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El Alto Comisionado Filippo Grandi aborda la necesidad de un enfoque “panorámico” de los movimientos mixtos

Discursos y declaraciones

El Alto Comisionado Filippo Grandi aborda la necesidad de un enfoque “panorámico” de los movimientos mixtos

Discurso del Alto Comisionado en la Universidad de Melbourne
“Desplazamiento y protección: Desafíos globales”
21 Abril 2023 Disponible también en:
Logo ACNUR

Gracias, Michelle, por presentarme y gracias a todos por venir hoy aquí. Mi muy especial agradecimiento también a Erika Feller, nuestra antigua colega en ACNUR, y una querida amiga, por ser una fuerza impulsora de este evento y de mi visita aquí a Australia. Estoy muy feliz de estar aquí.

Me gustaría mostrar mi respeto y reconocimiento a los custodios tradicionales de la tierra, a las personas adultas mayores de ayer y de hoy, en la que tiene lugar este acto.

También me gustaría dar las gracias a la Universidad de Melbourne por haberme invitado y al Centro McMullin sobre Apatridia, que acabo de visitar. Agradezco al centro y a sus benefactores, los McMullin, su generoso apoyo al estudio y la erradicación de la apatridia. El centro es casi el único de su clase en el mundo y un socio inquebrantable. Aprecio lo que aquí se hace por las personas apátridas y animo a seguir trabajando en esta labor tan necesaria. Especialmente como has dicho Michelle, llegando al final de la campaña I belong el año que viene, la lucha no termina con la campaña.

Estimadas amistades,

Estoy aquí en el marco de mi primer viaje a Australia como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, y 11 años después de la última visita de un Alto Comisionado, mi predecesor Antonio Guterres. Como todos ustedes saben, muchas cosas han cambiado en este tiempo, y el mundo es, en muchos sentidos, más complicado y complejo.

Las divisiones geopolíticas, evidentes en la incapacidad del Consejo de Seguridad para prevenir y resolver conflictos, han agravado el sufrimiento de las personas en todo el mundo.

La pandemia de COVID-19 nos ha paralizado.

La creciente emergencia climática causa estragos en todos nosotros, y especialmente en quienes menos han contribuido a esta crisis mundial.

Y nuestras economías están bajo presión, profundizando desigualdades, ansiedades y frustraciones, especialmente para las personas más vulnerables.

Es obvio que, para resolver estos retos, debemos trabajar juntos, y que todos tenemos responsabilidades muy claras a la hora de abordarlos, especialmente aquellos de nosotros bendecidos por la geografía y los recursos.

En este sentido, Australia es un actor fundamental, como dinámico Estado miembro de la ONU, activo socio bilateral y multilateral, y generoso donante de agencias de la ONU como la mía. Pero formar parte de la comunidad internacional significa también defender el derecho y las responsabilidades internacionales, también en lo que se refiere a las personas solicitantes de asilo y a las refugiadas. La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 es muy clara – ¡y muy acertada! – a este respecto: los refugiados son una responsabilidad colectiva e internacional.

Sería negligente de mi parte si no dijera que en los últimos años hemos mantenido duras conversaciones con el gobierno de Australia sobre sus políticas nacionales en materia de refugiados, y especialmente sobre la práctica de exiliar a quienes llegaron en embarcaciones a lugares lejanos, recluyéndolos en centros de detención indefinidos y dejando sus vidas literalmente en el limbo. Estas políticas han tenido un inmenso coste humano y económico. Han causado angustia y sufrimiento. Esta mañana, una joven superviviente de estas políticas me citó un verso de un poema que escribió mientras estaba en Nauru: “Estamos bajo vigilancia por ningún delito”. Algunas personas que vinieron en busca de protección, en lugar de ello se quitaron trágicamente la vida. Esta práctica de negar el asilo también ha sentado un peligroso precedente, como temíamos, para que otros países sigan caminos similares cuestionables.

Aunque seguimos en desacuerdo con esta política, debemos aplaudir algunos pronunciamientos recientes del nuevo gobierno australiano, como la decisión de conceder un estatuto permanente a las personas con visados temporales. Me siento muy alentado por los debates abiertos y francos mantenidos durante mi visita sobre las complejas cuestiones de la detención y sobre el número residual de casos “extraterritoriales”, debates que en ACNUR seguiremos manteniendo con un renovado espíritu de diálogo y cooperación. También deseo dejar constancia de mi aprecio por los esfuerzos de este Gobierno para encontrar un mejor equilibrio entre sus obligaciones y sus preocupaciones, y para aumentar los compromisos con importantes programas de protección de las personas refugiadas, como el reasentamiento y otras vías, tal y como escuché del Primer Ministro hace unos días.

