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Solicitantes de asilo en el Sur de México esperan una decisión sobre sus casos

Personas solicitantes de asilo y migrantes entran a México desde Guatemala después de cruzar el río Usumacinta en Frontera Corozal.
Historias

Solicitantes de asilo en el Sur de México esperan una decisión sobre sus casos

A medida que México se convierte cada vez más en destino de personas solicitantes de asilo, aumentan las necesidades entre quienes esperan que se tramiten sus solicitudes en el sur del país.
30 Mayo 2023 Disponible también en:

Personas solicitantes de asilo y migrantes entran a México desde Guatemala después de cruzar el río Usumacinta en Frontera Corozal.

En cuestión de minutos, una estrecha embarcación motorizada cruza el río Usumacinta desde el lado guatemalteco hasta una playa del lado mexicano. 

Algunas embarcaciones llevan turistas que regresan de una visita a las ruinas mayas de Yaxchilán, pero la mayoría transporta viajeros de otro tipo. Desembarcan en grupos de una docena o más, con mochilas y botellas de agua, y a veces con niños pequeños. Algunos van acompañados de “guías” de pago que van hablando por teléfonos móviles mientras apresuran a sus pasajeros a cruzar la orilla y subir por la ribera hasta los taxis que esperan. Quienes no pueden permitirse un guía caminan por la sofocante carretera que atraviesa densos bosques y montañas durante los 165 kilómetros siguientes hasta la ciudad de Palenque.  

Esta ribera del pequeño pueblo de Frontera Corozal, en Chiapas, el estado de México situado más al sur, es un punto de escala para el creciente número de personas solicitantes de asilo y migrantes que se abren camino a través de Sudamérica y Centroamérica. Mientras que algunos ven a México como una simple estación de paso en su viaje hacia el norte, un número cada vez mayor lo ve como su destino, un lugar donde pueden encontrar seguridad y estabilidad.

Un sistema de asilo bajo presión

Una pareja con mascarillas y sus dos hijos pequeños.

Carlos Gómez, agricultor hondureño, huyó a México con su esposa, Haiset Hernández, y sus hijos Carlos, de 4 años, y Rosa, de 2, tras verse presionado por traficantes de drogas que querían utilizar sus tierras.

Carlos Gómez y su esposa Haiset Hernández llegaron aquí hace cinco meses con sus dos hijos pequeños tras huir de la remota zona de La Mosquitia, en el extremo noreste de Honduras, donde Carlos cultivaba maíz, frijoles y sandías para mantener a su familia. “Era una buena vida”, comentó. “Pero donde cultivábamos nos amenazaban los traficantes [de drogas]. Querían utilizar nuestro terreno para hacer sus trabajos y aterrizar sus avionetas”. 

Cuando algunos de sus vecinos se negaron, los traficantes les castigaron asesinando a sus hijos. Carlos y Haiset no esperaron a saber si ellos serían los siguientes. Tomaron un autobús a Guatemala y luego cruzaron a México. Se habían quedado sin dinero y caminaban por la carretera de Palenque cuando los agentes de migración los detuvieron.   

Después de dos días en un centro de detención para migrantes, fueron remitidos a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), donde solicitaron asilo. Pronto conocerán el resultado de ese proceso, pero ha sido una espera difícil en una zona con muy pocas oportunidades de empleo. Para quienes llegaron más recientemente, es probable que la espera sea aún más dura.

Una mujer atiende a una niña pequeña mientras un niño juega con una pelota roja.

Haiset Hernández con su hijo y su hija en la habitación que la familia comparte en el barrio Pakal-Ná de Palenque.

La COMAR ha pasado de recibir unas 2.000 solicitudes de asilo al año hace una década a recibir casi 120.000 el año pasado. El presupuesto y el personal de la institución han tenido dificultades para mantener el ritmo, incluso con el importante apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

Solicitudes de asilo en México

“Estimamos que, con el presupuesto y personal actuales, la COMAR puede tramitar unas 6.000 solicitudes de asilo al mes, mientras que están recibiendo 12.000 solicitudes”, señaló Josep Herreros, Representante Adjunto de ACNUR en México. “A pesar de los avances, no es suficiente. El sistema de asilo está sometido a una presión abrumadora”. 

Larga espera para registrarse

Muchas de las personas recién llegadas son haitianas como Favol Saint Claire, quien había estado viviendo y trabajando en Brasil durante varios años antes de que la economía de ese país diera un giro a la baja. Poco dispuesto a regresar a Puerto Príncipe, la capital de Haití, donde las pandillas violentas tienen cada vez más influencia, Favol y su familia atravesaron América del Sur y Central durante un mes antes de llegar a México. 

Una familia viaja sentada en un minibús.

Favol Saint-Claire y su familia viajan en minibús hasta la habitación que han alquilado en Palenque.

“Pasamos la selva; cruzamos montañas y ríos. Dormíamos por la noche y nos levantábamos temprano por la mañana para seguir caminando”, explicó. 

Cuando llegaron a Palenque a finales de febrero, la oficina de la COMAR, que solo cuenta con 14 empleados, estaba demasiado saturada para registrarlos. A ellos, junto con muchos otros, se les dio una fecha en julio para regresar y registrar su solicitud de asilo.  

Mientras tanto, deben abandonar el único albergue de la ciudad, en el barrio de Pakal-Ná, en Palenque. Dirigido por la iglesia local con el apoyo de ACNUR, el refugio J'Tatic cuenta con 120 camas y ofrece atención médica básica y alimentos. Dado que cada día llegan a Palenque más solicitantes de asilo y migrantes que necesitan alojamiento, a la mayoría de los residentes solo se les conceden tres días para recuperarse y seguir adelante. Las familias con niños pueden quedarse un poco más.

