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Caminatas extenuantes para asegurar la educación de niños y niñas indígenas

Historias

Caminatas extenuantes para asegurar la educación de niños y niñas indígenas

En Ecuador, un profesor recorre largas distancias caminando para asegurar que niños y niñas del pueblo indígena Awá continúen educándose, a pesar de las restricciones impuestas por la pandemia.
26 Octubre 2020
El maestro Ramiro Rodríguez Canticus camina 12 horas por la selva cada semana para llevar los materiales educativos a su comunidad aislada así que sus estudiantes puedan seguir aprendiendo, incluso durante la pandemia. Comunidades Awá como la de Ramiro no cuentan con Internet y carreteras, así que los maestros caminan durante horas para recoger los materiales educativos impresos en El Chical, la ciudad más cercana, y luego se devuelven para entregarlos a sus alumnos, que así pueden seguir estudiando desde sus casas. En esta zona remota en la frontera entre Colombia y Ecuador, la educación es fundamental para asegurar un futuro a los niños y niñas refugiados y locales.

Al maestro Ramiro Rodríguez Canticus, la semana laboral le reserva algo más que cinco días de clases. Desde el inicio de la pandemia, también incluye una larguísima caminata por la espesura de la selva – 12 horas, ida y vuelta, sorteando ríos, cerros y serpientes – para que sus alumnos y alumnas puedan seguir estudiando.


Ramiro enseña en una escuela en la comunidad de San Marcos, en el extremo norte de Ecuador, donde aprenden niños y niñas del pueblo indígena Awá – muchos de ellos de familias que fueron desplazadas por el conflicto en la vecina Colombia. Ramiro también es Awá.

Debido a lo aislada que está esta zona fronteriza entre Ecuador y Colombia, los maestros tienen como parte de sus responsabilidades laborales hacer el largo y extenuante trayecto, a pie, hasta El Chical, la cabecera parroquial, para recoger las guías estudiantiles que entregan a sus alumnos para que aprendan desde sus casas.

“Es un esfuerzo, toca entregar todo por la dedicación o el cariño a los estudiantes”.

“Nuestro recorrido es bastante difícil, tenemos que cruzar quebradas. Hay partes de lodo, lluvias y toca caminar así”, explica Ramiro, de 27 años. “Es un esfuerzo, toca entregar todo por la dedicación o el cariño a los estudiantes”.

Como El Chical queda a unas seis horas a pie de San Marcos, Ramiro se despierta de madrugada y camina en la oscuridad del bosque, llegando a su destino ya con plena luz del día. Una vez recogidas las guías educativas, emprende el viaje de vuelta para llegar antes del anochecer. Antes de la pandemia, Ramiro y los demás maestros realizaban esta caminata solo una vez cada cinco meses, para recoger los libros de texto al inicio del año lectivo y mantener actualizado su plan de estudios.

Sin embargo, las restricciones derivadas de la emergencia sanitaria han supuesto mayores complicaciones para los docentes de esta zona alejada, que ahora se ven obligados a hacer el trayecto semanalmente, para recoger las guías estudiantiles elaboradas por el Ministerio de Educación específicamente para las clases a distancia.

Con el fin de frenar los contagios de Covid-19, el Gobierno ecuatoriano determinó en marzo que las clases se hicieran de forma virtual. Sin embargo, para los alumnos que no cuentan con una buena conexión internet o con los dispositivos tecnológicos necesarios, seguir estudiando durante la pandemia ha sido un desafío.

Los pueblos indígenas han sido particularmente afectados, ya que la mayoría de sus comunidades cuentan con escasa conectividad a internet y acceso a computadoras. Este es el caso en el territorio Awá, que se reparte entre cuatro provincias ecuatorianas y dos departamentos colombianos.

Por lo tanto, en San Marcos, la educación a distancia se sigue basando en los materiales impresos. Pero en vez de usar los libros de texto comunes, los niños y las niñas estudian desde sus casas gracias a las guías educativas llevadas por Ramiro y otros profesores.
“Anteriormente estudiaban bien los niños. Los profesores estaban ahí junto con ellos. Ahora ya cambió, ya no están juntos. Se olvidaron las enseñanzas”, dice Silvio Taicuz, un habitante de San Marcos que se muestra preocupado por la educación de sus cinco hijos.

Esa incertidumbre por el aprendizaje la comparte Ramiro. “La pandemia sí afectó bastante debido a que los muchachos deben trabajar por sí solos, y nosotros debemos buscar la manera de llevar los conocimientos. Para ellos es muy dificultoso. Creo que su conocimiento no va a ser igual a lo que era anteriormente con clases presenciales”, afirma.

ACNUR, La Agencia de la ONU para los Refugiados, y su socio FUDELA imprimen y entregan las guías a los profesores, para que las familias Awá no tengan que invertir sus escasos recursos en materiales escolares.

La educación en esta región es especialmente importante para que los niños y las niñas cuenten con oportunidades. El pueblo indígena Awá ha sido fuertemente golpeado por el conflicto armado en Colombia, cuya violencia ha obligado a unas 500 familias a huir a Ecuador en las dos últimas décadas. Muchas de ellas se han establecido en El Chical, han sido reconocidas como refugiadas y ahora conviven con sus hermanos Awá que nacieron al sur de la frontera. En la escuela de San Marcos, Ramiro cuenta con alumnos nacidos en ambos países.

“La educación es lo más importante en la vida”.

Ramiro imparte clases de química, biología, ciencias naturales y educación física a estudiantes de todas las edades, desde educación básica hasta bachillerato. Además, se está preparando para mejorar la formación que ofrece a sus alumnos cursando la carrera de físico-matemático en una universidad a distancia.

A pesar de las dificultades añadidas de trabajar como docente en una comunidad remota, Ramiro está convencido de continuar su labor para que los jóvenes Awá tengan un futuro libre de violencia a través de la educación.

“(La educación) es lo más importante en la vida, que el papá le eduque a su hijo es la herencia más grande que puede recibir como hijo”, dice con una sonrisa de esperanza*.

*La entrega de material impreso por parte de FUDELA y ACNUR es posible gracias al apoyo de la Unión Europea, a través de su Instrumento para la contribución a la Estabilidad y la Paz.