Amigos,

Cuando mi predecesor realizó su visita hace 11 años, había unos 40 millones de personas desplazadas por la fuerza en el mundo. Hoy son más de 103 millones. El año pasado, ACNUR declaró más de 35 nuevas emergencias, lo que supone un promedio de una aproximadamente cada 10 días. Vivimos en un mundo convulso en el que las amenazas y la fragilidad obligan cada vez más a que las personas huyan.

Una cosa que no ha cambiado, sin embargo, es que la mayoría de las personas refugiadas y desplazadas permanecen lo más cerca posible de sus países. Porque, contrariamente a lo que se piensa, normalmente las personas refugiadas quieren volver a casa. Casi el 90% de la población desplazada por la fuerza en el mundo se encuentra en países de ingresos bajos y medios. Este porcentaje era aún mayor hasta la huida de millones de ucranianos por Europa. Pero la mayoría de las personas afganas, por ejemplo, están en Irán y Pakistán. Los rohingyas en Bangladesh. Los sirios en Turquía, Jordania y en Líbano (donde una de cada cuatro personas en un país muy pequeño es refugiada).

Mi punto es que, si bien la crisis de refugiados y desplazados es enorme, de importancia mundial y requiere cooperación internacional, la mayor parte de esta crisis se encuentra en los países más cercanos a los que están en conflicto; por lo tanto, no es – a pesar de lo que algunos medios de comunicación y políticos siguen repitiendo – no es una “emergencia” en los países ricos. Tampoco es una emergencia aquí en Australia.

Sin embargo, no subestimo los retos que plantean los grandes movimientos de población, especialmente los movimientos “mixtos” de personas refugiadas y otras que deciden desplazarse por diferentes motivos, por ejemplo hacia la frontera sur de Estados Unidos; a través del Mediterráneo hacia la Unión Europea; hacia Reino Unido; hacia Sudáfrica; o a través de muchos estados de Asia. Entre quienes se desplazan por estas rutas hay personas que huyen de conflictos, así como de la persecución, la pobreza, la mala gobernanza, los efectos del cambio climático, entre otros. A menudo las causas profundas son una mezcla de estos factores. Y las personas que se desplazan utilizan las mismas rutas y son presa de los mismos traficantes y tratantes.

No todas las personas que se desplazan alcanzan el umbral necesario para la protección internacional como refugiado. Todos tienen derechos, aunque diferentes conjuntos de derechos. Todos, sin distinción, tienen derecho a un trato digno. Sin embargo, estos flujos mixtos son difíciles de abordar. Un factor que complica y confunde es que muchos optan por solicitar asilo como único medio disponible para obtener la estancia legal; en consecuencia, los sistemas de asilo se ven desbordados. A menudo, los Estados tampoco pueden devolver a sus países a personas reconocidas como no necesitadas de protección internacional. Se trata, sin duda, de retos reales, pero para los que existen mejores respuestas, sin duda más humanas y jurídicamente más sólidas, que las basadas únicamente en la disuasión.

Con demasiada frecuencia, los países ricos adoptan un enfoque miope ante los desplazamientos forzados y los movimientos de población a escala mundial, centrándose sobre todo en los controles fronterizos. Estos retos rara vez se tratan con el enfoque estratégico necesario. Se les considera un problema ajeno o algo inmanejable de tratar cuando alcanza las fronteras o las costas nacionales. La realidad es que simples mensajes como “Detengan las embarcaciones” no son una solución más eficaz a este reto que uno que diga “Permitan la entrada a todos”.

Por lo tanto, lo que propongo es más bien un conjunto de políticas e intervenciones que funcionen juntas como parte de una estrategia de todo el gobierno con la cooperación internacional en su centro. Ninguna de estas sugerencias es – por sí sola – una panacea, ni tampoco son sencillas. Exigirán que los responsables políticos utilicen las distintas herramientas disponibles, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Y requerirán, me atrevería a decir, un poco de coraje político. Por parte de los políticos, por supuesto, pero también por parte de organizaciones como la mía, que deben mantener sus principios en la defensa del derecho y la moral internacionales, que es por lo que nosotros – ¡por lo que yo, como Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados! – nunca podemos aceptar que se cierren las fronteras a las personas solicitantes de asilo o que se externalicen las obligaciones de asilo de un Estado. Al mismo tiempo, sin embargo, también debemos ayudar a los Estados a afrontar estos retos de forma pragmática, concreta y creativa.

La base de este enfoque es que los Estados deben trabajar juntos para cumplir con sus responsabilidades como miembros de la comunidad internacional. También es crucial abordar la práctica, que por desgracia veo con demasiada frecuencia en distintos países, de demonizar a las personas refugiadas y migrantes, presentándolas como la causa – por ejemplo – del desempleo, de la inseguridad, de la erosión de los valores. Los chivos expiatorios, la desinformación y la incitación al odio son sencillamente inaceptables. Como me dijo un defensor aquí en Australia: cambiar la forma en que tratamos a las personas refugiadas empieza por cambiar la forma en que hablamos de ellas.

