Declaraciones iniciales del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, en el Foro Mundial sobre los Refugiados
Declaraciones iniciales del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, en el Foro Mundial sobre los Refugiados
Su Majestad,
distinguidos asistentes,
Las cifras no cuentan historias. Sin embargo, una cifra (114 millones) es importante para dar inicio a esta reflexión. Son 114 millones de personas refugiadas y desplazadas las que han tenido que abandonar sus hogares para huir de persecuciones, violaciones a los derechos humanos, violencia, conflictos armados y alteraciones del orden público. Son 114 millones de sueños rotos, vidas coartadas, anhelos interrumpidos. Esta cifra es sintomática de que la humanidad está en crisis (en varias crisis, de hecho). Al mismo tiempo, representa la generosidad y hospitalidad de personas que han abierto sus corazones y sus hogares para recibir a aquellas que huyen; con frecuencia, estas personas tienen muchos menos recursos que aquellas que tuvieron que abandonarlo todo.
Las profundas desigualdades también son una amenaza para el mundo, tanto como la pobreza y el cambio climático. De igual forma, la seguridad genera preocupaciones físicas y virtuales; además, la COVID-19 ha revelado cuán expuestas están nuestras sociedades a los riesgos sanitarios. En un contexto así, parece fácil olvidar que el desplazamiento forzado sigue siendo un problema no resuelto que nos concierne a todos, no solo cuando vemos imágenes de flujos masivos ni cuando las personas refugiadas tocan a la puerta, pues, como ocurre con otros desafíos que aquejan al mundo, el desplazamiento forzado se complejiza con las divisiones cada vez más marcadas en la comunidad internacional.
Dicho esto, no podemos permitir que las personas refugiadas caigan en el olvido por la multiplicidad de desafíos que enfrenta el mundo, muchos de los cuales parecieran más graves o urgentes. Esta cifra (114 millones de personas) es una cifra enorme, y exige que actuemos con urgencia. El Foro Mundial sobre los Refugiados, por tanto, llega en un momento oportuno, pues nos ofrece la oportunidad de comprometernos nuevamente a emprender acciones esenciales que se necesitan para responder al desplazamiento forzado; en concreto, proteger a las personas forzadas a huir, compartir las responsabilidades inherentes en darles acogida, garantizar que las personas refugiadas tengan poder de acción y de decisión para contribuir a las comunidades y las naciones que las han recibido, redoblar esfuerzos para acabar con el desplazamiento, y hacer lo posible para eliminar todo aquello que lo provoca.
Su Majestad,
señoras y señores,
Una catástrofe humana de grandes proporciones se está desarrollando en la Franja de Gaza. Hasta el momento, sin embargo, el Consejo de Seguridad no ha logrado detener la violencia. Los acontecimientos que han tenido lugar en Gaza e Israel desde el 7 de octubre no se contemplan en el mandato de ACNUR. Por desgracia, se prevé que la población civil seguirá sufriendo y pereciendo; además, se cree que el desplazamiento aumentará en la región. No puedo inaugurar el Foro Mundial sobre los Refugiados sin hacer eco, antes que nada, del llamado que ha hecho el Secretario General de las Naciones Unidas para que haya un alto el fuego sostenido e inmediato por razones humanitarias; para que los rehenes sean liberados; y para que se retome, de una vez por todas, un diálogo genuino que acabe con el conflicto y permita instaurar la paz y la seguridad en favor de los pueblos palestino e israelí. Invité a mi colega y amigo, Philippe Lazzarini (Comisionado General del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente, UNRWA), para que esta tarde emita una declaración especial desde la perspectiva de la agencia cuyo mandato consiste en asistir y apoyar a las personas palestinas refugiadas, motivo por el cual se trata de la institución que más involucrada está en la respuesta en Gaza.
Es innegable que debemos seguir prestando atención a lo que ocurre en Gaza. Sin embargo, tengo una petición: no perdamos de vista otras crisis humanitarias y de refugiados que son también apremiantes. Por ejemplo, la situación en la que se encuentra la población civil de Sudán y de Ucrania – incluidos millones de personas refugiadas y desplazadas – requiere nuestro apoyo y atención, tanto como las crisis prolongadas (entre ellas, la del pueblo rohingya, la situación en Siria y en Afganistán, los enfrentamientos constantes en la República Democrática del Congo, la creciente inseguridad en el Sahel, así como los flujos poblacionales en las Américas, el Mediterráneo y el Golfo de Bengala).
Como sabemos, la mayor parte de estas crisis persiste porque no hay soluciones políticas a los conflictos no solo de las partes involucradas directamente en ellos, sino también de los Estados con influencia. Estas circunstancias se combinan con el cambio climático y otras emergencias. La inestabilidad resultante impide que se instaure la paz. En consecuencia, la ciudadanía de a pie queda expuesta a dificultades extremas, violaciones a los derechos humanos y desplazamiento. En contextos así, lo mínimo que podemos hacer es honrar el sentido humano y garantizar que se brinde protección y asistencia.
Sería omiso si no mencionara que muchas organizaciones humanitarias enfrentan graves desafíos financieros. ACNUR, por ejemplo, aún necesita USD 400 millones para cerrar el año con apenas el mínimo de recursos que requiere. Hace años que no se veía un déficit de este tipo, y parece que el 2024 será aún más duro. Permítanme aprovechar esta oportunidad y la presencia de generosos donantes para hacer un llamado a que se amplíe el apoyo financiero, pues, por desgracia, el mundo necesita sólidas organizaciones humanitarias por la situación que atraviesa.
Su Majestad,
señoras y señores,
Hace cuatro años concluyó el primer Foro Mundial sobre los Refugiados. En aquel momento dije que teníamos “la clave del éxito”. Ahora, esa clave se ha convertido en todo un aparato que nos permite avanzar mucho más gracias a los esfuerzos coordinados de quienes estamos hoy aquí y de otros agentes en otras partes del mundo (no solo los Estados, sino también organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales, organizaciones dirigidas por personas refugiadas y organizaciones locales, así como las propias personas refugiadas, incluidas las más de 300 que están participando en esta edición del Foro Mundial sobre los Refugiados). Esa clave, además, apoya organismos, instituciones financieras internacionales, líderes confesionales, empresas privadas y particulares que han contribuido, de manera positiva y con lo que han podido, desde un enfoque de la “sociedad entera”, que es el sello distintivo del Pacto Mundial sobre los Refugiados.
Permítanme darles las gracias por esto, así como agradecer también a Suiza, coanfitrión de este evento, por el gran apoyo que ha dado a esta causa.
Asimismo, me permito expresar que estoy sinceramente agradecido con los co-convocantes – Colombia, Francia, Japón, Jordania y Uganda – no solo por su liderazgo, guía y diligencia en la preparación de este Foro, sino también – y sobre todo – por la inmutable solidaridad que por muchos años han mostrado a las personas refugiadas, sea como donantes o como países de acogida.
Sería descortés de mi parte no darle especiales gracias, Su Majestad, no solo por honrarnos con su presencia el día de hoy y por emitir el discurso inaugural, sino también por la hospitalidad que el Reino Hachemita ha mostrado durante mucho tiempo a las personas refugiadas de Irak, Siria (en décadas recientes) y Palestina (desde 1948). He sido testigo de ello (lo cual me llena de inspiración), no solo cuando trabajaba en UNRWA, sino también en el cargo que ocupo ahora.
No es casualidad que Colombia, Jordania y Uganda sean co-convocantes, pues representan a los principales países de acogida, que, por décadas y frecuentemente con poco apoyo, han ofrecido albergue, protección y ayuda a las personas refugiadas. El preámbulo de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 insta explícitamente a la solidaridad internacional, pues, cito: “la concesión del derecho de asilo puede resultar excesivamente onerosa”. Uno de los mensajes más potentes que quiero transmitir hoy es, precisamente, que no podemos subestimar el papel que desempeñan los países y las comunidades de acogida cuando de salvar vidas se trata; por tanto, no debemos olvidar nunca el precio que pagan, en nombre nuestro, al asumir la responsabilidad en beneficio del mundo entero.
Con el Pacto Mundial sobre los Refugiados, que fue adoptado por la ONU en 2018, y con la creación de este Foro se busca alcanzar el objetivo de repartir y compartir responsabilidades con respecto a los refugiados. Es cierto que en algunos sitios hemos visto acciones cuyo propósito era totalmente opuesto (incluso violatorio del derecho internacional), con la intención de rechazar a las personas refugiadas construyendo muros físicos o jurídicos, o bien externalizando obligaciones. Políticas de este tipo, por cierto, no solo son injustas, sino también ineficaces. Tampoco podemos ocultar el hecho de que las personas refugiadas en mayor situación de vulnerabilidad y los países y las comunidades de acogida no han recibido el apoyo que requieren y que merecen.
Sin embargo, vale la pena reconocer que, aun con todos estos desafíos, se han logrado avances gracias al trabajo colectivo.
Estos avances se han alcanzado mediante grandes compromisos multilaterales e iniciativas regionales, como las tres plataformas de apoyo regional, que pronto serán cuatro. Estos avances también han sido posibles por incontables iniciativas ejecutadas por personas que se han comprometido a mejorar la vida de los refugiados y de las comunidades de acogida.
Con 1.700 compromisos anunciados – en el primer Foro Mundial sobre los Refugiados – por 130 Estados y 550 entidades no estatales se han logrado avances con respecto a la autosuficiencia de las personas refugiadas, reduciendo su dependencia en la ayuda humanitaria, buscando soluciones que impliquen a terceros países y fomentando condiciones que propicien los retornos voluntarios.
