Un centro en Rumanía ofrece a los refugiados la oportunidad de una nueva vida
Un centro en Rumanía ofrece a los refugiados la oportunidad de una nueva vida
TIMISOARA, Rumania, 19 de agosto de 2013 (ACNUR) – Tras haber pasado casi dos años en un campamento en el desierto en la frontera entre Egipto y Libia, un sudanés de 28 años llamado Mohamed llegó al Centro de Tránsito de Emergencia (CTE) de Timisoara. Aunque es una parada temporal mientras Mohamed y otros refugiados esperan para trasladarse a sus nuevos hogares en otros países, el CTE es considerado un santuario de bienvenida.
"Me hizo muy feliz llegar aquí", manifestó Mohamed, un antiguo estudiante de veterinaria obligado a abandonar a su familia en Darfur, una región sudanesa devastada por la guerra. "¡Me sentí a salvo! Hay agua, comida y es un lugar tranquilo para dormir".
Timisoara brinda a los refugiados algo más que lo imprescindible para satisfacer sus necesidades básicas. Actualmente, Mohamed asiste a clases de inglés financiadas por ACNUR con el fin de prepararse para su próximo reasentamiento en el estado de Iowa, Estados Unidos.
El CTE es un lugar seguro donde se garantiza protección a los refugiados durante un período de seis meses mientras que completan todos los procedimientos necesarios para su reasentamiento. Esto incluye: entrevistas con funcionarios de los países donde hayan sido aceptados, aprendizaje del idioma hablado en su futuro lugar de residencia y provisión de huellas dactilares y fotografías, así como asistencia psicológica y revisión médica.
Si bien ACNUR se hace cargo de la mayoría de los gastos (alimentos, vestimenta, artículos personales y servicios públicos), el gobierno de Rumanía brinda protección y alojamiento.
"Estamos aquí para ofrecer nuestro apoyo y estamos muy orgullosos de hacerlo", declaró Filimon Pitea, administrador rumano del CTE, quien recuerda un pasado no muy lejano en el que muchísimos rumanos huían del comunismo en busca de un nuevo comienzo. "Nos sentimos satisfechos. Es bueno saber que estamos haciendo algo para ayudar a nuestros iguales".
El centro, ubicado en el oeste de Rumanía, puede albergar hasta 200 personas al mismo tiempo. En julio, había 164 refugiados provenientes de Sudán, Irak, Eritrea y Somalia en el CTE, y se esperaba la llegada de más personas desde Siria.
Aunque ofrece muchas cosas a los refugiados, el CTE no es su hogar. Los residentes pueden salir únicamente si están acompañados por trabajadores sociales, como los representantes del servicio social de la ONG Generatia Tanara (GRT). Estos trabajadores sociales acompañan a los residentes a las tiendas, al cine e incluso a las peluquerías en la ciudad cercana de Timisoara.
Desde su establecimiento, el CTE de Timisoara ha ofrecido refugio temporal a un total de 1.230 refugiados. De ese total, 1.085 han encontrado un nuevo hogar en países de reasentamiento como Estados Unidos, Reino Unido, Países Bajos, Canadá, Suecia, Finlandia, Alemania, Australia y Noruega.
Ali Osman, un eritreo de 20 años de edad, pasó dos años aterradores junto a otros compatriotas en una prisión de Yemen por entrar en el país de forma ilegal antes de que ACNUR pudiera liberarlos. "Estuve en prisión con asesinos", expresó Ali mientras se dirigía a una clase de finlandés para preparase para su nueva vida en el país nórdico.
Andrea Lampinen, miembro de GRT, brinda asistencia psicológica postraumática. Según ella, los refugiados más jóvenes se adaptan con mayor facilidad a una nueva vida. Sin embargo, todas las personas que llegan al CTE son "héroes de la vida real" debidoa todo lo que han tenido que pasar.
"Para absolutamente todos los que están aquí, el pasado es algo traumático y doloroso", declaró Lampinen. "Intento convencerlos de que la vida puede mejorar y que depende de ellos decidir qué quieren hacer con su futuro".
Según Lampinen, la cuestión es: "¿Seguirán siendo víctimas o tomarán las riendas de su vida y lucharán por sí mismos, por sus familias?". Muchos de los refugiados todavía no han podido superar las dificultades personales.
A Mohamed le preocupa su familia y no puede dejar atrás los recuerdos del pasado. "Sé que tengo que mirar hacia el futuro y dejar atrás el pasado, pero es difícil. A veces, sólo tengo ganas de llorar", confesó Mohamed.
Por Andreea Anca en Timisoara, Rumanía