Dos hombres sentados ante una mesa. Detrás hay un mapa de México.

Los primos Héctor y Cristian Vargas, de Honduras, descansan en el refugio J'Tatic, apoyado por ACNUR, en el barrio Pakal-Ná de Palenque.

“Este es nuestro último día [aquí]”, comentó Favol mientras terminaba su desayuno. “Vamos a buscar un apartamento. Y si puedo conseguir un documento, voy a intentar conseguir un trabajo”.  

Favol parece no estar seguro de si él y su familia se quedarán en México o se trasladarán a Estados Unidos, donde tiene un hermano y unos primos, pero se mantiene firme en que no se arriesgarán a viajar sin documentos. 

Falta de alternativas al asilo

Josep Herreros, de ACNUR, señaló que parte de la presión sobre la COMAR proviene del hecho de que México carece de alternativas al asilo para las personas que desean un estatus legal mientras permanecen en el país o que tienen necesidades diferentes. “La vía más accesible y legal para las personas refugiadas y migrantes que llegan a México es el asilo”, explicó. 

Hombres sentados en un banco frente a un mapa de México.

Personas solicitantes de asilo en el barrio Pakal-Ná de Palenque, cerca del albergue J'Tatic, donde los más vulnerables reciben comida y alojamiento.

Añadió que muchos migrantes y otras personas en movilidad solo pueden optar a una tarjeta de visitante por razones humanitarias – permiso que concede un estatus temporal en México basado en motivos humanitarios – después de solicitar asilo. Esto, junto con la falta de alternativas para permanecer legalmente en el país, puede crear un incentivo para que las personas entren en el sistema de asilo, incluso cuando no tienen intención de permanecer en México.  

“Tiene que haber una alternativa para las personas que no necesitan protección como refugiadas”, señaló.  

Las personas solicitantes de asilo deben permanecer en el Estado donde se registraron hasta que se tramite su solicitud. Si intentan trasladarse, corren el riesgo de ser detenidos e incluso deportados por las autoridades migratorias. Pero Chiapas, donde la gran mayoría de los solicitantes de asilo registran sus solicitudes, es el estado más pobre de México. Aunque las personas que solicitan asilo tienen derecho a trabajar, los empleos formales escasean aquí, y la mayoría solo encuentra trabajo ocasional en el sector informal.

Una mujer y un niño están sentados en el suelo jugando con piezas de lego.

Yiré Maradiaga y su hijo de 3 años, José, están sentados en una plaza del centro de Palenque. Ella y muchas otras personas solicitantes de asilo duermen aquí por la noche o en las calles cercanas.

Carlos explicó que solo encontró un trabajo por unos pocos días en una tienda de conveniencia y, sin la ayuda en efectivo que empezó a recibir de ACNUR en noviembre, habría tenido dificultades para cubrir los gastos de alimentación y alquiler de una habitación en Pakal-Ná.

Pero esta ayuda humanitaria solo está disponible para las personas más vulnerables, y solo para quienes han podido iniciar y continuar con el proceso de asilo mientras permanecen en el Estado.

Deseando seguir adelante

Katherin*, de 23 años, espera cumplir los requisitos. Llegó a Palenque hace dos meses huyendo de amenazas de muerte en Honduras. Su orientación sexual la había convertido en blanco de discriminación en el club de Tegucigalpa, la capital, donde trabajaba en el área de limpieza. Pero las cosas empeoraron cuando se le acercaron miembros de una pandilla que querían que vendiera drogas. Cuando se negó, la golpearon y la agredieron sexualmente. Katherin pidió dinero prestado a un amigo y se dirigió a la frontera, cruzando Guatemala y utilizando lo que le quedaba para tomar un taxi de Frontera Corozal a Palenque. 

“Gracias a Dios, México me ha abierto sus puertas”, señaló.  

Dos hombres esperan a ser atendidos mientras unos funcionarios están detrás de un mostrador.

Solicitantes de asilo esperan a ser atendidos en la oficina de ACNUR en Palenque.

Pero ahora no tiene ni idea de cómo mantenerse mientras espera el resultado de su proceso de asilo, y sigue tan traumatizada por su terrible experiencia en su país que rara vez sale a la calle. Se ha alojado en casa de unos compatriotas hondureños que conoció en el parque la noche de su llegada, pero pronto tendrá que encontrar su propio hogar. “He buscado trabajo, pero no confían en mí como migrante”, explicó mientras esperaba para hablar con un miembro del personal de la oficina de ACNUR en Palenque. “Mi madre me rechazó, así que no tengo apoyo familiar. Por eso estoy aquí hoy, para registrarme [en ACNUR]”.  

Carlos está ansioso por salir de Palenque tan pronto como él y su familia sean reconocidos como refugiados. Ha oído hablar de un programa de ACNUR que ayuda a que las personas refugiadas se trasladen de las zonas fronterizas del sur, como Palenque, a ciudades del centro y el norte de México, donde hay más trabajo y mayores posibilidades de dar a sus hijos una vida normal y digna.

Un hombre con mascarilla camina por un pasillo con un niño en brazos.

Carlos y su hijo en la oficina de ACNUR en Palenque.

“Aún no sabemos dónde, pero cuando tengamos esos documentos, queremos buscar otra ciudad”, aseguró.  

Katherin sueña con mudarse a Ciudad de México y ser maestra. “Supongo que ahí habrá más oportunidades de trabajo y que las personas serán más abiertas”, comentó. 

“Me gustaría enseñar el amor al prójimo… que no importa la raza, el sexo, el color. Todos somos iguales”. 

*Nombre cambiado por motivos de protección.