En la víspera del 5º aniversario de Sudán del Sur, el desplazamiento forzado sigue al alza
En la víspera del 5º aniversario de Sudán del Sur, el desplazamiento forzado sigue al alza
Cuando se cumplen cinco años de la independencia de Sudán del Sur, el 9 de julio, ACNUR se muestra gravemente preocupado por la continua violencia en determinadas zonas del país, que provoca el desplazamiento forzado de la población sursudanesa, tanto dentro de las fronteras del Estado como hacia los países vecinos
La nación más joven del mundo se encuentra actualmente entre los países con niveles más altos de desplazados por conflictos. Casi uno de cada cuatro ciudadanos de Sudán del Sur se ha visto obligado a desplazarse dentro o fuera del país, lo que afecta a 2,6 millones de personas sobre una población que alcanzaba los 11,3 millones en 2013, siendo la gran mayoría niños y niñas.
Los civiles de Sudán del Sur continúan sufriendo las consecuencias del conflicto armado. Los enfrentamientos esporádicos son comunes mientras que la creciente inseguridad alimentaria y el deterioro de la economía pronostican un panorama difícil para el país. Las previsiones de las agencias humanitarias indican que el número de personas en situación de inseguridad alimentaria se podría incrementar de los 4,3 millones actuales hasta los 4,8 millones, coincidiendo con la mayor vulnerabilidad propia de esta época del año y la crisis económica.
A pesar de la firma en agosto de 2015 del acuerdo de paz que ponía fin a la guerra de manera formal, el conflicto y la inestabilidad se ha extendido a zonas que previamente no se habían visto afectadas en las regiones de Gran Ecuatoria y Gran Bahr-El-Ghazal. El mes pasado se produjeron enfrentamientos violentos en Wau que se cobraron la vida de más de 40 personas y que forzaron la huida de sus casas de 35.000 personas. Estos enfrentamientos son los que han estado provocando los distintos flujos de refugiados a lo largo del año .
En los nueve meses en los que el alto el fuego ha sido respetado, no se han registrado grandes movimientos de retorno desde los países de asilo. Durante este periodo, el número de desplazados internos en Sudán del Sur ha aumentado en 100.000 personas, mientras que ACNUR ha registrado cerca de 140.000 nuevos refugiados. Ahora hay más de 860.000 refugiados de Sudán del Sur en los países vecinos, convirtiendo al país en el cuarto del mundo que genera más refugiados, y en el segundo del área subsahariana, después de Somalia.
A pesar de estos retos, Sudán del Sur acoge a su vez a más de 272.000 refugiados, principalmente de Sudán (251.000), y en menor medida de la República Democrática del Congo (14.799), Etiopía (4.400) y la República Centroafricana (1.878). Este año el país ha recibido a unos 9.000 nuevos refugiados como resultado del conflicto entre los estados sudaneses de Kordofán del Sur y Nilo Azul.
Los países vecinos siguen manteniendo sus fronteras abiertas a los refugiados de Sudán del Sur y hay una interacción continua con las comunidades de acogida. Desde 2015, 22.000 personas han huido de los enfrentamientos en Ecuatoria Occidental hacia zonas remotas de la República Centroafricana y de la República Democrática del Congo. En ambos países, la inseguridad y las dificultades logísticas están afectando el acceso humanitario. Mientras tanto, Sudán ha recibido el mayor número de nuevos refugiados de Sudán del Sur este año. Con 231.581 personas, es actualmente el segundo país de acogida de refugiados sursudaneses después de Etiopía (285.356), y es seguido por Uganda (229.006) y Kenia (103.173).
En general, la respuesta humanitaria es absolutamente insuficiente debido a la severa falta de fondos. ACNUR y 42 socios no gubernamentales solicitan 573 millones de dólares para los programas de protección y asistencia a los refugiados, aunque en estos momentos apenas se ha recibido el 17% de esta cantidad (85,4 millones de dólares). Por este motivo, las agencias que trabajan en el terreno se están viendo obligadas a priorizar la respuesta de emergencia y las actividades de asistencia vital. Como resultado, las intervenciones en materia de agua, saneamiento, higiene, salud y alojamiento en la mayoría de los países de acogida están por debajo de los estándares globales, con el consiguiente riesgo de brotes de enfermedades y otras dificultades. El acceso a energías alternativas y sostenibles para los hogares es un reto y una de las principales causas de enfrentamientos con las comunidades de acogida, porque los refugiados se ven forzados a cortar leña de los bosques para su uso doméstico, un recurso extremadamente escaso en algunos lugares.
La carencia de recursos adecuados afecta sobre todo a los niños, que constituyen el 70% de la población refugiada. Más del 16% tienen necesidades especiales como es el caso de los menores no acompañados o separados de sus familias. Ellos son los más afectados por los imprevisibles movimientos de población y los trastornos generados por el desplazamiento constante.
Por ejemplo, en Kakuma, Kenia, ACNUR ha detectado un incremento significativo en la prevalencia de malnutrición aguda global entre los recién llegados durante los últimos meses. La falta de fondos está obstaculizando los esfuerzos para gestionar casos, incluyendo la reunificación de menores no acompañados o separados de sus familias. La media de trabajadores que atienden a niños con necesidades especiales es de uno por cada 90 (el estándar global es de 1 por cada 25). Etiopía sólo dispone del 20% del personal que necesita para protección de menores.
En materia de educación hay dificultades para poder cubrir los estándares mínimos debido a la falta de profesores cualificados, aulas y material escolar. La educación secundaria y terciaria, la formación profesional y los programas de empoderamiento para adolescentes y jóvenes deben ser reforzados para reducir los riesgos de reclutamiento forzoso de menores. Finalmente, la mayoría de los países de acogida se están viendo afectados por la reducción de las raciones alimentarias del Programa Mundial de Alimentos. A esto se añade la supresión de los cupones para molienda de grano y el reto de estar entregando cestas de comida incompletas. Las actividades de medios de vida se han limitado tanto en número como en alcance, y no son suficientes para hacer frente a la importante necesidad de reforzar la capacidad de los refugiados de valerse por sí mismos.