Ex-refugiada bosnia ayuda a desplazados forzosos con tecnología
Ex-refugiada bosnia ayuda a desplazados forzosos con tecnología
PARÍS, Francia, 24 de noviembre (ACNUR) – Cuando Leila Toplic tenía 18 años, ella y su familia tuvieron que abandonar su hogar en Bosnia y Herzegovina, país devastado por la guerra, y pasaron un año en un campamento de refugiados en Hungría, en el que Leila trabajó como voluntaria dando clases a los niños refugiados. Un año más tarde, la familia Toplic emigró a los Estados Unidos y en este país Leila estudió en prestigiosas universidades de Massachusetts. Después de graduarse, decidió proseguir su formación en el ámbito de la tecnológica y se incorporó a Adobe Systems, en Seattle. Actualmente, Leila Toplic vive en París, la capital de Francia, y ocupa un cargo directivo en el departamento de estrategia de consumo del gigante de la informática – y empresa colaboradora del ACNUR – Microsoft. Pero también dedica tiempo a colaborar como voluntaria para aumentar la sensibilización pública sobre los desplazamientos forzosos. En el mes de agosto, viajó a Kenya y al sur del Sudán para ayudar al ACNUR a documentar historias de refugiados en el marco de un nuevo proyecto de comunicaciones. La joven se entrevistó recientemente en París con William Spindler y Clara Souchereau, de ACNUR. A continuación figuran algunos extractos de la entrevista:
Cuéntenos su salida de Bosnia y Herzegovina
La Guerra en Bosnia comenzó cuando yo tenía 14 años. Somos de etnia bosníaca pero vivíamos en Banja Luka, una ciudad de mayoría serbia. Y fue un conflicto étnico [entre los años 1992 y 1995] el que destruyó mi país, su pueblo y su cultura. Fueron unos años de miedo, destrucción e incertidumbre y lo único que podía hacer era centrarme en mi educación. Permanecimos allí casi todo el tiempo que duró la guerra porque pensábamos que acabaría pronto y no queríamos abandonar nuestro hogar. Pero entonces [en el mes de julio de 1995] se produjo la masacre de [unos 8.000 hombres y muchachos bosníacos de] Srebrenica y temíamos que aquello pudiera volver a repetirse. Salimos en autobuses con otras familias a lo largo de un corredor humanitario atravesando los campos de batalla y sin garantía alguna de que pudiéramos salir de allí. El autobús nos dejó en la frontera serbio-húngara, donde nos recogió el ACNUR y nos llevó al campamento de refugiados de Nagyatad.
¿Cómo era la vida de una refugiada?
Convertirse en refugiado es muy duro y es algo que te cambia la vida. Hoy llevas una vida normal y al día siguiente te encuentras con que el mundo que conoces ha sido reemplazado por la destrucción y el miedo y, para sobrevivir, te ves obligado a abandonar todo lo que conoces y amas. Hoy tienes un hogar y al día siguiente eres un refugiado. . . Cuando llegamos al campamento averiguamos que habían construido una escuela para los niños refugiados y decidí ofrecer mi ayuda y enseñar arte e inglés. Lo más duro para mí, aunque también lo más gratificante, fue conseguir que los niños volvieran a reír y contribuir a que los adolescentes recuperaran la esperanza y se prepararan para el futuro.
¿Cómo logró iniciar una nueva vida después de aquello?
Cuando llegué a los Estados Unidos, mi principal prioridad fue proseguir mi educación, por lo que presenté mi solicitud para ingresar en la Universidad. En el Wellesley College, en Massachusetts, curse estudios sobre la paz y la justicia. Al mismo tiempo, me matriculé en el Media Lab del Instituto de Tecnología de Massachusetts para explorar mis posibilidades en el ámbito de la tecnología, un campo que había descubierto cuando asistí a clases de informática en el campamento de refugiados.
Al mismo tiempo que estudiaba en la Universidad, continué con mi labor con los refugiados e inicié las primeras secciones de estudiantes para el ACNUR y el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer. Era una oportunidad para poner a los jóvenes en contacto con algo que a mí me apasionaba y establecer una conexión entre esas importantes causas y la próxima generación de líderes. Después de graduarme, proseguí mis estudios de tecnología y empecé a trabajar en Adobe Systems, en Seattle. Dos años más tarde me incorporé a Microsoft.
¿Cómo empezó a trabajar para los refugiados?
En mi calidad de refugiada y beneficiaria de la ayuda del ACNUR me di cuenta de la importancia que la misión que ustedes llevan a cabo tiene para los millones de personas que dependen cada día de su ayuda, tanto para los medios de subsistencia básicos como para recuperar la esperanza y buscar un hogar. Actualmente contribuyo a la causa de los refugiados poniendo mis capacidades de comunicación al servicio de los esfuerzos del ACNUR para animar a las personas de todo el mundo a prestar apoyo a los refugiados, y colaborando en los programas conjuntos del ACNUR y Microsoft. Por ejemplo, desde el año 2004, Microsoft, en asociación con el ACNUR, está creando centros comunitarios de acceso a las tecnologías en los campamentos de refugiados de todo el mundo. A finales de 2010, el programa abarcará 32 campamentos en 13 países.
Por mi propia experiencia en Hungría y también por lo que he oído a los refugiados de Kenya y el Sudán, sé que vivir en un campamentos de refugiados puede ser algo parecido a vivir en una isla incomunicada. Sin embargo, con la ayuda de la tecnología, los refugiados pueden salvar las distancias y tener acceso a información, a educación, a nuevos conocimientos y, en definitiva, a una vida mejor. Quiero ayudar al ACNUR a ofrecer la misma esperanza y oportunidad, uno por uno, a los otros refugiados.