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Una joven voluntaria sudanesa es galardonada por su desinteresada labor en apoyar a las personas refugiadas en Egipto

Historias

Una joven voluntaria sudanesa es galardonada por su desinteresada labor en apoyar a las personas refugiadas en Egipto

Nada Fadol dirige en Alejandría un centro comunitario gestionado por jóvenes donde las personas desplazadas por la fuerza reciben servicios gratuitos de atención médica y formación profesional.
9 Octubre 2024 Disponible también en:
Mujeres aplauden, sonríen y lanzan globos al aire

Nada Shayeb (a la derecha) al final de una sesión de arteterapia en un centro gestionado por la Iniciativa Rouh en Alejandría, Egipto.

Un miércoles por la mañana, un grupo de personas refugiadas, en su mayoría hombres y mujeres de Sudán y Siria, llenan la sala de espera de un centro gestionado por la Iniciativa Rouh en la ciudad mediterránea de Alejandría, al norte de Egipto.

Al mediodía, ya se ha atendido a unos 60 pacientes con diversas necesidades médicas. Es otro día ajetreado para Nada Fadol, refugiada sudanesa de 31 años, que dirige este centro polivalente desde que estalló la guerra de Sudán en abril del año pasado y una afluencia de refugiados comenzó a cruzar la frontera con Egipto.

Nada y sus amigos transformaron un apartamento de tres habitaciones en un centro integral de apoyo para personas refugiadas y solicitantes de asilo. Un convoy médico operado por la Media Luna Roja egipcia visita el lugar dos veces al mes, ofreciendo servicios de salud y revisiones médicas gratuitas.

“Donamos lo que podemos para pagar el alquiler y los gastos corrientes”, explica.

“Rouh significa alma en árabe, porque todos somos una sola alma independientemente de [nuestro origen], seamos sirios, sudaneses o egipcios”.

Una mujer sonriente viste camisa blanca y camiseta negra abajo

Compartir el pan con otros

Nada sabe de primera mano lo que significa ser desplazada, ya que llegó a Alejandría a finales de 2015, sola y con nada más que determinación para reconstruir su vida.

Adaptarse a la vida en un nuevo país fue difícil. Sin trabajo y sin poder continuar sus estudios, se cansó de quedarse de brazos cruzados en casa. En lugar de eso, decidió utilizar sus conocimientos para dar clases a niñas y niños refugiados, principalmente de Siria, que vivían en su barrio.

“Solían preguntarme: '¿Cómo resuelvo este problema?', '¿cómo leo esto?' y '¿cómo hago aquello?'. Así que decidí reunirlos a todos y darles clases en casa”.

Pronto adquirió una sólida reputación en la comunidad, lo que significó que más personas buscaran su ayuda. Decidió unirse a otros jóvenes refugiados para crear la Iniciativa Rouh con el fin de movilizar más apoyo para las personas refugiadas.

Nada afirma que la ética de devolver y cuidar a los demás está profundamente arraigada en la cultura sudanesa y que sus padres se la inculcaron desde pequeña.

Dos mujeres se toman del brazo y escuchan hablar a un hombre

Nada habla con otro refugiado sudanés, Hamad Mohamed Abdelkader, junto a la coordinadora de la Iniciativa Rouh, Marwa Azhary Sayed Hegazy (a la izquierda), en el centro de la organización en Alejandría.

“Nos educaron para no llevar nunca un solo sándwich a la escuela; siempre llevábamos dos por si alguien no tenía comida”, explica. “Lo hacíamos porque sabíamos lo difícil que era para alguien decir 'no tengo comida'. Para que nadie se sintiera diferente a nosotros, cortábamos nuestros sándwiches en trozos y comíamos juntos en grupo”.

Cuando empezaron a llegar a Egipto cientos de miles de compatriotas sudaneses refugiados que huían de la violencia, Nada consiguió inicialmente que otros jóvenes de las comunidades de refugiados y de acogida de Alejandría colaboraran con ella para ayudar a las familias varadas en la ciudad fronteriza de Asuán, al sur del país.

Dos de sus amigos viajaron a Asuán para evaluar la situación y establecer contacto con los jóvenes de la ciudad, y al regresar a Alejandría el grupo empezó inmediatamente a recaudar fondos.

