Declaración del Alto Comisionado ante la tercera comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas
Declaración del Alto Comisionado ante la tercera comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas
Estimado presidente,
Hemos visto, con espanto, los acontecimientos que se han desarrollado en Gaza e Israel en las últimas cuatro semanas (incluido el devastador bombardeo del campamento de refugiados de Jabalia el día de hoy). Hago eco de las palabras con las que el Secretario General insta a un cese al fuego inmediato por razones humanitarias y solicita acceso humanitario irrestricto, la liberación de rehenes, y el reinicio de un proceso de paz con el que finalmente se cierre este ciclo de violencia, que es cada vez más mortífero. Por otra parte, honro a los trabajadores humanitarios – personal de la ONU, de las organizaciones no gubernamentales, de la Media Luna Roja, entre otras instituciones – que están en el terreno en Gaza, haciendo lo que pueden en circunstancias aterradoras. En particular, honro al personal de UNRWA, la organización en la que yo mismo trabajé, y les expreso mis más sinceras condolencias – al personal y a sus familias – por la muerte de 67 colegas.
Como saben, el mandato de ACNUR no contempla operaciones en el Territorio Palestino Ocupado; sin embargo, siendo una organización humanitaria, para ACNUR es angustiante no solo la pérdida de vidas civiles (tanto palestinas como israelíes), sino también el sufrimiento humano que atraviesa la población gazatí por la ocupación militar de Israel. Es imperativo proteger la infraestructura y las vidas civiles, según lo exige el derecho internacional humanitario, así como facilitar que la asistencia humanitaria llegue a la población civil. Recordemos que niñas y niños componen cerca de la mitad de la población gazatí.
Comparto la preocupación generalizada con respecto a la posible desestabilización que esta guerra podría provocar en otras partes del mundo, sobre todo en Medio Oriente, una región en la que ACNUR tiene presencia y en la que millones de personas refugiadas siguen de cerca la evolución de este conflicto bélico.
No obstante, si bien las noticias se han centrado en los acontecimientos en Gaza e Israel, no podemos ignorar otras crisis, pues es necesario responder a varias de ellas al mismo tiempo. Los conflictos, la violencia y las persecuciones no dan tregua, de manera que continúan las muertes, las mutilaciones y los desplazamientos (con frecuencia, sin consideración alguna de las normas básicas de guerra y sin ningún atisbo de humanidad). Más de 114 millones de personas han sido forzadas a abandonar sus hogares (la cifra oficial anterior era de 110 millones); el 90% de ellas vive en países de renta media o baja. Por tanto, se trata de un problema que podría acentuar cualquier fragilidad. No sorprende que, en un mundo que parece “tolerar” que haya 114 millones de personas desplazadas (en otras palabras, personas que han sido relegadas), no se hayan alcanzado avances en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible ni con la intención de no dejar a nadie atrás. Sin embargo, de lograr avances (reales) con respecto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el número de personas desplazadas disminuiría rápida y dramáticamente.
La guerra estalló en Sudán el 15 de abril de 2023, un hecho que cambió la vida de la población de ese país tan drásticamente como ocurrió con las personas que huyeron de Ucrania el año anterior, quienes todavía hoy ven la muerte y la destrucción que la invasión rusa va dejando a su paso. Por el conflicto en Sudán, casi seis millones de personas no han tenido más opción que abandonar sus hogares. Esta cifra incluye a más de un millón de refugiados que huyeron a países vecinos, muchos de los cuales atraviesan una situación delicada por conflictos y otras crisis. En una región inestable, Chad, por ejemplo, no solo está en la primera línea de la emergencia climática, sino que la población refugiada en el país casi se ha duplicado – a un millón – en apenas un par de meses. Debemos seguir transmitiendo el mismo mensaje a los líderes militares de cada una de las partes del conflicto en Sudán; en concreto, debemos exigir que la violencia se detenga y que el resto de la población no siga sufriendo daños.
El aumento del número de personas desplazadas por la fuerza es sintomático de conflictos crecientes y no resueltos en muchas partes del mundo; estos, con frecuencia, se combinan con otros factores.
