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Padre e hijo, ambos refugiados de Irán, presentan su propia historia frente a amantes del teatro en Hungría

Historias

Padre e hijo, ambos refugiados de Irán, presentan su propia historia frente a amantes del teatro en Hungría

Abouzar, un refugiado iraní, y Armin, su hijo, decidieron permanecer en Hungría a pesar de haber sido detenidos en la frontera durante 18 meses. Una nueva producción teatral sugiere por qué.
14 Octubre 2021 Disponible también en:
El refugiado iraní Abouzar y su hijo, Armin, decidieron quedarse en Hungría a pesar de haber sido detenidos en la frontera durante 18 meses. Una nueva producción teatral ofrece algunas pistas de los motivos.

En un contenedor de metal con una pequeña ventana con vista hacia el alambre de púas, Abouzar Soltani pinta un pez mientras su hijo, Armin, de 10 años, permanece sentado cerca de él. Se escucha un golpe en la pared y, enseguida, un guardia grita: “¿Por qué no vuelven a Serbia? ¿Por qué no vuelven a Irán?” 

Por fortuna, no se trata de la “zona de tránsito” en la frontera sur de Hungría, donde Armin pasó dos cumpleaños en un campamento cerrado, y, para alegrar su vida, su padre produjo un filme corto titulado “Pez”.

Ahora que viven y gozan de libertad en Hungría, Abouzar y su hijo se interpretan a sí mismos en una producción teatral sobre las vivencias de las personas refugiadas.

“Me llena de alegría que, por medio de esta obra, por fin podremos contar nuestra historia al público húngaro”, dijo Abouzar, de 39 años, un artista principiante y antiguo gerente de relaciones públicas en un hospital en la ciudad de Isfahan. 

Su historia es extraordinaria.

En mayo de 2020, cuando el Tribunal de Justicia de la Unión Europea determinó que obligar a las personas solicitantes de asilo a permanecer en zonas de tránsito en Hungría constituía una detención ilícita, Abouzar y Armin fueron trasladados a un centro abierto para solicitantes de asilo. De Hungría podían dirigirse a otros países, como hicieron muchas personas detenidas; sin embargo, decidieron permanecer en el país que los mantuvo confinados y, como indica Abouzar, sentían que eran “peces en un acuario”. ¿Por qué?

Esta es la pregunta que intrigó a Martin Boross, el director de “Kolónia” (Colonia), la obra. “Por alguna extraña razón, optaron por quedarse”, señaló. El público debe ser paciente para descubrirlo.

La obra ha sido montada por la compañía de teatro Stereo Akt en una antigua fábrica de tabaco en Budapest que acogió personas refugiadas de la guerra civil en Grecia entre 1949 y 1966. El entonces gobierno comunista de Hungría recibió a estas personas con brazos abiertos.

En Kolónia, se entremezclan la historia de las personas griegas refugiadas y la historia de Abouzar y Armin, con lo cual se invita al público a determinar si existen similitudes.

“La sociedad húngara recuerda con nostalgia y romanticismo cómo se dio la bienvenida a los refugiados griegos”, comentó Martin. “Pero, en fechas recientes, las personas refugiadas están encerradas en la zona de tránsito”. 

En la primera escena de la obra de teatro, un grupo de traficantes se esfuerzan por convencer a Abouzar para que compre rutas por mar y por tierra para escapar de la persecución religiosa en Irán. Abouzar le cuenta al público: “En los periódicos he leído que las personas se ahogan en el mar, así que, desde que estábamos en Irán, decidí que viajaríamos por tierra”.

El traficante le dice que, para llegar a Austria, el viaje por tierra tomará cuatro días. En realidad, el viaje desde Turquía tomó varias semanas, y Abouzar y Armin pasaron dos años en Serbia esperando entrar legalmente a Hungría.

La escena cambia a la frontera húngara, donde un grupo de danza folclórica que viste trajes tradicionales zapatea y baila teatralmente. Cantando, un grupo de oficiales le hace preguntas absurdas a Abouzar y usa zumbadores en cada respuesta errónea. Luego, vemos al padre y a su hijo en un contenedor de seis por dos metros en la zona de tránsito.

La solicitud de asilo de Abouzar fue rechazada poco después de haber entrado a Hungría en diciembre de 2018. Armin y él fueron trasladados a un área de alta seguridad en la zona de tránsito; ahí, se les decía una y otra vez que debían volver a Serbia o a Irán. El niño abrazaba con fuerza su juguete de Bob Esponja favorito, el cual aparece en la obra de teatro.   

Abouzar le cuenta al público: “El gobierno húngaro decía que la zona de tránsito era un campamento, pero en realidad se trataba de una prisión. Había paredes, vallas, alambre de púas y oficiales de policía por doquier. No hay pasto ni árboles, tan solo piedras, concreto y metal”.

En total, Abouzar y su hijo pasaron 553 días en ese lugar.

A lo largo de la obra, vemos que Abouzar agrega detalles a la pintura de un pez. El filme de tres minutos que grabó con su teléfono móvil cuenta la historia de un pez de acuario que logra llegar al océano. De hecho, el filme ha sido presentado en festivales de cine en Budapest y Bratislava.

El pez es también un símbolo de la profunda fe cristiana de Abouzar. Le dice al público: “La Biblia dice que debemos perdonar. Cuando lo crucificaron, Jesucristo dijo: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’. Esta oración me viene a la mente siempre que pienso en el camino que yo mismo he recorrido”. 

Abouzar cuenta que su sufrimiento lo convirtió en una persona mucho más tolerante. “Entre más grande era la presión, más nos acercaba a otras personas [en la zona]. Empecé a agradecer la oportunidad de vivir con personas afganas, kurdas e iraquíes porque solía tener prejuicios en contra de ellas. En los ojos de Dios, somos iguales”.

La obra concluye con la noticia de reconocimiento de la condición de refugiado de Abouzar y de Armin, quienes se unen a un círculo de antiguos griegos refugiados y bailan alegremente. 

“Por fin podemos respirar”.

Con apoyo de la iglesia bautista, Abouzar y Armin ahora viven en un departamento en Győr, una ciudad al oeste de Hungría, cerca del campamento de refugiados al cual se dirigieron después de haber estado en la zona de tránsito. Armin, quien ahora tiene doce años, está yendo a la escuela.

Abouzar habla de una especie de renacimiento. “Una habitación regular, cuya altura y ventanas eran normales. Cuando nos liberaron, estiramos los brazos para sentir el espacio. Por fin podemos respirar”.

Sin embargo, aún queda la interrogante sobre el motivo por el que decidieron permanecer en Hungría a pesar de su desgarradora experiencia. 

Abouzar menciona que una de las razones fue haber recibido ayuda cuando se encontraban en un momento muy duro. La ayuda fue proporcionada por una comunidad húngara cristiana, el Comité de Helsinki en Hungría y el personal de la oficina en Szeged de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) después de haberlos visitado.

“Nos mostraron otra cara de Hungría”.

Aunque la zona de tránsito le arrebató un año y medio de vida a su hijo, Abouzar prefiere considerar que el tiempo que pasó en el campamento lo dedicó a la redención.

Las opiniones que se expresan en contenidos externos no necesariamente reflejan las opiniones de ACNUR.