Cerrar sites icon close
Search form

Buscar el sitio de un país

Perfil de país

Sitio de país

Los desplazados internos malienses tratan de sobrevivir tras huir de los combates

Historias

Los desplazados internos malienses tratan de sobrevivir tras huir de los combates

Las necesidades económicas, alimentarias y de alojamiento de las casi 198.600 personas que han huido de sus hogares en Malí son enormes.
12 Diciembre 2012 Disponible también en:
El hombre en el centro de esta imagen, con traje naranja, está acogiendo a 18 personas desplazadas internas en su casa, en Bamako. Muchos de los que buscan refugio en la capital se quedan con parientes o amigos.

BAMAKO, Malí, 12 de diciembre (ACNUR) – Hidjaba está haciendo esfuerzos por cuidar de su familia, al igual que hacen otros cerca de 200.000 malienses que han huido del norte del país escapando de los combates que estallaron en enero entre varios grupos armados y las fuerzas del gobierno.

"Estoy dispuesta a hacer todo lo que sea posible para encontrar comida para mis hijos" dice esta mujer de 45 años que se levanta a las 6 de la mañana para preparar la comida que servirá de alimento a sus hijos y para vender en las calles. "A veces van a la escuela por la mañana con el estómago vacío porque no tengo suficiente dinero para comprar mijo para cocinar".

La familia de Hidjaba es una de las 47.000 desplazadas internas (IDPs por sus siglas en inglés) que han encontrado refugio en Bamako. En total, 198.600 personas han huido de sus hogares y muchos han encontrado refugio en la capital y en las zonas de Segou, Kayes, Koulikoro, Sikasso y Mopti.

Sus necesidades económicas, alimentarias y de alojamiento son enormes. ACNUR ha estado proporcionando materiales de ayuda humanitaria a miles de familias en la ciudad de Mopti, que acoge a unas 40.000 personas desplazadas internas. Sin embargo, hasta ahora ACNUR ha recibido solo 71,5 millones de los 123,5 que necesita este año para asistir a los desplazados internos en Malí,así como a decenas de miles de refugiados malienses en Burkina Faso, Níger y Mauritania.

"En general los donantes son más reticentes a destinar fondos para ayudar a poblaciones que están dispersas en entornos urbanos, a las que es más difícil localizar y hacerles llegar la asistencia, a diferencia de la población que está en los campos" dice Marie-Antoinette Okimba, Representante de ACNUR en Malí. "Sin embargo, estas personas necesitan ayuda urgentemente. Necesitamos más fondos para poder dar la asistencia adecuada y contratar personal cualificado que pueda atender a estas familias en situación desesperada".

Hidjaba y sus siete hijos huyeron de Gao el pasado mes de mayo después de que la ciudad cayera en manos del movimiento rebelde tuareg, un mes después de haber sido tomada por el grupo rebelde islámico Ansar Dine. Su marido, que era conductor, fue asesinado en una emboscada cuando trabajaba para un grupo de autodefensa.

La pérdida del cabeza de familia y la inseguridad hicieron que Hidjaba huyera de la ciudad con sus hijos en dirección a la capital, donde muchos desplazados internos alquilan casas o viven con otros parientes. Al principio Hidjaba se alojó con una amiga pero ahora vive de alquiler en una casa que no tiene electricidad ni agua corriente y por la que paga unos 40 dólares al mes. Los vecinos tratan de ayudarla y a veces le pagan un dinero por lavarles la ropa.

Las organizaciones caritativas del gobierno y las agencias humanitarias como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) distribuyen regularmente alimentos a los desplazados vulnerables, pero no hay un plan de distribución sistemático que garantice que estas personas tengan alimentos regularmente, aunque se están proponiendo programas de asistencia adicionales en Bamako.

Una reciente encuesta de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Comisión maliense sobre Movimientos de Población, que incluye al ACNUR y a otras agencias de ayuda locales e internacionales, así como al gobierno, ha revelado que el 58% de las personas desplazadas en Bamako son originarias de la zona de Tombuctú, y otro 38% han llegado de la región de Gao.

Desde enero, los civiles han tenido que soportar múltiples oleadas de violencia a medida que se sucedían los intensos combates entre distintos grupos que, de forma sucesiva, iban tomando las principales ciudades del norte. Algunos civiles se han tenido que enfrentar al caos y al pillaje, otros se fueron antes de los combates y algunos decidieron quedarse con la esperanza de poder ver un Malí unificado.

Los desplazamientos son constantes y complejos, ya que hay gente que va y viene a la zona norte para comprobar el estado de sus casas, sus tierras o sus parientes. Muchos cabeza de familia no se pueden permitir llevar a sus mujeres y sus hijos a Bamako. Otras familias envían a sus hijos a vivir con parientes a Bamako para continuar así con su educación.

Los civiles siguen huyendo del norte de Malí a causa de los nuevos ataques. Los desplazados internos han contado a los equipos de ACNUR que otro motivo de su huida son los rumores acerca de una inminente intervención por parte de una fuerza militar regional con el fin de restaurar el control del gobierno en el norte.

Para Mustapha, de 53 años, el desencadenante que le llevó a huir de la región de Gao fue una visita de hombres armados del grupo Ansar Dine en el mes de agosto. Entraron en la casa de este imam y le obligaron a unirse al movimiento. "Me negué y me secuestraron" dice. Amenazaron con matarle antes de abandonarle a las afueras de la ciudad. Al día siguiente huyó con su familia a Bamako.

"El imam es la primera persona a la que la gente de una aldea o ciudad escucha. Pero me negué a transmitir su ideología y a unirme a ellos" cuenta. Una vez en Bamako, Mustapha, sus dos mujeres y ocho hijos estuvieron 40 días viviendo con un primo suyo hasta que consiguieron habitaciones separadas.

"Los desplazados no pueden quedarse para siempre en casa de sus parientes y al mismo tiempo tienen pocos medios económicos para alquilar casas" dice Mamane, un habitante de Bamako que está alojando a 18 desplazados internos. "Simplemente no podía dejar que se quedaran en la calle".

Por Hélène Caux en Bamako, Malí