Un centro de artes creativas tiende puentes para los refugiados en Bielorrusia
Un centro de artes creativas tiende puentes para los refugiados en Bielorrusia
Svetlana da palmadas seguidas y le hace gestos a un compañero para que ponga la música “Recuerden”, les dice a los seis chicos afganos del escenario “¡mantengan la distancia!”
El baile tradicional afgano que están ensayando los chicos es uno de los logros de los que Svetlana se siente más orgullosa. Ella misma lo aprendió observando vídeos hace 18 años. Hoy en día, transmite sus conocimientos y pasión a los niños de este centro comunitario en Minsk, Bielorrusia, donde enseña danza.
Evrika («Eureka») ofrece actividades extraescolares a alrededor de 7.000 niños en Minsk, desde kickboxing y ballet, hasta costura y cerámica. Gracias a una alianza con la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, los refugiados y los niños solicitantes de asilo pueden asistir gratuitamente, mejorando así sus conocimientos del idioma, integrándose en la comunidad y haciendo nuevos amigos.
“Lo más hermoso es la comunicación”.
Cuatro de los chicos que bailan en el escenario son hermanos que huyeron de la guerra y la persecución junto con sus familiares en el 2016.
“El primer día, cuando regresaron a casa después de la clase de baile, les pregunté “¿Cómo les fue?” recordó su padre, Farman. “Estaban tan contentos”.
“Lo más hermoso es la comunicación”, prosiguió Svetlana, mientras los niños refugiados y los bielorrusos se reúnen para la clase de canto. “Puede que no lo percibas, pero se están comunicando. Los niños intercambian experiencias culturales y les trae sin cuidado quién es refugiado. Les decimos Evrikans”.
Por décadas, Bielorrusia ha acogido centenares de personas de Georgia, Siria, Afganistán, y otros. Actualmente, alrededor de 2.200 personas que han huido de la guerra, de los conflictos y la persecución, consideran a Bielorrusia como su nuevo hogar tras la concesión de asilo. Por otra parte, hay unas 6.000 personas apátridas viviendo en el país.
A través de colaboradores como el Servicio de Orientación para los Refugiados (RCS) y Cruz Roja de Bielorrusia, ACNUR les brinda educación y asistencia jurídica.
Irina, madre de tres niños de Minsk, espera en el pasillo a que su hija de seis años, Amelia, termine la clase de canto. “Es importante que los niños convivan”, aseveró. “Que vivan, hablen y piensen en convivencia. Quiero que mi hija sea amigable y que no considere la idea de que la gente sea de otros sitios. Evrika es un lugar sin fronteras”.
Hoy en día, Saima de 18 años, de Afganistán, y su amiga de 13 años, Nazgol de Irán, cantan con Amelia y otros niños bielorrusos. Cuando se conocieron la primera vez, hace nueve meses, se les hizo difícil incluso para comunicarse entre ellas. Ahora son las mejores amigas y hablan con bastante fluidez el ruso.
“Al principio, no nos podíamos entender entre nosotras”, dijo Saima con una sonrisa, “Pero aquí hemos aprendido juntas a comunicarnos”.
Nazgol añadió: “La tolerancia es importante ya que, si no hay tolerancia, habrán más guerras en el mundo”. Ella está logrando su sueño de convertirse en actriz con la ayuda de clases en Evrika.
Asimismo, Evrika trabaja para minimizar la sensación de aislamiento que pueden sentir los refugiados y los solicitantes de asilo. Todos los sábados, Nahid, antiguo refugiado y actual ciudadano bielorruso, enseña darí e historia de Afganistán a 35 jóvenes estudiantes, y se asegura de que sean capaces de integrarse sin que pierdan su propio sentido de identidad.
“La escuela es estricta en Afganistán, los profesores son muy severos”, declaró Nahid. “Aquí, somos como amigos. Los niños se sienten a gusto en Evrika, se los veo en sus ojos. Este es un hogar de felicidad”.
“Este es un hogar de felicidad”.
Angiza, una estudiante universitaria oriunda de Afganistán, recuerda lo transformadoras que fueron las clases de Nahid. “La manera cómo enseña te hace recordar”, dijo.
“Si no has hecho tus deberes, la próxima vez tendrás el doble. Ahora hay personas que me piden que les enseñe darí. Estoy muy agradecida”.
El centro Evrika es único en Bielorrusia, dijo Jean-Yves Bouchardy, representante de ACNUR en el país.
“El proyecto es un ejemplo alentador de cómo mejorar la integración de los niños refugiados en función del aforo de un recinto público existente”, añadió.
Angiza espera que Evrika continúe abriendo sus puertas a los niños. Recién casada, piensa traer a sus propios hijos algún día.
“Vine aquí cuando era pequeña, ya que es una pena que los niños pierden su propia lengua”, dijo. “Ahora vengo todos los sábados por esa sensación de comunidad. Mi infancia está en estas paredes”.
Gracias al Voluntaria En Línea Thaidy Y. Zamora Rodríguez por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto