Informe al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi
Informe al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi
Muchas gracias, señor Presidente, por su invitación. Me siento muy honrado de poder tener esta oportunidad durante la Presidencia de Níger y pido disculpas por no poder estar allí en persona para dirigirme al Consejo de Seguridad. Considero que para mí esta es una oportunidad para resaltar, desde mi perspectiva, la perspectiva de ACNUR, el papel que ha jugado Níger en los últimos años, un papel realmente ejemplar en el abordaje del desplazamiento forzado: un país con recursos limitados, en medio de una zona muy conflictiva, siempre dispuesto a acoger a las personas necesitadas con un espíritu positivo de solidaridad. Estoy hablando tanto de personas que vienen de países vecinos como de personas evacuadas de Libia. Solo para recordarles a todos, solamente el mes pasado más de 11.000 personas refugiadas adicionales llegaron a Níger desde el norte de Nigeria, elevando a 600.000 el número total de personas refugiadas y desplazadas internas en ese país, en Níger, el país titular de esta presidencia.
Ahora bien, las personas en Níger, como en muchos otros países en desarrollo, y me gustaría recordarles a todos que el 90 por ciento de los 84 millones de personas refugiadas y desplazadas se encuentran en países en desarrollo, las personas en Níger se enfrentan a una tormenta perfecta ya que las consecuencias de la COVID-19, el cambio climático y los conflictos concurren y, a menudo, crean situaciones de desplazamiento forzado que a su vez crean desafíos adicionales.
El Sahel es quizás el lugar del mundo donde es más evidente la correlación directa entre la emergencia climática, el conflicto por escasez de recursos y el desplazamiento forzado. Y esto subraya la importancia, que sé que ustedes han discutido muchas veces, de poner la emergencia climática en el primer plano de la agenda del Consejo de Seguridad.
Ahora bien, con tales desafíos, que, por supuesto, también están presentes en otras partes del mundo, el sistema multilateral probablemente nunca había sido tan importante. Y, sin embargo, como lamentablemente todos sabemos, el sistema internacional parece nunca haber sido tan propenso al fracaso. Y el fracaso internacional tiene muchas caras. Inestabilidad e inseguridad: estos son los problemas con los que nos enfrentamos todos los días, pero también hambrunas, desastres, colapso de Estados, de los que tanto han escuchado hablar.
Pero también, y aquí está mi mensaje de hoy, el desplazamiento forzado, que sigue llamando la atención, aunque quizás de forma un poco más intermitente, y particularmente, si se me permite decirlo, cuando impacta, cuando afecta a países del hemisferio norte. Es entonces cuando llega a los titulares y llama la atención, aunque siempre sea consecuencia de todos los demás fracasos. Asimismo, el desplazamiento forzado sigue siendo objeto de manipulación política y provoca reacciones muchas veces exageradas.
Hemos visto una mezcla de todos estos elementos muy recientemente en la crisis que surgió en la frontera entre Bielorrusia y algunos países de la Unión Europea.
Ahora bien, el fracaso y la inacción también tienen otras consecuencias. Por ejemplo, nos obligan, a los trabajadores humanitarios, a actuar en situaciones cada vez más inciertas, que nos exponen cada vez más a dilemas muy difíciles. Los fracasos internacionales nos obligan a interactuar con todo tipo de interlocutores, incluidos algunos que no son reconocidos internacionalmente. Cada vez más, hablamos de tratar con autoridades de facto en muchos países, lo que por supuesto hacemos; como trabajadores humanitarios, hablamos con quienquiera que tenga el control de las áreas en las que tenemos que operar. Pero este tipo de situaciones en las que nos encontramos crea limitaciones a nuestro propio trabajo. Estas situaciones muy a menudo se complican más por las dificultades políticas, por la presencia de sanciones, por otras restricciones al diálogo y al compromiso necesario. Y esto impide encontrar soluciones, y prolonga y agrava muchas veces las necesidades humanitarias.
Esto deja solos a los trabajadores humanitarios, como ha sucedido con frecuencia, interviniendo solos ante dificultades y desafíos, en medio de la creciente expectativa de que los trabajadores humanitarios pueden "resolver", mientras que se vuelve aún más difícil "salvar", que es nuestra principal responsabilidad.
Piensen en Myanmar. Piensen en Yemen. Piensen hasta cierto punto –lo hemos visto últimamente, y con suerte lo superaremos– en Sudán y otros lugares.
