ACNUR lleva ayuda y sonrisas a desplazados georgianos en las montañas
ACNUR lleva ayuda y sonrisas a desplazados georgianos en las montañas
SOMICO, Georgia, 15 de enero de 2014 (ACNUR) – El mejor amigo de Ema Maisuradze es su perro, Butkhu. Él hace compañía a esta mujer de 48 años en su casa destartalada y actúa como si fuera sus ojos y sus oídos en esta aldea de montaña situada en el norte de la hermosa región de Racha, en Georgia, donde vive sola y lejos de su cuidad natal en Abkhazia, de la que se vio obligada a huir hace 20 años.
Ema necesita ayuda. Invidente y con una discapacidad que le impide utilizar el brazo derecho, vive en condiciones insalubres y de humedad y debe valerse por sí misma en un espacio de unos siete metros cuadrados que funciona como comedor, salón y dormitorio a la vez. El baño se encuentra fuera de la casa y consiste en un agujero en el suelo cubierto por un par de tablas inestables de madera.
Es obvio que estas condiciones no son adecuadas para una mujer en su situación. Sin embargo, lleva viviendo así desde que murió su padre hace tres años y ninguna de sus tres hermanas quiso llevársela a vivir a la capital georgiana, Tbilisi, para cuidar de ella. Los vecinos le ayudan a cocinar y a limpiar algunas veces pero Ema debe moverse sola en taxi cuando necesita comprar provisiones con sus escasos recursos.
Todavía hay 65 familias desplazadas internamente que viven en los pueblos de Racha, la mayoría de ellas procedentes de la disputada región de Abkhazia, que Georgia aún reclama. ACNUR sigue con preocupación los casos más vulnerables, como el de Ema, cuya situación solamente podrá empeorar con el paso del tiempo. La Agencia de la ONU para los Refugiados se enteró por primera vez de la historia de Ema durante una misión que tuvo lugar el año pasado para evaluar las necesidades de las personas desplazadas internamente que aún viven en las aldeas más remotas y de difícil acceso de las maravillosas montañas de Racha.
Ahora, gracias a unos fondos de los Países Bajos, ACNUR ha comenzado a proporcionar ayuda directa a las familias de desplazados más vulnerables identificadas en toda Georgia mediante misiones de evaluación de las necesidades como la que encontró a Ema en Racha. La ayuda incluye dinero en efectivo y otros artículos básicos no alimentarios como ropa de cama o utensilios de cocina. Cuando ACNUR volvió recientemente a Racha con un camión cargado de ayuda humanitaria para los más vulnerables, incluidos aquellos con problemas médicos y de salud mental, personas no autosuficientes y sin familia ni apoyo de la comunidad, Ema fue la primera persona a la que atendieron.
Ella se alegró mucho. "Esperaba que volvierais con ayuda, pero no pensaba que lo haríais tan pronto ni que traeríais todas estas cosas", dijo al equipo de ACNUR cuando le entregaron las provisiones. "No recuerdo la última vez que fui tan feliz y recibí regalos así, quizá cuando era pequeña", dijo Ema mientras palpaba todas las cosas para averiguar lo que eran.
Cuando le entregaron el dinero, sonrió. "Ahora podré comprar alimentos, ropa de abrigo y leña para el invierno, y si me queda algo podré comprarme una dentadura para poder comer mejor y sonreir". Pero sobre todo se emocionó cuando ACNUR le entregó una radio y reproductor de CDs. Ema explicó que amaba la música: "cuando la escucho no me siento sola ni triste, solamente pienso en cosas positivas".
La música la transporta a su juventud en Gudauta, su ciudad en Abkhazia, situada sobre el Mar Negro, cuando aún veía, rodeada de amigos y familia, y con innumerables planes para el futuro. Todo eso se truncó en 1992, durante el conflicto de Abkhazia, cuando fue gravemente herida por la explosión de una bomba en Sukhumi. Cinco años más tarde, depués de haber huido de Abkhazia, perdió completamente la vista. Se mudó a Somico, la aldea de sus abuelos en Racha, a principios de los años 90, cuando aún era joven. Sin embargo, le esperaba un futuro sombrío.
El equipo de ACNUR, feliz de haber llevado un pequeño rayo de luz a su oscuridad, ayudó a Ema a cortar la leña, limpiar su casa y ordenar la nueva ropa de cama, las mantas, los utensilios de cocina y demás cosas, antes de marcharse para ayudar a otros desplazados en la región de Racha.
Este fue el caso de Caca Gugeshashvili, una mujer viuda que huyó con su marido desde Abkhazia a la aldea cercana de Borco en 1993, y que ahora vive sola. Esta mujer mayor, de 76 años, llora cuando habla de la época en que dejó su hogar. "He sido una desplazada durante 20 años y esta es la primera vez que he recibido ayuda de verdad", dijo esta madre de dos hijos, ya adultos, conmovida por la ayuda recibida por parte de ACNUR.
Su vecina, Tamara Gugeshashvili, de 87 años, es una desplazada de Sukhumi, la capital de Abkhazia, y también recibió ayuda. Lleva paralizada desde que sufrió una apoplejía hace tres años, pero al menos tiene a su hijo Merab y a su nuera, que cuidan de ella. "Nuestra madre necesita asistencia que no podemos permitirnos, y ahora con vuestra ayuda, podremos hacer muchas más cosas por nuestra querida madre que está sufriendo", dijo Merab.
En la aldea de Glola, ACNUR también prestó ayuda a Lola Maisuradze, que ahora está relegada a una silla de ruedas debido a una artritis aguda, y vive en una casa que ella misma construyó. Esta mujer mayor, de 74 años, dijo que "nunca habría esperado ayuda, pero la necesitaba... Es la primera vez en nuestras vidas que mi marido y yo recibimos dinero y asistencia sin tener que sudar y trabajar duro para ello".
El equipo de ACNUR encontró a muchas más personas que necesitaban ayuda, especialmente durante el duro invierno de esta región montañosa. Aunque el gobierno proporciona paquetes de ayuda básica a los necesitados, a menudo no es suficiente y ACNUR ha intentado ayudar a las personas más vulnerables. "Lo que ACNUR realmente quisiera ver es un esfuerzo conjunto de todos los actores interesados, para poder llevar el desarrollo sostenible a esta región", dijo Simone Wolken, Representante de ACNUR en Georgia.
Los desplazados aún sueñan con volver a Abkhazia, el lugar que dejaron cuando eran jóvenes. Pero las cifras de desplazados en la región de Racha están disminuyendo y no hay mucho futuro para la mayoría de los jóvenes. Además la seguridad es una cuestión importante dada la cercanía con Osetia del Sur, otra región secesionista de Georgia. Esto hace la vida aún más difícil para aquellos que se quedan, debido a los obstáculos para acceder a las zonas agrícolas y a los recursos hídricos cercanos a la frontera.
Algunos temen que pronto se olvidarán de nuevo de ellos. "Las organizaciones internacionales vienen y nos preguntan cuáles son nuestros problemas, pero nunca vuelven con ayuda", dijo un aldeano. "Quién sabe, puede que vosotros seáis diferentes y volváis con asistencia y protección". ACNUR está comprometido con su bienestar. Ema sabe que Butkha no es su único amigo.
Por Nino Kajaia en Somico, Georgia