Refugiados sirios en el Líbano pierden todo en un incendio pero no se dan por vencidos
Refugiados sirios en el Líbano pierden todo en un incendio pero no se dan por vencidos
RAS EL EIN, el Líbano, 15 de abril de 2014 (ACNUR) – El viento que arreciaba con fuerza desde el mar tumbó una vela en la "tienda de campaña" que Amar El Omán había construido para albergar a su familia. El incendio arrasó la improvisada estructura de postes de madera y los listones del techo cubiertos con láminas de plástico.
En pocos minutos, ese 10 de enero, el fuego había consumido las otras tiendas de los refugiados sirios. Amar y su familia lo perdieron todo: sus ahorros, sus documentos, sus muebles y, lo más importante, perdieron a Abdul, el hijo de Amar, de 10 meses de edad.
Los funcionarios del ACNUR llegaron esa misma noche y realojaron a las familias en un alojamiento cercano al campamento incendiado, a unos cinco minutos en coche. Entonces las familias debieron enfrentarse a una difícil decisión: quedarse en un lugar más seguro o volver cerca del lugar donde podían ganar algo de dinero para mantenerse a sí mismos.
A la mañana siguiente, todas las familias regresaron al campamento abrasado. Tras esta decisión, el ACNUR les volvió a suministrar materiales para reconstruir sus tiendas, además de estufas y utensilios de cocina.
"No conocíamos a nadie allí", explica Amar, que fue quien dirigió el retorno. "Estaba demasiado lejos de los campos donde podemos encontrar trabajo", dijo Amar apoyándose en la azada, después de un día de trabajo en el campo, que le ha rendido apenas 7 dólares.
Los refugiados sirios aquí son relativamente afortunados. Hay trabajo, pero los bajos salarios – una tercera o cuarta parte de lo que cuesta la mano de obra libanesa – están teniendo repercusiones.
El gran flujo de llegadas – hay más de un millón de refugiados sirios en el Líbano – ha creado un exceso de oferta de mano de obra barata. El Banco Mundial ha informado de que el desempleo libanés se ha duplicado hasta por encima del 20 por ciento y ha llevado a 170.000 libaneses más a vivir por debajo del umbral de la pobreza.
Amar tiene dos esposas y 10 hijos. Él y su segunda esposa, Wajiha, lloraron la pérdida de su bebé pero deben contener la tristeza. Buscar alimento para esa gran familia es ahora la prioridad. Wajiha trabaja también en el campo a pesar de que está de nuevo embarazada. Siembra, planta y cosecha, pero su salario es tan solo de 5 dólares al día.
"Aún así, es mejor aquí que en Siria", dice. "Aquí hay trabajo y una escuela para los niños. Está a solo 10 minutos y hay un autobús que los lleva".
La clave de su trabajo: otro refugiado, llamado Abdul Jabar El Mansour, vive al lado del campamento, en un edificio de apartamentos en desuso que alberga a otras 20 familias. Antes de que estallara el conflicto en Siria, hombres como Abdul se alojaban en este edificio cuando venían cada año como jornaleros.
Ahora él, su hermano y su primo se han convertido también en refugiados. Además se les han unido algunos familiares y vecinos de las aldeas cercanas a Alepo. Abdul Jabar conoce a los propietarios libaneses de las fincas aledañas y puede encontrar trabajo para los demás refugiados.
Abdul Jabar tiene 46 años y huyó de los bombardeos en Siria con sus siete hijos. Pero la guerra sigue estando presente. Sus dos hijas mayores, de 13 y 15 años, sufren ataques de estrés post-traumático y no pueden ir a la escuela. A pesar de ello, tanto ellas como el resto de la familia desean desesperadamente volver a casa.
"El conflicto está constantemente en nuestra mente. Estamos atrapados entre el presente y el futuro, y también nos sentimos atrapados entre aquí y todo lo que hemos construido con nuestro trabajo".
Mientras esperan el regreso, la vida continúa en el Líbano. Yassia es una anciana matrona que llegó de Siria hace un año junto con los siete miembros de su familia. Viven en un garaje al lado del campamento y acogieron a otros siete miembros de la familia de Mohammed Araf Al Hussein – a quien ya conocían en Siria – cuando el fuego se extendió por el campamento.
La esposa de Mohammed se puso de parto el día después del incendio y ella la ayudó a tener el bebé. "La misericordia de Dios es grande", dice Yassia con una sonrisa.
Por Don Murray en Ras el Ein, el Líbano
Gracias a la Voluntaria en Línea Laura Salguero Esteban por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.