El planteamiento también requiere – a falta de una palabra mejor – una visión “panorámica” de los movimientos de población, dejando atrás el enfoque casi obsesivo de limitarse a controlar las llegadas a las fronteras, para examinar su complejidad geográfica, literalmente en todos los pasos de las largas rutas migratorias.

Sin duda, los movimientos a través de las fronteras, incluidas las marítimas, seguirán siendo un reto.

Una gran prioridad es garantizar el rescate de las personas que se desplazan y se encuentran en peligro, a la deriva en el mar o perdidas en el desierto. Eludir la responsabilidad y dejar que las personas mueran en el camino, como ocurre con demasiada frecuencia, es sencillamente inhumano.

También debe garantizarse el acceso a la solicitud de asilo en las fronteras (sin ser rechazado o rechazado violentamente, como ocurre cada vez con más frecuencia). Para quienes solicitan asilo y protección, sus casos deben ser escuchados y resueltos. Para países como Australia y otros, esto significa garantizar que el sistema cuente con recursos suficientes, y que el proceso y los procedimientos para decidir los casos sean eficaces.

El sistema, sin embargo, debe ser a la vez justo y eficaz, y también riguroso, garantizando la protección de quienes la necesitan y el rápido retorno – con dignidad y respetando sus derechos humanos – de quienes no la necesitan. Y en los lugares donde existan garantías adecuadas, se podrán celebrar acuerdos de readmisión (devolver a las personas refugiadas a un país en el que ya han solicitado asilo).

Un sistema de este tipo también restablecerá la confianza pública en unos sistemas de asilo desacreditados. Permitirá a los Estados enviar un mensaje importante: que, aunque seguirán extendiendo la protección internacional a quienes la necesiten, sus sistemas son capaces de identificar y devolver de forma digna a quienes no reúnan los requisitos para ello, con lo que se espera debilitar a los traficantes.

Y otro punto crucial es la necesidad – especialmente en los países industrializados – de una conversación honesta sobre el establecimiento de vías de migración adecuadas, legales y sustantivas para que las economías y los sistemas sociales sigan funcionando, y para proporcionar puntos de entrada adecuados a las personas migrantes sin sobrecargar el canal de asilo. Me complace escuchar que Australia está comprometida con la reforma en este ámbito.

Pero los movimientos de población contemporáneos no pueden abordarse simplemente cuando llegan a las fronteras de los países ricos. También es importante mirar río arriba.

Esto significa construir y reforzar los sistemas de asilo y los mecanismos de inclusión y, a veces, de integración en los países más cercanos a los lugares de origen, para que puedan proporcionar la protección de la que carecen las personas refugiadas en su propio país. Esto, por supuesto, es fundamental para el trabajo de ACNUR en todo el mundo, pero necesita mucho más apoyo.

Y en el caso de los países que acogen a la mayor parte de las personas refugiadas, la mayoría de las veces junto al epicentro de la crisis, necesitamos que el resto del mundo comparta mucho más la responsabilidad. Esto puede adoptar muchas formas.

El reasentamiento – el proceso de llevar a personas refugiadas reconocidos de un país de asilo a un tercer país – es una forma importante y visible de compartir la responsabilidad. Establece una vía que salva y cambia la vida de los más vulnerables y quita espacio a los traficantes. Australia siempre ha sido líder en reasentamiento, y me ha complacido oír decir al gobierno que se reforzará el programa. Otras vías, como becas, oportunidades de trabajo, estudio, artes y deporte, así como la reunificación familiar, deberían explorarse con el mismo vigor y generosidad que hemos visto en el reasentamiento.

Pero estas vías serán inevitablemente limitadas. La mayoría de las personas refugiadas se quedarán donde están, de ahí la importancia de apoyarlas a ellas y a sus comunidades de acogida, especialmente en países con un gran número de refugiados, o con ayuda, información y evaluaciones en los países de tránsito. Las contribuciones a las respuestas humanitarias, incluso a través de ACNUR, son muy importantes. Los donantes, incluida Australia, han sido generosos, pero nuestro presupuesto apenas supera el 50 por ciento de financiación.

De igual importancia es incluir a las personas refugiadas en los servicios nacionales, por ejemplo en educación y salud, y dotar adecuadamente de recursos a esos sistemas. Especialmente en países que no disponen de muchos recursos. Un verdadero cambio de juego, especialmente desde el lanzamiento del Pacto Mundial sobre los Refugiados en 2018, ha sido la creciente participación de los principales actores del desarrollo, como el Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales. Estimamos que aportan más de 5.000 millones de dólares (USD) cada año en asistencia directa a los grandes países que acogen refugiados y que tienen buenas políticas inclusivas. Esto refuerza los servicios nacionales, incluidos los destinados a las comunidades de acogida, y les ayuda a hacer frente en lugar de verse desbordados por la demanda adicional de refugiados.

