propicio a contraer esta enfermedad. También destaca la actual escasez de medicinas en el centro médico: "tenemos muy poco" dice, añadiendo: "El siguiente paso sería formar a equipos sanitarios del pueblo para tratar la malaria en las casas".
Si la malaria no se controla, podría afectar al índice de desnutrición, que por el momento está en un 8,49 % de los niños menores de cinco años que han pasado los chequeos médicos.
También asegura que el asentamiento de Rwamwanja podría estar abierto durante mucho tiempo, lo que significa que se tienen que tomar medidas serias. Esto incluye la sensibilización de la comunidad para motivar un cambio de actitud, la formación de equipos sanitarios locales que puedan ofrecer servicios médicos a los hogares, formación para empleados médicos y garantizar un suministro adecuado de medicinas que permitan a la comunidad prevenir y controlar la malaria.