La violencia continúa causando estragos. Al este de la República Democrática del Congo, por ejemplo, casi 1,5 millones de personas han sido desarraigadas tan solo este año.
Los enfrentamientos y la contravención del derecho internacional humanitario son comunes en varios puntos del Sahel central, lo cual ha provocado desplazamientos (incluso a Estados costeros en África occidental).
Aunado a los conflictos, este año, en Somalia, casi 900.000 personas han sido forzadas a abandonar sus hogares a causa de la emergencia climática.
En Myanmar, la violencia ha desplazado a más de 400.000 personas este año; además, el número total de personas desplazadas internas en ese país está por llegar a los dos millones (sin obviar, evidentemente, a las personas que han solicitado protección en otros países, incluido un millón de personas rohingyas en Bangladesh).
De manera similar, 100.000 personas llegaron a Armenia en cuestión de días el mes pasado.
La lista sigue y es bastante larga.
Demasiado larga.
Con frecuencia, ACNUR menciona cifras y estadísticas. Sin embargo, espero que, en todo lo que hagamos, recordemos que detrás de esos números hay mujeres, hombres, niñas o niños cuya vida ha sido destruida. Todas estas personas han perdido familiares, amistades y bienes. De hecho, quizás han tenido que despedirse definitivamente de familiares que no pueden trasladarse a sitios más seguros por su edad o estado de salud.
Incluso hay casos en que ni siquiera hubo una despedida.
Estimado presidente,
Como sabe esta comisión, en ACNUR recae la responsabilidad de ayudar a los Estados a proteger, asistir y encontrar soluciones a la situación de 114 millones de personas. Esto se logra colaborando estrechamente con socios importantísimos, que incluyen otras agencias de la ONU, organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales, así como un número cada vez mayor de organizaciones dirigidas por personas refugiadas.
Por desgracia, la financiación no aumenta aunque la cantidad de crisis se mantiene al alza: en los últimos doce meses, ACNUR tuvo que declarar un récord de 46 emergencias en 32 países.
Imagino que, con justa razón, habrá quienes sugieran que es necesario priorizar. Les garantizo que sí lo estamos haciendo. Año con año, día con día, las operaciones priorizan y vuelven a priorizar, sobre todo porque es raro que la financiación cubra más del 50% del presupuesto. Hemos incorporado sistemas, herramientas y procesos nuevos y mejorados. La sede, las oficinas regionales y las operaciones nacionales han estado reconfigurando sus plantillas de personal. De hecho, se ha reducido la cantidad de puestos para mantener el enfoque en la respuesta en el terreno. Por otra parte, considerando las reformas que se han hecho en el sistema de las Naciones Unidas, ACNUR colabora estrechamente con otras agencias para, en lo posible, reducir los gastos, como el servicio integrado de gestión de flotas sin marca que ACNUR codirige con el Programa Mundial de Alimentos.
La realidad, sin embargo, es que, en los ocho años que he fungido como Alto Comisionado para los Refugiados, no solo me preocupa la situación financiera de la organización, sino del sistema humanitario en su conjunto. Estamos en un punto de inflexión. La incapacidad de los Estados para prevenir y erradicar conflictos – una cuestión que acabo de mencionar ante el Consejo de Seguridad – hará que las necesidades humanitarias superen nuestra capacidad para sostener y ampliar el alcance de las respuestas en cualquier parte del mundo. Las operaciones humanitarias carecen de fondos. ACNUR, por ejemplo, enfrenta un déficit de USD 600 millones, que debe subsanarse antes de que termine el año. Además, nuestros principales donantes vaticinan que el 2024 será aún más preocupante.
Hacemos lo que podemos. Los esfuerzos de ACNUR por vincularse con el sector privado han rendido frutos, pues el año pasado recibió USD 1.200 millones de donantes individuales, empresas y fundaciones. Esto, sin embargo, no basta. Por tanto, insto a todas las partes – especialmente aquellas con recursos, incluidos los donantes en la región del Golfo y aquellos cuyas contribuciones multilaterales han sido rechazadas o nunca fueron sustanciosas – a esforzarse más por ayudar.