Y vemos esta situación más claramente en Afganistán. Me gustaría recordar algo que probablemente ya sepan: hay 39 millones de personas en Afganistán, 23 millones de las cuales enfrentan, por ejemplo, niveles extremos de hambre. Pero también enfrentan otros desafíos humanitarios: falta de vivienda, salud precaria, falta de agua potable y un sinnúmero de desafíos en materia de protección. Y, por supuesto, el desplazamiento forzado sigue siendo un elemento importante de la situación humanitaria en Afganistán. Se estima que tres millones y medio de personas serán desplazadas por causa de conflicto: 700.000 solo en los últimos meses, especialmente justo antes del 15 de agosto.
Lo vi yo mismo cuando visité Afganistán en septiembre. Igualmente vi a las agencias humanitarias intensificando esfuerzos. Solo para darles una idea desde nuestra perspectiva, cada semana, mi organización, ACNUR, alcanza a brindar asistencia concreta a 60.000 personas desplazadas. Y lo mismo ocurre con otras agencias humanitarias. Como saben, creo que estamos orgullosos de la elección que hicimos en agosto de quedarnos y seguir cumpliendo con nuestra misión, porque eso nos ha permitido involucrar a los talibanes en el tema tan importante de los derechos. Los derechos de las mujeres y las niñas, y los derechos de las minorías, en los que se han producido avances limitados, pero son avances que debemos seguir observando, desarrollando e impulsando aún más.
Sin embargo, esta es una advertencia que habrán escuchado con anterioridad: los trabajadores humanitarios, a pesar de la labor que hacemos, no podemos replicar el papel de los Estados. No podemos salvar las economías. No podemos hacer que las sociedades funcionen plenamente. No somos un reemplazo de la participación ciudadana y las soluciones políticas.
Entiendo perfectamente las complejidades de la situación. Agradezco el trabajo que se está realizando, con la cooperación de muchos de ustedes, para tratar de encontrar el camino a seguir para asegurar la provisión de servicios, asegurar el flujo de efectivo, asegurar el funcionamiento de la sociedad y de la economía. Pero deseo unirme a los colegas que ya les han advertido, en repetidas ocasiones, que el lento avance en torno a este tema fundamental conlleva grandes riesgos en este momento. Y desde mi perspectiva, la perspectiva de la organización para las personas refugiadas, debo informar que si bien no se trata de una situación catastrófica, y aún no es un síntoma o consecuencia importante, sino que es más bien una señal inicial, hemos visto un repunte en las últimas semanas del número de personas afganas que intentan abandonar su país. Y creemos firmemente, y lo he dicho muchas veces, que una implosión más profunda y generalizada de los estados y de la economía desencadenará, casi inevitablemente, un éxodo mayor, mucho mayor, de personas afganas a los países vecinos, e incluso más allá.
Por supuesto, entretanto, les puedo asegurar, una vez más, que seguiremos utilizando lo que ahora es un espacio relativamente más seguro, más seguro que antes, imperante en el país. Solo para darles un ejemplo, estimamos que alrededor de 150.000 personas desplazadas internas han regresado a sus hogares a raíz del cambio de autoridades el 15 de agosto. Continuaremos satisfaciendo las necesidades urgentes, preparándonos para el invierno y tratando de evitar ese gran éxodo. Seguiremos necesitando recursos humanitarios y, si se me permite, haré un llamado muy específico al Consejo de Seguridad: para funcionar adecuadamente necesitamos el más amplio margen de excepción humanitaria en el régimen de sanciones. Y, por último, sobre Afganistán, no olviden que es importante prestar atención a sus vecinos e intensificar el apoyo que se les brinda. Irán y Pakistán han acogido a personas refugiadas afganas durante generaciones. Continúan albergando a millones, y es necesario reforzar la ayuda y los lugares de reasentamiento en este momento difícil, siempre ante la incertidumbre de lo que pueda suceder posteriormente en términos de éxodo.
Otra consecuencia, otro resultado de lo que llamé un fracaso internacional, y sobre el cual quiero llamar su atención el día de hoy, es la creciente politización del trabajo humanitario y específicamente el que atañe a las personas refugiadas.
Ahora bien, no soy ingenuo. A través de muchos años de trabajo en estos temas, he aprendido que debemos ser capaces, como trabajadores humanitarios con personas refugiadas, de navegar por cuestiones políticas muy complejas. Lo que temo específicamente, cada vez más, es la parálisis de la acción humanitaria, generada asimismo por agendas políticas en conflicto que interfieren con tal acción. Y esto nos impide, cada vez más, ayudar a las personas tanto como deberíamos.
La situación de Siria presenta algunas de estas características. La situación humanitaria dentro del país, el cual visité en octubre, está empeorando como resultado del conflicto, de la falta de recursos, del efecto de las sanciones y de la crisis política y económica en el vecino Líbano. Lo que he observado son colas para obtener pan y combustible, por ejemplo, que no se habían visto en Siria en mucho tiempo, y una falta muy grave de servicios y acceso a los medios de subsistencia, especialmente fuera de Damasco.
Ahora percibo una vez más la muy compleja política en torno a esta situación. Pero también me preocupa que el lento avance – creo que no podemos llamarlo de otra manera – hacia soluciones políticas esté condenando a millones de personas a tener condiciones de vida muy precarias.
Y sí, lo entiendo, la “reconstrucción”, en un pleno sentido, debe esperar un acuerdo político. Es importante que lo que definamos como “humanitario” abarque al menos las necesidades básicas, en el espíritu de la Resolución 2585 y como esta así lo reconoce.
Y es importante que esto se aplique a toda la población siria, quienesquiera que controle el área donde viven, incluidas, por cierto, las personas que eligen retornar, ya sean personas desplazadas internas – y muchas de ellas, por una u otra razón, han optado por retornar – o bien personas refugiadas que están retornando. Y sí, por supuesto, muchas menos personas refugiadas que personas desplazadas internas han retornado a sus hogares Pero aquellas que toman esa decisión deben ser ayudadas.
Sé que este siempre ha sido un tema muy controvertido, pero deseo reiterar mi argumento: el objetivo aquí es eliminar los obstáculos que impidan que las personas retornen. Eliminar esos obstáculos, como lo he discutido en Damasco y en muchas otras capitales, requerirá la cooperación internacional. Y por supuesto y ante todo, la colaboración de Siria para eliminar los obstáculos legales, de derechos humanos y a la seguridad que puedan impedir que las personas retornen. Pero, también, la cooperación de los donantes para garantizar que se brinde al menos el apoyo humanitario básico a quienes retornan a sus comunidades. Por supuesto, para que esto pueda continuar, es necesario apoyar paralelamente a los países que aún acogen, en las inmediaciones, a más de cinco millones, casi seis millones de refugiados sirios, particularmente en Líbano.
Por último, me gustaría señalar un punto que he mencionado en múltiples ocasiones, pero faltaría a mi obligación si no lo repitiera hoy aquí. Y este es un punto que está aún más directamente relacionado con el trabajo que ustedes desempeñan. El punto es que la aparentemente creciente incapacidad de la comunidad internacional para hacer y construir la paz nos obliga a nosotros, las organizaciones humanitarias y las organizaciones que trabajan con personas refugiadas, a trabajar cada vez más en situaciones de conflicto activo, de crisis generalizada. Con expectativas crecientes sobre lo que podemos ofrecer, pero, en la realidad, con menores posibilidades de cumplir efectivamente con nuestra labor.
Yemen, Libia y otros son, por supuesto, ejemplos de ello. Quizás, hoy, el ejemplo más significativo de esta situación sea Etiopía, que ustedes conocen muy bien. Durante 13 meses hemos luchado para entregar ayuda a las personas en peligro, en medio de dos bandos obsesionados con un desenlace militar, hasta ahora sin éxito, y que no han escuchado los llamados de ustedes a negociaciones políticas. Y esto ha creado algunos de los peores contextos humanitarios posibles en el mundo.
Ya conocen las particularidades: se estima que 20 millones de personas, tal vez hasta una quinta parte de la población de este país tan grande, están en situación de necesidad. En Tigray, por supuesto, pero también cada vez más en otras regiones, como Afar, Amhara y más allá. Cuatro millones de estas personas, una quinta parte, al menos cuatro millones son personas desplazadas internas. Como saben, el acceso ha sido muy errático, ha sido inadecuado, ha sido a menudo peligroso. Y en este contexto, los trabajadores humanitarios, incluidas las organizaciones de las Naciones Unidas, incluida mi organización, incluyéndome personalmente, hemos sido injustamente acusados, por todos los bandos, de tomar partido.
Ahora bien, en estos 13 meses ha habido fases en las que hemos podido intensificar esfuerzos. Para su conocimiento, como probablemente lo sepan, en ACNUR nos hemos centrado especialmente en situaciones de desplazamiento, desplazamiento interno y personas refugiadas en Etiopía, a través de protección, distribución de ayuda y búsqueda de soluciones, por ejemplo, trasladando a las personas a lugares más seguros. Pero tengo que informar que después del inicio de la ofensiva de octubre, y tras esta última ronda de combates y de la reciente contraofensiva, en realidad estamos retrocediendo muy rápidamente en los limitados logros que habíamos alcanzado en términos de acceso y entrega de ayuda.
Muchos de mis colegas han venido aquí para hablarles sobre Etiopía, así que me gustaría unirme a sus voces para enfatizar algunos puntos muy importantes. En primer lugar, la necesidad de convencer a las partes de que deben respetar la neutralidad de las organizaciones humanitarias de las Naciones Unidas, de las ONG que trabajan en el ámbito humanitario, y garantizar su seguridad, incluido el personal nacional de todos los orígenes étnicos, lo que ha sido un problema, como ustedes saben.
Es importante no solo que se garantice el acceso – se ha dicho mucho y se han gastado muchas palabras al respecto – sino que ese acceso garantice, permita a los facilitadores de las operaciones humanitarias, por ejemplo, el uso de efectivo, la disponibilidad de combustible; de lo contrario, el acceso por sí solo no será suficiente.
Y por supuesto, desde mi perspectiva, un llamamiento muy especial a no perder de vista la situación de las personas refugiadas. Etiopía ha acogido durante décadas a grandes cantidades de personas refugiadas, alrededor de 800.000, provenientes de la mayoría de los países vecinos. Los que corren más riesgo en este momento, como ustedes saben, son los eritreos, que se vieron gravemente afectados por el conflicto, tanto en Tigray como en los centros urbanos de todo el país, y hacemos un llamamiento especial para que continúe y se otorgue la protección de estos grupos. Sin olvidar, por supuesto, y esto puede ser un indicio de lo que sucederá en el futuro, que ya hay unas 60.000 personas refugiadas de Etiopía en Sudán, y que han llegado más en los últimos días.
Y, por cierto, solo deseo comentarles que, aunque esperamos que no sea algo necesario, estamos preparando planes de contingencia, no solo para un mayor desplazamiento al interior de Etiopía sino también para la llegada de más personas refugiadas a los países vecinos de Etiopía, algunos de los cuales, como ustedes saben, están pasando por una propia crisis.
Concluiré, señor Presidente, con un par de puntos generales.
Por lo que he mencionado, y podría darles muchos otros ejemplos, el desplazamiento forzado sigue siendo impulsado por el conflicto y las crisis, por supuesto mezclado, como dije, con muchos otros factores. Acabo de regresar de un recorrido de 10 días por México y Centroamérica, y pude ver cómo estos factores complejos se entretejen, se cruzan entre sí, creando fenómenos de movilidad humana increíblemente complicados.
En ACNUR comprendemos muy bien – ya lo dije muchas veces el día de hoy – la complejidad de las soluciones políticas. Y es por ello que mientras ustedes trabajan en esas soluciones políticas no escatimamos esfuerzos para continuar brindando ayuda humanitaria, a menudo en circunstancias muy difíciles.
Dar respuesta, sin embargo, se ha vuelto muy oneroso. Ustedes saben que OCHA ha emitido recientemente un llamamiento global, pidiendo USD 41 mil millones para casi 200 millones de personas con necesidades humanitarias graves. Esta misma mañana, aquí en Ginebra, hice una petición a nuestros donantes, donantes del ACNUR, por USD 9 mil millones, para el 2022, destinados a 84 millones de personas refugiadas o desplazadas en todo el mundo.
Y puedo asegurarles que seguimos siendo tan creativos como podemos en nuestras respuestas. El Pacto Mundial sobre los Refugiados, y los compromisos que se hicieron posteriormente en el Foro Mundial sobre los Refugiados, han sido invaluables. Estamos multiplicando los canales de respuesta y apoyo, y continuamos desarrollando alianzas nuevas e innovadoras con el sector privado, con instituciones financieras internacionales y con actores del desarrollo. Y gran parte de esto ha sido verdaderamente transformador.
Y esto es muy importante porque las vidas continúan a pesar de la falta de soluciones políticas y la gente sigue necesitando ayuda. No pueden esperar. Salvar vidas no puede esperar a que surjan soluciones políticas. Pero sin esas soluciones, sin detener y revertir el conflicto y la violencia, sin establecer esos cimientos de paz tan importantes, los esfuerzos que hacemos los trabajadores humanitarios seguirán siendo muy frágiles, y millones de personas seguirán expuestas a una gran inseguridad, incertidumbre y miedo.
Y el fracaso en encontrar las soluciones, me temo, contribuirá a una movilidad humana más compleja, a una movilidad humana compleja menos manejable, un desafío que es muy, muy notorio en muchos de sus países.
En consecuencia, mi invitación final, señor Presidente, miembros del Consejo de Seguridad, es la de reflexionar sobre ello. Una vez al año tengo el privilegio de venir aquí para informarles, de venir a informar a este órgano tan importante, y es una oportunidad para pedirles que reflexionen sobre esto mientras navegan por los complejos desafíos de la paz y la seguridad, y mientras se esfuerzan, espero que lo hagan, por estar unidos y ser coherentes en esta búsqueda.
Merci beaucoup, Monsieur le Président.