Declaración del Alto Comisionado en el Diálogo de Alto Nivel sobre el Plan de Shirika
Declaración del Alto Comisionado en el Diálogo de Alto Nivel sobre el Plan de Shirika
Honorable Primer Secretario del Gabinete,
Gobernadores,
Embajadores,
amistades y colegas,
Muchísimas gracias no solo por la bienvenida, sino también por el diálogo tan enriquecedor que he estado escuchando. Como acaba de señalar el Secretario Principal, año con año conmemoro el Día Mundial del Refugiado – este es el octavo que celebro como Alto Comisionado – en un lugar de gran relevancia.
Este año, para mí es un honor conmemorarlo en Kenia, un país que, como se nos dijo por la mañana, durante décadas ha dado generosa acogida a las personas refugiadas, y donde ideas vanguardistas están dando pie a nuevos enfoques en la respuesta a la situación de refugiados y, por cierto, en la reducción de la apatridia.
En el complejo mundo en el que vivimos, todo esto es muy necesario.
Son graves las consecuencias de la fragmentación política, la emergencia climática que castiga a todas aquellas personas que poco han hecho para provocarla, la crisis económica que exacerba el sufrimiento de los grupos en mayor situación de vulnerabilidad, y la excesiva e implacable violencia, que puede verse en el brutal conflicto que azota a Sudán y que supone una amenaza no solo para ese país, sino para la región y el mundo entero.
Estas consecuencias incluyen el desplazamiento de más de 110 millones de personas en el mundo, según las estadísticas más recientes, que han tenido que abandonar su hogar por conflictos, discriminación, persecuciones y otras formas de violencia. Entre ellas se encuentran 35 millones de refugiados que han cruzado fronteras luego de abandonar su hogar, su familia, sus amistades y todo lo que conocen. La seguridad y la supervivencia de estas personas, así como la posibilidad de que puedan reconstruir sus vidas dependen de la protección, la hospitalidad y el apoyo de los países de acogida.
Si nos enfocáramos únicamente en las noticias que circulan en Occidente, podríamos pensar, con demasiada facilidad, que la crisis de refugiados está presente en Europa, Norteamérica, Australia y otros cuantos países. La realidad, no obstante, es completamente distinta, como puede verse aquí en Kenia, pues son los países cercanos a las crisis los que llevan sobre sí la mayor carga. Los países de renta media y baja, que en muchos casos padecen los estragos de la crisis económica mundial y de la emergencia climática, siguen siendo los que dan acogida al mayor número – en concreto, el 76% – de personas refugiadas en el mundo.
Amistades queridas,
En este contexto, podemos ser presas de la desesperación y concluir que la magnitud del problema impide resolverlo. Por desgracia, esta es la postura que han adoptado el grueso de los políticos alrededor del mundo. Para ellos, la única alternativa viable es detener los movimientos de población construyendo muros desde un enfoque que da prioridad al yo y al propio país. Si bien esto puede derivar en la ganancia de votos, no resuelve los desafíos que deben afrontar el público votante y el mundo entero.
Afortunadamente, muchos países africanos se oponen a esta tendencia; de hecho, aun en medio de los conflictos, la emergencia climática y otros desafíos, continúan buscando soluciones (verdaderas) a muchos de estos problemas.
Esto es particularmente notorio cuando se trata de personas refugiadas. Viajando por el mundo y escuchando lo que los países de acogida tienen que decir, soy consciente de los desafíos que suponen los refugiados para ellos y sus comunidades; en concreto, según he escuchado en intercambios recientes sobre la crisis en Sudán, estos desafíos se relacionan con la seguridad, los recursos, la cohesión social y el agotamiento de los servicios.
Sin embargo, he visto cómo las comunidades de acogida – incluso aquellas que cuentan con menos recursos – comparten todo lo que tienen con quienes lo han perdido todo. He observado también que hay líderes políticos – sobre todo aquí, en África; y, específicamente, en Kenia – que tienen la intención de hacer lo mismo. Por tanto, están emprendiendo acciones y se rehúsan a escudarse en excusas. De hecho, están tratando de hacer frente a los desafíos con políticas trascendentales e innovadoras.
Kenia es líder y ejemplo de ello.
Como señaló el Secretario Principal, venimos de la Casa de Gobierno, donde el presidente Ruto reafirmó el compromiso firme – suyo y de su administración – de transformar los campamentos de refugiados en sitios integrados. Él me permitió hacer mención de esto para reiterar su compromiso.
Como sabemos, Kenia ha estado desempeñando un papel importante para poner fin a los conflictos que azotan distintas partes del continente.
Al mismo tiempo, podemos ver que Kenia y otros países africanos han mantenido sus fronteras abiertas y han brindado apoyo y protección a las personas refugiadas que huyen de la violencia. Es evidente que esto supone un gran reto; de hecho, lo ha sido a momentos, incluso en este país. Aun así, siguen salvando vidas. Agradezco no solo que cumplan con sus obligaciones internacionales, sino que también actúen con un espíritu humano.
No obstante, según comentábamos el presidente Ruto y yo, hoy podemos ver y celebrar un enfoque mucho más progresista para responder a las situaciones de refugiados, uno que se centra en el terreno y que es congruente con una mirada “de abajo hacia arriba”. La Ley de Refugiados de 2021 y el que ahora se conoce como el Plan de Shirika no solo crearán un entorno de protección mejorado para las personas refugiadas, sino que también renovarán la vida de las comunidades que durante años o décadas les han dado acogida. Por otra parte, la inclusión económica de las personas refugiadas redundará en beneficio de la economía local y nacional, como puede verse en Kakuma y Kalobeyei, en el condado de Turkana, donde, con ayuda de los donantes (incluidos el sector privado e instituciones financieras internacionales), los esfuerzos están rindiendo frutos. (En realidad, debería hablar de socios, no tanto de donantes). Estos frutos podremos verlos también en Dadaab y en el condado de Garissa. Hace rato escuchamos a dos gobernantes hablar elocuentemente sobre esto; y lo vimos también ayer, en el condado de Turkana.
Si bien la ayuda humanitaria – del tipo que brindan ACNUR, el Programa Mundial de Alimentos y otras agencias – seguirá siendo esencial (tanto como nuestra labor en los países de origen para eliminar los obstáculos que imposibilitan los retornos voluntarios), las nuevas políticas de Kenia, que son progresistas, requerirán otro tipo de apoyo: más sustancial y sostenible. Por este motivo resulta crucial que el Plan de Shirika se ejecute cuanto antes, también con respecto a la documentación, la libertad de circulación, los derechos y demás cuestiones que atañen a las personas refugiadas.
El éxito del plan dependerá de la proporción de la ayuda para el desarrollo – incluida la financiación para hacer frente al cambio climático – que reciban Kenia y otras zonas que han dado acogida a los refugiados, como Garissa y Turkana, lo cual las convertirá en grandes centros económicos y permitirá transformar los campamentos en sitios integrados. Por su parte, según lo mencionaron SafariCom y otros actores, el sector privado – que ha estado obteniendo réditos de las inversiones a favor de los refugiados en Kenia – desempeñará un papel crucial.
Agradezco que el resto de las Naciones Unidas comparta la visión que tenemos ACNUR y el Gobierno para que el Plan de Shirika se convierta en una realidad. En particular, doy las gracias a la dirección ejecutiva de ONU-Habitat, que está aquí presente y ofrece gran apoyo. También estoy profundamente agradecido por el apoyo que por años nos han brindado los Estados donantes (muchos de ellos tienen representación aquí), el Banco Mundial y la Corporación Financiera Internacional (sobre todo aquí, en Kenia). Espero que el involucramiento de todos ellos sea continuo y sostenido.
Apreciables invitados,
Si bien ACNUR ha sido socio y ha desempeñado – y continuará desempeñando – un papel fundamental, cabe resaltar que el éxito del plan reside en el Gobierno de Kenia, en su liderazgo y en su involucramiento, que son motivo de mi agradecimiento hacia el presidente Ruto.
Sin embargo, la ejecución del plan no puede quedar en manos de Kenia únicamente.
Por tanto, insto enérgicamente al resto de la comunidad internacional a apoyar el Plan de Shirika de manera firme, sostenida y predecible.
Se estima que hemos logrado movilizar $200 millones de dólares para apoyar este plan, un hecho por el que estoy muy agradecido. No dejaré de fomentar esto e invito a que, para que el Plan de Shirika sea una realidad y logremos cambiar vidas para siempre, se ofrezcan a Kenia opciones de financiación y desarrollo más flexibles y generosas.
Tendrán que perdonarme, pero no puedo concluir mi intervención sin aprovechar la oportunidad, en este Día Mundial del Refugiado, de recordar a toda la comunidad internacional aquí en Kenia que, según versa en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, las personas refugiadas constituyen una responsabilidad internacional y que las acciones de los países que les han dado acogida, como Kenia (un país que se esfuerza por luchar contra los estragos del cambio climático), se traducen en un bien común que nos beneficia a nivel mundial.
Apreciables invitados,
Es evidente que los tiempos que corren están repletos de dificultades, incluso en los países donantes. Las prioridades son muchas y compiten entre sí. Sin embargo, aunque parezcan avasallantes los desafíos que supone el mundo de hoy, admiremos la gran oportunidad que Kenia ha creado con esta ambiciosa política y su plan, cuyos resultados me gustaría ver expuestos en el segundo Foro Mundial sobre los Refugiados, que tendrá lugar en Ginebra dentro de seis meses.
La valentía y la creatividad detrás de esta propuesta nos permitirán conmemorar el Día Mundial del Refugiado de la mejor forma, es decir, buscando soluciones a pesar de los múltiples desafíos, lo cual, aun en medio de la adversidad, celebra la generosidad, la humanidad y los logros que deben llenar a África de orgullo.
Muchas gracias.