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Un nuevo comienzo en México: dejando atrás la violencia doméstica

Historias

Un nuevo comienzo en México: dejando atrás la violencia doméstica

Rebecca endured years of violence from her husband in Nicaragua before fleeing the country and reaching Mexico, where she was granted refugee status. [for translation]
23 Septiembre 2009 Disponible también en:
A Mother and Child Reunion: Rebecca is reunited with her son [for translation]

CIUDAD DE MÉXICO, México, 22 de septiembre (ACNUR) – Rebeca* lucía feliz mientras abrazaba a su querido hijo en el aeropuerto internacional de México el mes pasado, después de más de un año de permanecer separados. La última vez que vio a Juan*, su hijo de 20 años de edad, en junio del año pasado, ella estaba sumida en la angustia y temiendo por su vida.

Esta mujer castaña de 40 años de edad fue por mucho tiempo una víctima de la violencia doméstica, pero, a diferencia de la mayoría de las mujeres que sufren abuso en su propio hogar, ella huyó a otro país porque sentía que no había persona u organización alguna a la que pudiera recurrir en su natal Nicaragua. El año pasado, ella fue reconocida como refugiada en México, ya que sería muy peligroso repatriarla.

La violencia doméstica es un gran problema en Nicaragua; algunas organizaciones no gubernamentales estiman que hasta un 60 por ciento de las mujeres sufren algún tipo de violencia o han sido agredidas físicamente por su pareja al menos en alguna ocasión.

Denunciar este delito no garantiza la protección de la víctima; de acuerdo con organizaciones de derechos humanos nicaragüenses, más del 70 por ciento de los casos denunciados por violencia doméstica son absueltos o no llegan a ser sentenciados. Muchas mujeres en el país consideran a la violencia doméstica como una carga que deben soportar.

Rebeca la soportó por más de 20 años. Su desdicha comenzó casi desde el momento en que se casó con el hombre con quien creía que pasaría el resto de su vida. Ella tenía sólo 17 años en ese entonces, cuando conoció el lado oscuro de su temperamento, y el abuso verbal y psicológico no tardaron en aparecer.

Su esposo solía golpearla, gritarle, hacerla menos en público e incluso abusar sexualmente de ella. Él no le permitía trabajar ni contar con algún ingreso. Se enfurecía si ella miraba a cualquier hombre, incluso a su doctor o a un mesero en un restaurante.

Cuando estaba embarazada de gemelos, el esposo de Rebeca no le permitió ver a ningún doctor. Uno de sus bebés nació muerto y el otro murió a las pocas semanas, posiblemente debido a las golpizas que sufrió durante el embarazo.

Un año después, tras dar a luz a su hijo, Rebeca intentó abandonar su casa. Su esposo le disparó al piso cuando quiso irse llevando a su niño, y ella decidió quedarse en lugar de arriesgar la vida de su hijo.

Rebeca consideró que le practicaran una cirugía para evitar que pudiera tener más niños. "Me preocupaba porque si tenía una hija no quería que ella sufriera lo que yo viví toda mi vida", dijo. Pero para ello Rebeca necesitaba el permiso de su esposo, de acuerdo con la ley en Nicaragua, y él se rehusó.

No fue sino hasta el año pasado, cuando su hijo ya era un adulto, que ella escapó. "Mi hijo sentía la responsabilidad de cuidar de mí. Él me decía: 'yo no puedo salir a la calle porque me preocupa cómo la voy a encontrar'. Los últimos dos años llevé muchos golpes porque me empecé a rebelar", explica Rebeca.

Ella se unió a la transitada ruta que atraviesan los migrantes indocumentados y los refugiados a través de Centroamérica hacia los Estados Unidos. La Agencia de la ONU para los Refugiados trabaja estrechamente con las autoridades en países como México, para intentar identificar a aquellas personas con necesidades de protección internacional inmersas en estos movimientos migratorios mixtos, principalmente personas que huyen de un conflicto o de la persecución, como el caso de violencia doméstica, que puede llegar a ser una forma de persecución.

Rebeca fue detectada por las autoridades migratorias mexicanas cerca de la frontera con Estados Unidos. Cuando les informó sobre su miedo de que la regresaran a Nicaragua, su caso fue referido a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR).

Ella fue reconocida con el estatuto de refugiada hace un año y ha encontrado trabajo como asistente administrativa. La cereza del pastel en su nueva vida ocurrió cuando finalmente, con la ayuda del ACNUR, su hijo pudo reunirse con ella.

Rebeca cuenta que su esposo solía amenazarla psicológicamente para que permaneciera en su casa. "Él me decía 'si a mí me dejas, no vas a tener paz, no vas a vivir para contarlo'. Tenía que poner tierra de por medio. Porque me decía que iba a tener que pasar la vida entera cuidándome las espaldas, esperando en qué momento me iba a agarrar". Pero ella está en un buen sitio ahora, donde no puede alcanzarla.

"Soy una sobreviviente. No fui a una guerra, pero parece como si lo fuera", dice Rebeca mientras espera la llegada de su hijo. "Una vez que esté mi hijo conmigo, finalmente sentiré que la pesadilla terminó".

*Los nombres fueron cambiados por razones de seguridad.

Por Mariana Echandi, en la Ciudad de México, México