Rehenes de la emergencia climática en Sudán del Sur
Rehenes de la emergencia climática en Sudán del Sur
La zona por la que están remando solía ser tierra firme. Las copas de los árboles aún sobresalen de las aguas. Viejas estructuras de acero, postes eléctricos y restos de tukuls [cabañas redondas de barro] se erigen como santuarios de épocas más secas.
Tres horas después de salir de su aldea inundada, se acercan lentamente a una gran barrera de tierra, un dique, que por ahora mantiene a raya las aguas de un asentamiento para desplazados internos en la ciudad septentrional de Bentiu, en el estado de Unidad de Sudán del Sur.
Cuatro años de lluvias históricas en esta región de Sudán del Sur han sumergido tierras de cultivo, hogares ancestrales y carreteras, convirtiendo Bentiu en una isla. Unas 360.000 personas han huido de aquí debido a las inundaciones. Ahora viven en asentamientos de desplazados bajo la línea de flotación, rodeados de diques.
Aunque el debate principal sobre el cambio climático se centra en que el mundo se volverá inhabitable en el futuro, esto ya es una realidad para las personas atrapadas aquí.
Nyepini Gator, de 57 años, es una de ellas. Se encuentra entre un grupo de mujeres empapadas que acaban de salir del agua. Han pasado las últimas cinco horas sumergidas, recogiendo nenúfares.
Nyepini es del pueblo de Tong, que también se ha convertido en una isla rodeada por las profundas aguas de la inundación.
Aunque su casa sigue milagrosamente en tierra firme, los alrededores no podrían tener un aspecto más diferente del que tenían cuando Nyepini era niña. Durante generaciones, los habitantes de esta zona se dedicaron al pastoreo, pero dependían de la agricultura para alimentarse. Como recuerda Nyepini: “Teníamos todo lo que necesitábamos, éramos ricos”.
Teníamos todo lo que necesitábamos, éramos ricos
Ahora, ella y las demás mujeres se pasan el día sumergidas hasta el cuello en el agua de la inundación mientras recogen leña, carrizo para construir sus casas y comida. Se mueven en grupo en el agua, tanto para protegerse de los atacantes como para asegurarse de que haya alguien ahí para ayudarlas en caso de que alguna de ellas sea mordida por las serpientes que acechan en el agua.
Nyepini seca al sol las semillas de nenúfar que ha recogido y las convierte en harina para preparar un platillo local llamado Walwal.
Su nombre significa “inundación” en la lengua local porque nació durante un año en el que hubo inundaciones. Sudán del Sur siempre ha sufrido algunas inundaciones ocasionales que remitían en la estación seca. Pero el volumen de agua de las inundaciones de los últimos años no se parece a nada anterior, y no hay señales de que el agua vaya a desaparecer.
Nyayiel Riek Jal Wuor huyó de su pueblo hace dos años. Su familia había sido ganadera durante generaciones. Ella misma criaba ganado y también cultivaba, sobre todo sorgo.
Cuando empezaron las inundaciones, intentó quedarse, pero cuando el agua llegó a su cabaña, vendió una de sus vacas para comprar una canoa y remó con sus cuatro hijos hasta un lugar relativamente seguro, uno de los asentamientos de desplazados internos de Bentiu.
Hay pocas opciones para ganarse la vida en el asentamiento de desplazados internos aparte de la recolección y venta de leña, pero las inundaciones obligan a Nyayiel y a otras mujeres a recorrer largas distancias para encontrar terreno seco, lo que las expone a sufrir agresiones sexuales.
Mientras tanto, su pueblo sigue invadido por el agua y ella no puede regresar a casa.
Sudán del Sur es muy vulnerable a los efectos del cambio climático, con inundaciones que afectan ya a cerca de un millón de personas cada año en un país que es uno de los más frágiles e inseguros de África. En otras partes del país, la sequía ha matado al ganado y alterado los ciclos de las cosechas, provocando conflictos entre los pastores nómadas y las comunidades sedentarias.
Ahora, la crisis de Sudán está trayendo dificultades adicionales a los habitantes de Bentiu, que ya luchan por hacer frente a la pérdida de sus hogares, redes de protección y costumbres transmitidas durante generaciones. El conflicto ha cortado el flujo de alimentos y otros productos procedentes de Sudán, que era la principal ruta de abastecimiento de la región, lo que ha disparado los precios en las últimas semanas.
Mientras tanto, las personas que vivían como refugiadas en Sudán, pero que se vieron forzadas a huir de la violencia, han empezado a regresar al estado de Unidad, solo para descubrir que sus tierras ancestrales ya no son habitables debido a las inundaciones. Sin otro lugar adónde ir, muchas personas duermen a la intemperie en asentamientos de desplazados internos con capacidad limitada para acogerlas.
“Regresan a un país que es extremadamente frágil”, señala la Representante Adjunta de ACNUR en Sudán del Sur, Juliette Murekeyisoni. “Estamos muy preocupados por el impacto en las comunidades, especialmente por aquellas que ya han sido afectadas por el conflicto y el cambio climático”.
Se espera que la situación se deteriore aún más con el inminente comienzo de la temporada de lluvias. En Bentiu, ACNUR y sus socios han estado construyendo sistemas de drenaje y diques más altos para prepararse para las lluvias, aunque la altura de los diques tiene un límite. ACNUR también ha apoyado a las comunidades para que formen comités de cuidado y mantenimiento de los diques, y les ha brindado capacitación y herramientas.
Regresan a un país que es extremadamente frágil
La mayoría de los vecinos de Nyepini ya han huido a uno de los campamentos de Bentiu y ella no está segura de cuánto tiempo más podrá permanecer en Tong, especialmente si la próxima temporada de lluvias aumenta aún más el nivel del agua.
“Lo que ocurra después depende de Dios”, comenta. “Quiero quedarme, este es mi hogar, esta es la tierra de mis antepasados”.