Cortar los recursos de las agencias humanitarias les ata las manos – también a las personas por las que trabajan – en momentos en que necesitan contar con un sistema de ayuda robusto para que, aun con las fallas políticas, puedan salvar vidas y aliviar el sufrimiento.
Incluso en condiciones tan adversas, se han logrado avances en el fortalecimiento de alianzas con socios para el desarrollo en contextos de desplazamiento forzado. Es común, por ejemplo, que el Banco Mundial amplíe su participación en las respuestas apoyando directamente a los países de acogida, lo cual les permite incluir a las personas refugiadas y sostener a las comunidades de acogida (hasta que los refugiados puedan volver a casa de manera voluntaria, en condiciones dignas y seguras). Esto está adquiriendo relevancia. Datos de la OCDE destacan que, en un lapso de dos años (2020-2021), más de USD 11.000 millones destinados a la ayuda al desarrollo – por bancos bilaterales y multilaterales – se han invertido en respuestas a situaciones de refugiados (además de los fondos proporcionados por agencias de la ONU y otros agentes mediante llamamientos humanitarios coordinados). Al respecto, insto a los países de acogida a involucrarse aún más en programas de este tipo, pues ofrecen complementos – considerables y necesarios – a las respuestas netamente humanitarias.
Aunado a esto, ACNUR ha estado buscando soluciones al desplazamiento. En ese sentido, me complace comentar que los cupos para el reasentamiento aumentaron nuevamente el año pasado; y doy las gracias a los países que han desempeñado un papel trascendental al respecto. Asimismo, me complace ver que cada vez son más las acciones en el rubro de las vías complementarias, como los programas de movilidad laboral, las becas y otros mecanismos que ofrecen soluciones a las personas refugiadas. Insto a que se haga mucho más en todas estas áreas.
También se han logrado avances para acabar con la apatridia. En Kenia, por ejemplo, el presidente William Ruto emitió documentación que confirma que las personas del pueblo pemba que han vivido en el país por años ya cuentan con la nacionalidad keniana, lo cual les permite integrarse de lleno a la sociedad.
Por otra parte, la inclusión sigue siendo prioritaria en diversos países; entre ellos, Uganda, Colombia y Ecuador. Kenia también ha cambiado su perspectiva con respecto a los refugiados; de hecho, lanzó el Plan de Shirika, que es pionero porque busca convertir los campamentos en asentamientos integrados que beneficien tanto a las personas refugiadas como a las comunidades de acogida. Insto fuertemente a la comunidad internacional a respaldar este plan, que es crucial, sobre todo apoyando directamente al Gobierno de Kenia por conducto de donantes para el desarrollo bilaterales y multilaterales.
De cualquier forma, ACNUR continúa priorizando el trabajo en los países de origen. En ese sentido, la Estrategia de Soluciones para Refugiados Afganos sigue siendo una importante plataforma. Casi 200.000 personas afganas desplazadas y cerca de 20.000 refugiadas han retornado al país en los últimos dieciocho meses, incluso a áreas prioritarias para los retornos y la reintegración. Si bien, como parte de los esfuerzos de toda la Organización de las Naciones Unidas, ACNUR continúa presionando para que se reviertan los decretos con los que las autoridades de facto han restringido los derechos y las libertades de las mujeres y las niñas en Afganistán, también ha estado tratando de ampliar su respuesta para brindar más apoyo a las personas afganas que lo necesitan (en especial mujeres y niñas que han estado beneficiándose de todo este trabajo y de promesas hechas durante más de 20 años y que, por tanto, no pueden ser abandonadas a su suerte, sobre todo ahora). Por lo anterior, espero que contemos con más recursos y financiación flexible para las operaciones humanitarias en Afganistán y en los países que han dado acogida a un gran número de refugiados afganos, sobre todo Irán y Pakistán. En ese sentido, hago un llamado especial por Pakistán, como lo discutimos con su Gobierno, para abordar con un enfoque humano los desafíos que supone la población afgana no registrada en ese país.