“Recaudamos fondos entre la población de aquí [de Alejandría] y luego los enviamos a nuestros amigos de Asuán para que compraran jugo, agua y alimentos, y que los repartieran entre las personas que llegaban a la frontera”, explica. 

Como primeros intervinientes sobre el terreno, Nada y sus amigos, como le gusta llamar a su equipo, consiguieron asistir a cientos de recién llegados. Además de brindarles comida caliente y ayuda en efectivo, pusieron en contacto a los más vulnerables, entre ellos niños, personas enfermas y adultos mayores, con residentes locales que les ofrecieron alojamiento temporal.

Familias desgarradas

Antes de abril pasado, nunca imaginó que su país natal se sumiría en la violencia. Su madre y dos hermanos llegaron a Egipto por razones médicas pocos días antes de que empezara la guerra. El resto de sus familiares quedaron atrapados en el conflicto y huyeron en distintas direcciones.

Desesperada por encontrarlos, creó un chat en Facebook Messenger para conectar con otras personas que buscaban a sus seres queridos. A través del grupo encontró a su hermana mayor, quien localizó a su padre y al resto de la familia. Aunque algunos de sus hermanos se han reunido con ella y su madre en Egipto, el resto de la familia sigue en Sudán.

El grupo atrajo a cientos de personas que siguen utilizándolo para localizar a sus familiares que siguen atrapados en el país.

Mientras la guerra de Sudán se prolonga por segundo año sin un final cercano, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, estima que hasta ahora en Egipto se han registrado alrededor de 500.000 personas refugiadas sudanesas.

Una afluencia tan grande y rápida puede desbordar los recursos de las agencias de ayuda, lo que hace que iniciativas como la de Rouh sean vitales para proporcionar asistencia crítica a nivel comunitario y apoyo psicosocial a quienes se han visto forzados a huir.

En reconocimiento a su trabajo desinteresado y a su dedicación para ayudar a sus compañeros refugiados, Nada ha sido seleccionada como la ganadora regional para Medio Oriente y el Norte de África del Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR 2024.

“Estoy muy feliz por haber ganado este premio”, comenta con una enorme sonrisa. “No puedo ni describir lo feliz que me siento ahora mismo”.

Estaba en el centro cuando le dieron la noticia, que aún no se había hecho pública. “Me quedé con la boca abierta, quería gritar. Así que bajé corriendo a la calle y encontré una esquina. Solté un grito de '¡Aaaah!' y volví como si nada”, se ríe.

Hogar, paz y amor

De vuelta al centro, en cuanto los últimos pacientes y médicos se han ido, las habitaciones se reorganizan para preparar las siguientes actividades del día, que incluyen formación para mujeres jóvenes sobre cómo tejer con ganchillo y hacer bolsas de lona, seguida de una sesión de arteterapia para adultos y jóvenes.

La mayoría de las actividades están a cargo de jóvenes refugiados voluntarios como Khalida Abas, de 24 años, a quien Nada apoyó cuando llegó por primera vez a la ciudad en marzo pasado. “Estoy agradecida con Nada, ella me acogió en este país”, cuenta. “Ahora enseño a mujeres jóvenes a hacer bolsas de lona dos veces por semana”.

“Nada es como mi hermana mayor”, añade. “La quiero con todo mi corazón; es mi modelo a seguir, y acudo a ella para que me aconseje”.

La última actividad del día es un encuentro cultural. Llegan más personas, entre ellas refugiados egipcios, sirios y sudaneses, cargados de fruta y comida tradicional casera. El aroma del café recién tostado flota en el aire junto con el sonido de canciones sudanesas que suenan en un altavoz portátil. Las personas mayores se sientan al fondo de la sala, cerca de la ventana, mientras los jóvenes, encabezados por Nada y Khalida – cada uno con una prenda sudanesa de colores llamativos llamada thawb – se turnan para bailar juntos en el centro.

“Todos lo esperan con ansias”, señala Nada. “Nos reunimos una vez cada dos semanas para celebrar, bailar, comer juntos y tocar canciones sobre hogar, paz y amor”.

Con el tiempo, espera ampliar su labor más allá de Egipto y llegar a más personas que lo necesiten.

“Podemos ayudar tanto como podamos con cosas sencillas”, afirma. “¿Por qué no encontrar voluntarios en otros países que tienen problemas? Sería hermoso que pudiéramos ayudar al mayor número posible de personas en necesidad, dondequiera que estén”.