Alcalde griego de origen sirio y refugiados hacen que localidad turística vuelva a la vida
Alcalde griego de origen sirio y refugiados hacen que localidad turística vuelva a la vida
ATENAS, Grecia, 9 de junio de 2016 (ACNUR) – En un apartamento de dos plantas, pintado de blanco al lado de una playa pintoresca, Tarek Al-Felou y su esposa, Kinda, preparan shish barak, un plato típico de Oriente Medio a base de pasta rellena de carne.
Sus vecinos son unos 320 refugiados, la mayoría de Siria. Desde marzo, han insuflado una nueva vida a LM Village, un resort de verano cerrado hace más de cinco años debido a la crisis financiera griega.
Ahora, cada uno de los 38 bungalows perfectamente pintados acoge a dos familias. Su colada ondea en la brisa. Las madres conversan bajo los porches enmarcados por palmeras. Los adolescentes juegan a baloncesto en una pista abandonada mientras los niños pequeños se persiguen por un tobogán acuático de colores azul y amarillo descolorido que hay cerca. "¡Yallah, bajad de ahí!", grita un niño mayor. Cinco veces al día, la llamada islámica a la oración de un abuelo resuena por la plaza.
El resort convertido en cobijo para refugiados es un pueblo en casi todos los sentidos, algo muy diferente de los combates, bombardeos y asedios de los que sus residentes escaparon hace solo unos meses. Para la mayoría de ellos, es lo más parecido que han experimentado en años a sus vidas anteriores, previas a la guerra.
"En este lugar intentamos olvidar que somos refugiados", dice Tarek, de 42 años, que fue propietario de un restaurante en las afueras de Damasco y huyó a Grecia con Kinda y sus dos hijos. "Podemos fingir que estamos de vacaciones."
La reapertura del resort como centro de recepción de refugiados es una iniciativa del alcalde local, Nabil-Iosif Morad, un médico sirio natural de Homs que lleva 25 años en Grecia. Nabil-Iosif, que obtuvo la nacionalidad por su matrimonio, es también el primer ciudadano de origen sirio naturalizado griego en ser elegido para un cargo público en el país.
Ofreció el resort después de que el Gobierno griego pidiera ayuda a los alcaldes para acoger a los 57.460 refugiados que aún se encuentran en el país, tras el cierre de fronteras a lo largo de la llamada "ruta de los Balcanes" hacia el norte de Europa. Más de 1 millón de refugiados y migrantes llegaron a Europa por mar el año pasado, según datos de ACNUR.
Nabil-Iosif dice que al principio empezó a recoger donaciones de ropa para enviarla a Idomeni, el campo de refugiados no oficial en la frontera de Grecia con la Antigua República Yugoslava de Macedonia, donde 10.000 refugiados vivieron en condiciones precarias durante varios meses esta primavera. "Pero eso no era suficiente. Así es que pregunté si podíamos utilizar este espacio".
LM Village está situado a 70 kilómetros de la tercera ciudad más grande de Grecia, Patras. Nabil-Iosif dice que aunque algunos de los habitantes de la ciudad dudaban de darle ese uso al resort, como cobijo para los refugiados, el ayuntamiento aprobó la idea casi por unanimidad.
El ministerio de defensa griego, que supervisa algunos aspectos de la gestión de la migración en cooperación con el ministro para la política migratoria, renovó edificios que estaban deteriorados y restableció los suministros de electricidad y agua potable.
Al cabo de unos días, media docena de autobuses llevó allí a refugiados que habían estado viviendo durante semanas en un campo informal en El Pireo, el puerto de Atenas. Se trata de familias jóvenes, algunas con abuelos a su cargo. También hay varias mujeres que viajan solas con sus hijos.
Los residentes más jóvenes del resort tiene solos unos días de edad. Se trata de dos bebés que han nacido en un hospital local en los últimos dos meses.
A Nabil-Iosif le bombardean con preguntas siempre que visita el resort. Los tres supervisores voluntarios no hablan árabe y pocos de los refugiados hablan inglés.
Recientemente, Nabil-Iosif escuchó quejas sobre la calidad del agua corriente e informó a una mujer sobre los resultados de unas pruebas médicas que estaban escritos en griego.
Pero estos problemas se pueden gestionar, dice el alcalde.
"Me alegra verlos vivir así después de escapar de las bombas y la guerra", dice Nabil-Iosif, cuyas tres hermanas escaparon de Homs a zonas de la costa occidental de Siria. "Pero para parar estas imágenes que vemos de Idomeni y otras partes de Europa, primero tenemos que parar la guerra en Siria".
Letrados del colegio de abogados de Patras han visitado LM Village para ofrecer consultas legales de manera gratuita. Muchos refugiados esperan ser entrevistados por el servicio de asilo griego para poder solicitar su reubicación, en el marco de un programa de la Unión Europea que tiene como objetivo trasladar a 160.000 solicitantes de asilo desde Grecia e Italia a otros Estados miembros en los próximos años. Más de una docena han abandonado ya LM Village con destino a Portugal. Otros más serán reubicados en los meses siguientes a la "pre-inscripción", un nuevo esfuerzo conjunto de ACNUR y el servicio griego de asilo a nivel nacional para identificar soluciones legales para cada solicitante de asilo de forma individual.
LM Village recibe ayuda de voluntarios de la Cruz Roja local, que distribuyen alimentos donados y han organizado una biblioteca y escuela con clases de inglés y griego impartidas tanto por refugiados como por voluntarios. ACNUR está ahora habilitando un espacio de oración y un sistema de distribución de alimentos para el mes sagrado del Ramadán.
A pesar de las buenas condiciones de vida aquí, la sensación de provisionalidad es profunda en los que están angustiados por reunirse con miembros de su familia que están en otras partes de Europa.
Fares Al-Hamdan, uno de los residentes en LM Village lleva más de seis meses sin ver a sus dos hijos mayores, Baraa, de 18 años y Muhammad, de 16. Cada uno de ellos vive en un centro para refugiados diferente en Alemania. El padre, de 47 años y antiguo maestro de escuela, los envió a Europa hace seis meses, después de que hombres armados en Siria amenazaran con arrestar a Baraa. El chico ya había pasado tres meses en una cárcel del Gobierno, donde fue torturado, a pesar de no haber cometido ningún delito, dice Fares.
Además de preocuparse por sus hijos, Fares también se desespera por no poder sacar adelante a su anciana madre, a su esposa Hanadi y a sus otros cuatro hijos: Rama, de 15 años; Heba, de 14; Sedra, de 7 y Ahmad, de 5.
"Cuando tengo que aceptar ayuda de otros, me rompe el corazón." Fares explica, mientras Sedra se sube a su regazo y lo abraza. "Cuando un hombre tiene una familia, quiere sacarla adelante con el dinero que gana con sus propias manos, Aquí, no puedo trabajar. Aquí, no hacemos más que esperar. Esperar la última etapa de nuestro viaje. Esperar reunirnos con nuestros hijos. Esperar para comenzar una nueva vida. Esperar es la razón principal de nuestra existencia".
Unas puertas más adelante, el olor a shish barak sale por las ventanas de Tarek. Su huida de Siria, este mismo año, les llevó dos meses, dice Tarek. Por el camino, grupos armados los amenazaron y les pidieron dinero en los puestos de control.
Ahora viven con otra pareja siria originaria de Idlib y sus dos hijos. Ambas familias se conocieron en la ciudad costera de Esmirna, en Turquía, antes de subir juntos a una embarcación neumática y dirigirse en ella a las costas griegas. Pasaron juntos 20 días en Idomeni y después 15 días en El Pireo antes de que los trasladaran a LM Village.
"Este lugar, por supuesto, es mejor que los otros campos", dice Kinda. "En Idomeni cada día llovía mucho. Pero esto aun es temporal. Aún buscamos la estabilidad".
Están esperando hacer su solicitud para el programa de reubicación. Pero, por ahora, pasan los días en la playa o cocinando elaborados platos sirios.
"Yo soy el jefe de esta cocina", declara Tarek mientras vigila un pequeño horno tostador. A su lado, su compañera de apartamento, Marwa, de 26 años, se ríe.
"Vale, pon la carne en la masa, así", ordena ella, presionando una cucharada de carne picada de ternera y cebolla también picada en la masa con forma de media luna doblada.
Preparan la mesa para la comida, el shish barak servido en cuencos con salsa de yogur. Las paredes están decoradas con globos. Preguntado qué es lo que están celebrando, Tarek sonríe.
"Nada", dice. Y después cambia de opinión: "La vida".
Por Tania Karas
Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.