Otro avance importante ha sido la implicación del sector privado, tanto como donante filantrópico como socio real en las respuestas. El sector privado australiano ha desempeñado un papel fundamental en este sentido en los últimos años, con nuestro socio nacional, Australia para ACNUR, que ha registrado casi medio millón de donantes australianos en las dos últimas décadas, así como numerosas empresas que participan en alianzas reales, aportando experiencia y conocimientos técnicos a las respuestas a las personas refugiadas en todo el mundo.

De hecho, generaciones de australianos de todo el espectro político y de todos los sectores de la sociedad se han mostrado notablemente generosos con los refugiados, donando fondos, haciendo trabajo de voluntariado, tendiendo una mano solidaria. En otras palabras, cuando las personas conocen a los refugiados, cuando escuchan sus historias, cuando entienden por lo que han pasado, la solidaridad es fuerte.

La sociedad civil, en Australia y en todo el mundo, desempeña un papel fundamental y catalizador para subsanar brechas, incluidas las que dejan vacantes los gobiernos, formando alianzas y promoviendo la comprensión de la comunidad. Informar mejor al discurso público es un área que también ha contado con el apoyo del mundo académico, especialmente en Australia. Lo vimos claramente con el amplio compromiso de defensa y apoyo en torno a Afganistán en 2021: una verdadera respuesta de toda la sociedad. De vital importancia – y me complace decir que cada vez más – es el trabajo de las organizaciones dirigidas por refugiados, que pueden aportar a nuestros esfuerzos la tan necesaria verificación de la realidad.

Y aunque todo esto es de vital importancia, no debemos olvidar que son los Estados los que tienen la mayor responsabilidad a la hora de abordar las causas profundas que empujan a las personas a abandonar sus hogares. Esto significa cooperación mundial para prevenir y resolver conflictos, por supuesto, pero también medidas urgentes para hacer frente a la emergencia climática, así como para mejorar la gobernanza, la igualdad, el respeto de los derechos humanos y otros factores de fragilidad.

Estos deben abordarse en el ámbito político, pero mientras tanto también hay cosas que podemos hacer en los países de origen – incluidos algunos que no están totalmente en paz – para apoyar a quienes toman esa difícil decisión de regresar a casa, incluso antes de que ACNUR pueda fomentar el retorno.

Pensemos en Sudán del Sur o en Burundi. Miles de personas han regresado a ambos países en los últimos años, pero ¿a qué regresan? ¿Hasta qué punto puede ser sostenible ese retorno cuando faltan servicios como alojamiento, agua, escuelas y centros de salud? Aunque abogamos por un retorno informado y, por supuesto, voluntario, debemos aceptar que la atracción del hogar es fuerte, y debemos hacer mucho más para apoyar a quienes toman la difícil decisión de regresar. Esto implica inversiones más tempranas y mayores – y sí, más arriesgadas – en países que aún son frágiles. Uno de los mayores retos de nuestro tiempo.

Los movimientos de población complejos, por tanto, solo pueden resolverse a través de lo que yo llamaría un enfoque de “toda la ruta”. Muchos de estos aspectos – el reparto de responsabilidades, la autosuficiencia, las soluciones de terceros países y la mejora de las condiciones en los países de origen – son componentes muy importantes del Pacto Mundial sobre los Refugiados, que será revisado y fomentado mediante acciones anunciadas en el Foro Mundial sobre los Refugiados que se celebrará en diciembre en Ginebra, y en el que contaremos con Australia – el gobierno y la sociedad civil – para un apoyo y un compromiso activos.

Amigos,

Lo que he expuesto hoy aquí no es sencillo. No es algo que se pueda empaquetar en una frase hecha que gane elecciones. Es incluso, quizás, un poco técnico y aburrido. Lo comprendo. Pero, citando al artista Ai Weiwei, “la crisis de refugiados no tiene que ver con los refugiados, sino con nosotros y nuestras decisiones”.

Así pues, el nuestro es un llamamiento a los legisladores y políticos; un conjunto de intervenciones que, juntas, pueden ayudar a abordar uno de los retos mundiales de nuestro tiempo: el de los desplazamientos forzados. Si las personas refugiadas y los desplazamientos forzados son factores complejos, aceptemos la complejidad y hagámosle frente. Los resultados no serán inmediatos y requerirán valor, compromiso, compasión y determinación.

Pero es eso o tropezaremos en el futuro sin estar preparados.