Estos avances también han sido posibles por los países de acogida que han adoptado políticas que no solo dan acceso al territorio y brindan protección, sino que también garantizan el acceso a la educación y a los servicios de salud, o bien ceden porciones de su propia tierra al menos hasta que las personas refugiadas encuentren soluciones duraderas (sobre todo retornando a sus países de origen en condiciones dignas y seguras). Muchos Estados han facilitado la libertad de circulación dentro de su territorio y han dado acceso al empleo, lo cual aumenta las oportunidades.
Hubo donantes que también abonaron a los avances porque comprenden cuán importante es apoyar estos esfuerzos fortaleciendo los servicios nacionales y la estructura financiera en los países de acogida, así como ofreciendo oportunidades laborales, lo cual potencia la autosuficiencia de las personas refugiadas e impulsa el producto interno bruto de los países de acogida, al tiempo que se reduce el costo de la inclusión en los servicios nacionales.
De cualquier forma, no debemos tomar por sentada la generosidad de los países de acogida. Al respecto, recordemos que la mayor parte de las personas refugiadas – concretamente, un 75% – se encuentra en países de renta media o baja, que, de hecho, tienen dificultades para cuidar de su propia ciudadanía y satisfacer sus necesidades.
Por este motivo, el apoyo internacional es clave y debe reforzarse.
Me gustaría dar las gracias al Banco Mundial no solo por seguir siendo líder en este rubro, sino también por ser socio de ACNUR y de los países de acogida. Otras instituciones – como los bancos regionales para el desarrollo en África, Asia, Medio Oriente y las Américas – han hecho tanto como los donantes bilaterales para el desarrollo (entre ellos, Japón y Francia), que se representan a sí mismos y a muchos otros donantes comprometidos. En ese sentido, me gustaría instar a otros países con recursos a sumarse a estos esfuerzos. En los últimos años, además de la asistencia humanitaria brindada, se han invertido miles de millones de dólares en ayuda al desarrollo para los países y las comunidades de acogida. De no existir el Pacto Mundial sobre los Refugiados y de no contar con la labor que muchos de ustedes realizan, estos recursos no estarían disponibles.
El sector privado también ha sido un socio fundamental, no solo por sus contribuciones filantrópicas (el 20% de los fondos de ACNUR se obtuvo de estas contribuciones el año pasado, algo nunca antes visto), sino también por la manera en que, entre otras cosas, ha aplicado su conocimiento experto en las respuestas a las situaciones de refugiados, abonando los recursos necesarios, incorporando prácticas innovadoras, ofreciendo empleos, enseñanza y capacitación, y sumando su propia voz.
Las soluciones que implican a terceros países también se han ampliado, con mayores índices de reasentamiento y vías complementarias, que incluyen becas, opciones para la movilidad laboral y otras oportunidades que cambian la vida, pues no solo ayudan a las personas refugiadas, sino que también son un claro ejemplo del reparto de responsabilidades, que no solo debe mantenerse, sino también amplificarse.
Por último, en estos cuatro años, ACNUR ha solicitado más acciones en los países de los que provienen las personas refugiadas. En aquellos donde se ha avanzado poco en el ámbito político, esto ha sido motivo de acaloradas discusiones con algunas partes interesadas. Aprecio las diferentes posturas y la política implicada en este proceso, que a menudo es delicado. No obstante, ACNUR seguirá exhortando a que se busquen soluciones, no solo porque así lo exige el mandato que los Estados han encomendado al ACNUR, porque se trata de uno de los pilares del Pacto Mundial sobre los Refugiados o porque los países de acogida necesitan, con urgencia, que haya avances en este sentido, sino también porque prácticamente todas las personas refugiadas desean, en lo profundo de su ser, volver a casa de manera voluntaria, en condiciones dignas y seguras.
La realidad, sin embargo, es que los Estados y otras partes interesadas no han hecho mucho por eliminar aquello que obstaculiza los retornos y que, de hecho, es también la causa detrás de un número creciente de desplazamientos. Lograrlo depende de que se haga mucho más para alcanzar la paz, pues, si continúan los conflictos, las muertes y las persecuciones, las organizaciones humanitarias – como ACNUR y muchas otras aquí presentes – seguirán teniendo las manos atadas.
Su Majestad:
señoras y señores,
Esta semana se celebra el 75 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Considero que es pertinente recordar que no habría personas refugiadas si siempre y en todo lugar se respetara el artículo tercero, que a la letra dice: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”.
En una época tan turbulenta, en medio de tanta fragmentación, con vehemencia les exhorto a que hagamos que este Foro Mundial sobre los Refugiados sea un espacio de solidaridad, en el que unamos fuerzas para garantizar que reciban protección las personas que huyen porque su vida, su libertad o su seguridad corren peligro. Recordemos que toda acción pretende dar solución al exilio tan pronto como sea posible.
Muchas gracias.