Las soluciones al desplazamiento también exigen transmitir confianza en cuanto a que los retornos se darán en condiciones seguras y que se contará con recursos para garantizar su estabilidad. Esto ocurre en sitios como Siria, por ejemplo, donde es necesario hacer mucho más en ambos sentidos. Las conversaciones sostenidas recientemente con el Gobierno de Siria – y la declaración que este hizo en la sesión del Comité Ejecutivo de ACNUR el mes pasado – son importantes, así que insto a que se sigan abordando cuestiones de protección y a construir la confianza que hace falta entre las personas refugiadas. Asimismo, insto a la comunidad internacional a brindar mucho más apoyo a la recuperación temprana, que permitirá que quienes opten por volver a su país puedan llevar vidas dignas.
Aun con numerosos desafíos, ACNUR continúa esforzándose por encontrar soluciones en Myanmar, incluso para la población rohingya. Debemos hacer mucho más por ella y por los países que le han dado acogida.
De manera similar, ACNUR ha estado colaborando estrechamente con otras partes en el Plan de Acción sobre Desplazamiento Interno del Secretario General; en concreto, buscando soluciones en favor de las personas desplazadas internas.
En otras partes del mundo, un número significativo de personas refugiadas no logra encontrar soluciones debido a la falta de recursos. Tal es el caso, por ejemplo, de los refugiados de Burundi: más de 24.000 de ellos mencionan que desean volver y reintegrarse en su país, sin embargo, el déficit de los programas de repatriación supera los USD 13 millones.
Estimado presidente,
En muchos otros foros me habrá escuchado hacer mención de los desafíos que suponen lo que llamamos movimientos mixtos. Permítanme repetir, simplemente, que son complejos. No obstante, es posible encontrar soluciones si, ante todo, reconocemos los desafíos y nos libramos de eslóganes simples que, si bien parecen funcionar en las redes sociales, no marcan ninguna diferencia en la realidad; de hecho, deberíamos concentrarnos en lo que conocemos como el enfoque de “la ruta entera”. ACNUR colabora estrechamente con la Organización Internacional para las Migraciones, cada una partiendo de su propio mandato.
Permítanme decirlo de nuevo: ACNUR está aquí para apoyar a los Estados a superar este desafío. De cualquier forma, subrayo que seguiré cumpliendo con mi mandato y haciendo todo lo posible por garantizar que no haya restricciones al acceso al territorio para solicitar asilo. Esta es la piedra angular del derecho internacional de refugiados y refleja el principio de no devolución, que está consagrado en el derecho convencional internacional. Ni la organización ni yo aceptaremos la externalización o tercerización de las obligaciones que se tienen en materia de asilo.
Estimado presidente,
Dentro de solo seis semanas, ustedes – los Estados miembro de las Naciones Unidas – se reunirán con otras partes interesadas en Ginebra, en la segunda edición del Foro Mundial sobre los Refugiados. Como siempre, le doy las gracias a Suiza, por ser coanfitriona del evento, y a los co-convocantes – anteriores y actuales –, por su asesoramiento y guía.
Nuestro encuentro será en un momento complejo. El mundo nunca había estado tan fragmentado como lo está hoy. Luego de la pandemia de COVID-19, se han hecho evidentes las tensiones que se han estado gestando durante años; de hecho, se han intensificado con las guerras en Gaza y Ucrania.
Al respecto, tengo la responsabilidad de instarles a hacer todo lo que esté en su poder para dejar de lado estos dolorosos agravios – que en algunos casos son entendibles – para en su lugar enfocarse, de manera conjunta, en la protección, ayuda y búsqueda de soluciones en favor de 114 millones de personas alrededor del mundo que tienen motivos de sobra para sentir que el trato que han recibido es injusto.
Por lo anterior, reunámonos en el Foro Mundial sobre los Refugiados con un espíritu de solidaridad para mostrarles que no nos hemos olvidado de ellas y, sobre todo, que el mundo y los países que lo integran se han unido, se apoyan mutuamente y colaboran de una vez por todas para cumplir con las tareas que se nos han encomendado y para salvar a las generaciones futuras del flagelo de la guerra.
Muchas gracias.