'Estar en sus zapatos me ha dado las herramientas que necesito para ayudarles'
'Estar en sus zapatos me ha dado las herramientas que necesito para ayudarles'
Nombre: Elvia Peñaranda, 38 años, de Caracas, Venezuela.
Puesto: Enfermera de profesión, la venezolana Elvia trabajaba como asistente en una clínica ginecológica en su país. Actualmente se desempeña como promotora de enlace comunitario en el marco del programa de Voluntarios ONU Refugiados en su ciudad de acogida, Cúcuta, del lado colombiano de la frontera con Venezuela.
Los Voluntarios ONU son un grupo de más de 250.000 personas talentosas y con distintas cualificaciones de una variedad de países que están desplegadas para reforzar el trabajo de las agencias de las Naciones Unidas en todo el mundo. El nuevo programa de Refugiados Voluntarios ONU, una iniciativa conjunta entre Voluntarios ONU y ACNUR, ofrece a las personas desplazadas la oportunidad de desarrollar sus capacidades y, al mismo tiempo, proporcionar la tan necesaria ayuda humanitaria. Los Voluntarios ONU son retribuidos por sus servicios, lo que permite que las personas que participan en el programa se puedan mantener a sí mismos y a sus familias.
¿Cómo te convertiste en Voluntaria ONU Refugiada?
Mi historia comienza en Venezuela, donde nací y estudié para convertirme en una enfermera certificada. Debido a la situación del país, nunca pude encontrar un trabajo en mi área profesional. Finalmente encontré trabajo como asistente en una clínica ginecológica, pero la situación en Venezuela fue empeorando cada vez más, hasta el punto de que mi madre, que tiene diabetes, no pudo conseguir las medicinas que necesitaba. Debido a los riesgos en Venezuela, también me preocupaba el futuro de mis dos hijas, que en ese momento tenían 5 y 10 años. Cuando salimos de Venezuela, sólo comíamos sardinas con yuca, o harina de maíz, y yo pesaba 42 kilos.
Antes de irnos, me ofrecieron un trabajo de niñera en Colombia, pero cuando llegamos aquí, el trabajo se lo habían dado a otra persona. Fue un verdadero revés, y no tuve más remedio que hacer cualquier tipo de trabajo que pudiera encontrar. Trabajé haciendo limpieza, en un salón de belleza y como vendedora ambulante, vendiendo empanadas caseras y café. Me levantaba a las 3 a.m. para hacer las empanadas y a las 6 a.m. salía a la calle. Había muchos días en los que ganaba apenas lo suficiente para comprar comida para el día – un kilo de arroz, un poco de carne, unos cuantos tomates, cebollas y plátanos.
Después de un año de eso, por casualidad alguien me invitó a asistir a un taller en una iglesia que tenía como objetivo dar a los refugiados y migrantes venezolanos nuevas habilidades. Fui y me gustó mucho y empecé a asistir a todos los talleres que tenían. Me llevaron a establecer contactos con muchos grupos humanitarios y finalmente empecé a trabajar como promotora comunitaria, trabajando en el terreno, con la comunidad venezolana. Con el tiempo, un funcionario de ACNUR que me vio trabajando en las comunidades me dijo: “¿Por qué no te postulas un puesto de Voluntaria ONU Refugiada? Absolutamente deberías hacerlo”.
Me apresuré por reunir todos los papeles en una semana. La solicitud tenía que ser en inglés, y realmente no hablo inglés, así que tuve que pedir ayuda para rellenarla. El día que me enteré de que había conseguido el puesto fue uno de los días más maravillosos de mi vida. Después de tanto trabajo informal, vender café, vender empanadas, limpiar casas, el salón de belleza, mis oraciones por un trabajo que me permitiera mantener a mis niñas finalmente habían sido respondidas.
¿Cómo es tu día a día como Voluntaria ONU Refugiada?
Básicamente, mi trabajo consiste en ser un enlace entre ACNUR y las comunidades en las cuales opera. Trabajo en el terreno, con comunidades realmente vulnerables, barrios con calles destapadas donde, cuando llueve, los residentes a menudo no pueden entrar o salir. Mi trabajo consiste en estar en estas comunidades, hablar con los residentes, ayudarles con los consejos y la información que necesitan. Los temas que suelen preguntarme van desde las opciones para regularizar su situación migratoria a dónde recibir atención médica o cómo tener acceso a otros derechos y servicios.
Ver también: “Ahora tenemos espacio para hablar. Pero aún tenemos un largo camino por recorrer”
Me encanta mi trabajo porque se basa en la interacción, y es muy satisfactorio poder pasar todo el día hablando con la gente, ayudándoles a resolver sus problemas. Me siento realizada dándole a la gente la información que necesita. Incluso cuando no tengo inmediatamente una respuesta, me siento feliz cuando vuelvo al día siguiente y le puedo decir a la persona: “Lo he investigado y ahora tengo la respuesta correcta para ti”. Tienen tanta confianza en lo que les digo, y eso me hace sentir bien.
¿Crees que el hecho de que tú también seas una venezolana que tuvo que huir de su país te ayuda a hacer tu trabajo?
Claro que sí. Ser venezolana, haber hecho el viaje desde Caracas y literalmente caminar en sus zapatos me ha dado las herramientas que necesito para ayudar a estas personas. Estaba en una situación muy similar a la que ellos se viven ahora. Como ellos, era vulnerable, así que sé lo apremiantes que son sus necesidades y lo importantes que son sus preguntas. Ahora, como Voluntaria ONU Refugiada, puedo apoyar a mi familia dándole una vida digna y ayudar a mi comunidad.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, trabaja en 135 países, ayudando a hombres, mujeres, niñas y niños que se han visto forzados a huir de sus hogares por las guerras y la persecución. Nuestra sede está en Ginebra, pero casi el 90% de nuestro personal trabaja en el terreno ayudando a las personas refugiadas. Este perfil es parte de una serie de reportajes que describe a nuestro personal y su trabajo.