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La corta infancia de los huérfanos rohingya

Historias

La corta infancia de los huérfanos rohingya

En Bangladesh, miles de refugiados adolescentes están ahora cuidando a sus hermanos menores y familiares después de perder a sus familias en los ataques de Myanmar.
22 Diciembre 2017 Disponible también en:
Rabiaa Khatun (18 años) y sus sobrinas, Umme Salma (8 años) y Noor Kalima (4 años), descansan después de caminar 10 kilómetros desde la frontera de Myanmar hasta un campamento de tránsito de ACNUR en Kutupalong, Bangladesh.
Rabiaa no solo se ha quedado huérfana recientemente, sino que con tan solo 18 años también se ha convertido en "madre" de dos niñas.

Sus padres murieron hace unos meses, cuando su pueblo –en el municipio de Buthidaung, Myanmar- fue arrasado. En medio del caos perdió la pista a sus cuatro hermanos, para luego encontrarse a dos de sus sobrinas, de cuatro y nueve años, desamparadas a un costado de la carretera. Antes de cruzar la frontera de Bangladesh se refugiaron durante un mes en una aldea.

"Ha sido un viaje duro", afirmó Rabiaa refiriéndose a la caminata de 25 días, sin nada salvo las prendas que cargaban sobre sus espaldas. "Mis sobrinas lloraban durante todo el camino porque echaban de menos a sus padres y hermanos pequeños".

Al llegar al centro de tránsito de ACNUR, primera parada para los recién llegados a Bangladesh, recibieron comida caliente, agua limpia y una muda nueva. Una semana más tarde se trasladaron hasta el campamento de Kutupalong, donde viven ahora junto al que fuera su vecino en Myanmar.

"Como todas hemos perdido a nuestros padres, ahora me toca hacer de madre. Mis sobrinas son como mis hijas", afirmó Rabiaa. "Las cuidaré durante el resto de mi vida, incluso si eso implica que no me case nunca. Quiero que reciban una buena educación".

Desafortunadamente, la difícil situación a la que se enfrenta Rabiaa es frecuente en los campamentos y asentamientos de Cox's Bazar, donde han llegado unos 650.000 refugiados huyendo de Myanmar desde el estallido de la violencia a finales de agosto.

"Como todas hemos perdido a nuestros padres, ahora me toca hacer de madre."

La Agencia de la ONU para los Refugiados estima que los menores constituyen el 55% del total de refugiados. Miles han huido sin protección de su familia o comunidad, y se han visto de repente convertidos en los guardianes de sus hermanos pequeños o de otros niños. Los últimos datos indican que los principales sustentadores de unas 5.600 familias son menores de 18 años.

Jainab Bibi, de 14 años, sigue de duelo por la muerte de su madre hace dos meses durante el viaje a Bangladesh. "Cubrimos su cuerpo con una manta y continuamos nuestro camino," afirmó, llorando. "La echo mucho de menos".

Además de lidiar con la perdida, también tiene que cuidar de su hermano de ocho años. Afortunadamente, ahora viven con su antiguo vecino, un gran amigo de su madre.

"Nunca pensamos en los niños como seres solitarios. Sin embargo, aquí he conocido a algunos niños que estando solos se han visto obligados a crecer antes de tiempo y a adoptar responsabilidades de adulto, al tener que encargarse del bienestar de sus hermanos", relató Louise Aubin, coordinadora senior de emergencias de ACNUR en Cox's Bazar.

ACNUR y sus socios están localizando los hogares encabezados por menores, así como a los menores que están solos o sin ningún pariente, para hacer un seguimiento individual y estudiar cada situación.

"He conocido a algunos que estando solos se han visto obligados a crecer antes de tiempo y a adoptar responsabilidades de adulto al tener que encargarse del bienestar de sus hermanos."

ACNUR trabaja junto a otras entidades involucradas en materia de protección infantil para poner en marcha servicios de acogida dentro de las comunidades de refugiados y asegurar así que estos niños estén protegidos y debidamente cuidados. También se están poniendo en marcha centros educativos y otros espacios dedicados para menores, que ayuden a aliviar la carga de quienes se han visto obligados a crecer demasiado rápido.

Deshacerse de estos roles puede ser tarea complicada. Aisha asumió el rol de madre de sus hermanos pequeños con tan solo siete años, al morir sus padres de tuberculosis. En octubre huyeron a Bangladesh, y desde entonces Aisha, que ahora tiene 17 años, cuida del refugio mientras sus dos hermanos y su hermana buscan trabajo, recogen leña o asisten a la madrassa (escuela islámica).

Le inquieta no poder darles todo lo que necesitan, y a veces fantasea con una realidad en la que sus padres aún están vivos. Una vida donde se podría casar y no se preocuparía tanto por el porvenir de sus hermanos.

Pero sus responsabilidades la traen de vuelta a la realidad: "Quiero asegurarme de que reciban una buena educación. Sentiré que he hecho un buen trabajo si sacan buenas notas".

Arefullah, de 18 años, también se esfuerza al máximo para cuidar de su hermana de 16, Mahbouba. Perdieron el contacto con sus padres y sus cuatro hermanos en el fragor de la violencia, y ni siquiera saben si están vivos o muertos.

Continúa preguntando a los líderes de la comunidad sobre su paradero, pero también intenta pasar página y continuar con su vida en Bangladesh. Este adolescente ha abierto una barbería en el campamento de Kutupalong: "Cada día atiendo a cuatro o cinco clientes, y gano unos 160 taka – 2 dólares o 1.70 euros-. Es suficiente para comprar comida para mi hermana y para mí".

Por Mohammed Abu Asaker