La reapertura de un campamento se traduce en un nuevo comienzo para las personas malienses refugiadas en Burkina Faso
La reapertura de un campamento se traduce en un nuevo comienzo para las personas malienses refugiadas en Burkina Faso
OUAGADOUGOU, Burkina Faso – Hace dos años, después de huir de la violencia en Malí, su país de origen, Aissata (29 años), madre de tres, buscó protección en Burkina Faso y se instaló en el campamento de refugiados de Mentao junto con su familia extendida. No obstante, en la región de Sahel – una extensión de tierra que abarca varios países al sur del Sahara – la violencia cruza las fronteras con facilidad.
“Nos forzaron a huir nuevamente”, dijo Aissata, quien llevó a su familia a Djibo, una aldea cercana, después de que la vida en el campamento de Mentao se volvió insoportable a raíz de una serie de ataques de grupos armados y represalias de las fuerzas del orden.
Aissata piensa que por fin encontró un lugar seguro.
El mes pasado, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, reubicó a 1.200 personas malienses refugiadas (entre ellas, Aissata y su familia). La reubicación se dio de Djibo a Goudoubo, otro campamento a cerca de 200 kilómetros de distancia, donde estas personas tendrán nuevamente acceso a educación, atención médica y relaciones comerciales. Las autoridades gubernamentales aumentaron la seguridad alrededor del campamento y se comprometieron a protegerlo.
“Pienso que aquí viviremos en paz”.
“Me alegra estar aquí. Pienso que aquí viviremos en paz”, dijo Aissata al llegar a su nuevo hogar.
Burkina Faso ha dado acogida a cerca de 20.000 personas malienses que han tenido que abandonar sus hogares desde 2012, año en que un levantamiento detonó la violencia que ha ido más allá de las fronteras de Malí. Grupos terroristas y yihadistas, bandas del crimen organizado y las mafias comunes han aprovechado las tensiones étnicas y la debilidad gubernamental para aterrorizar a las personas que habitan en la región.
La violencia en la parte alta de Sahel no ha disminuido; este hecho ha desencadenado una de las crisis de desplazamiento más grandes del mundo. Casi tres millones de personas han sido desplazadas en la región, con inclusión de 2,1 millones que abandonaron su hogar, pero permanecieron en el país. En Burkina Faso, que en algún momento fue ejemplo de paz en la región, hay 1,1 millones de personas desplazadas internas; de cualquier forma, aunque su población (19 millones) apenas logra protegerse a sí misma, el país sigue dando acogida a personas refugiadas.
- Ver también: Desplazamiento interno en Sahel supera los 2 millones de personas a medida que la violencia aumenta
Las personas malienses refugiadas en Burkina Faso habían pasado la mayor parte del tiempo en los campamentos de Mentao y Goudoubo hasta que la violencia las obligó a abandonarlos. Cerca de 4.460 personas malienses refugiadas tuvieron que optar por volver a casa, a un país donde prevalece la agitación; sin embargo, ACNUR les brinda asistencia a su llegada. El resto de las personas malienses refugiadas huyeron: algunas se fueron a Djibo, mientras que otras se trasladaron a Dori, una aldea al noreste, donde la comunidad de acogida también carece de albergues adecuados, agua limpia y centros de salud.
“Las personas refugiadas que regresan al campamento dicen que se sienten protegidas otra vez”, señaló Paul Ali-Pauni Shelubale, representante de ACNUR en el país. “Aplaudimos la generosidad de las comunidades de acogida, así como el compromiso que ha adquirido el gobierno para garantizar la seguridad del campamento y de las personas que residirán en él. Instamos a todos los gobiernos de la región y a la comunidad internacional a seguir colaborando en la construcción de paz para que todas estas personas puedan reconstruir sus vidas”.
Desde diciembre del año pasado, ACNUR y sus socios han apoyado a 6.571 personas refugiadas en su regreso al campamento de Goudoubo. Algunas de las personas que se encontraban en Dori ya reabrieron pequeños negocios, que incluyen supermercados y carnicerías. En colaboración con sus socios, ACNUR ha rehabilitado albergues, así como sistemas de agua y saneamiento.
“Nos emociona estar en el campamento de Goudoubo”, indicó Fatimata, una mujer refugiada de 70 años, quien, rodeada de su familia (incluidos sus hijos y nietos), agregó: “Estar en familia nos genera felicidad”.