La cría de pollos demuestra ser la mejor terapia para unas viudas congoleñas en Ruanda
La cría de pollos demuestra ser la mejor terapia para unas viudas congoleñas en Ruanda
GIHEMBE, Ruanda, 10 de abril de 2014 (ACNUR) – Jacqueline se abre camino velozmente a través de docenas de gallinas alborotadas antes de abalanzarse y agarrar con destreza una de ellas. Aunque el gallinero se encuentra tenuemente alumbrado, la pequeña y caótica sala se ha convertido en un reducto terapéutico para la refugiada congoleña, único miembro de su familia que sobrevivió a una de las masacres más horrendas sufridas por Ruanda desde el genocidio de 1994.
La granja avícola se inauguró hace tres años, en este campamento en las colinas del norte de Ruanda, como proyecto para proporcionar ingresos a un grupo de mujeres refugiadas que sobrevivieron a la violencia y la tortura. Muchas de las 250 beneficiarias originales de estos proyectos sobrevivieron a la infame masacre de Mudende de 1997, en la cual grupos armados atacaron, dos veces en cinco meses, el campamento de ACNUR que llevaba ese nombre, matando a cientos de personas.
En aquel entonces, se consideró que Mudende estaba demasiado cerca de la frontera con la República Democrática del Congo, por lo que los residentes fueron trasladados a un nuevo campamento en Gihembe.
"Perdí a mi esposo e hijos en Mudende", revela Jacqueline, en una de las raras ocasiones en que habla.
Su amiga Pelagie, quien también viene de Mudende, afirma que la granja avícola adquirió, rápidamente, mayor importancia que la derivada del suministro para las viudas de alimentos y dinero en efectivo. Se convirtió en algo similar a una terapia de grupo.
"Antes no nos conocíamos", dice Pelagie. "No hablábamos acerca de nuestro sufrimiento. Pero ahora, cuando una de nuestras compañeras está enferma o tiene algún problema, estamos allí para ella". El número inicial de 250 beneficiarias se ha reducido a 110 ya que muchas mujeres fueron reasentadas en los Estados Unidos debido a las necesidades especiales que detentan como sobrevivientes de violencia o tortura.
Las mujeres venden sus huevos y pollos a otros refugiados del campamento y en el mercado local, con beneficios que invierten en el negocio. Ellas reciben, asimismo, dividendos en efectivo una vez cada tres meses, así como huevos para sus familias.
Pelagie, su esposo y sus cinco hijos se escaparon de la masacre de Mudende. Sin embargo, ella manifestó que luego de que su esposo muriera nueve años atrás tuvo, con frecuencia, que vender parte de sus raciones de alimentos para comprar otros artículos esenciales como ropa y jabón. Se preguntaba, en ocasiones, con qué alimentaría a sus hijos.
Pero ahora, con los ingresos del negocio avícola, la familia come durante todo el mes y no tiene que vender ninguna ración. Y lo mejor de todo es que su hija mayor, que tuvo que abandonar el undécimo grado cuando Pelagie no podía pagar las cuotas escolares, se ha reincorporado a su clase.
Las otras mujeres de la granja avícola contribuyen a que su hija permanezca en la escuela.
"Todas nos cuidamos unas a otras", dice Pelagie con una sonrisa.
Por Erika Fitzpatrick en el campamento de refugiados de Gihembe, Ruanda
Gracias a la Voluntaria en Línea Adriana Alemandi por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.