El pequeño Omar vuela a Finlandia
El pequeño Omar vuela a Finlandia
En cuanto giro una esquina en Zgharta, en las colinas que dominan Trípoli, al norte del Líbano, Omar me ve, y corre hacia mí con los brazos abiertos. Han pasado algunos meses desde la última vez que nos vimos, así que lo levanto en el aire y le doy un gran abrazo. En estatura y peso, parece tener la edad de mi sobrina de tres años. Pero Omar tiene ocho.
Él y su hermana Majid padecen una deficiencia en la hormona del crecimiento, provocada por el mal funcionamiento de la glándula pituitaria. Ninguno de los dos puede crecer si no recibe un tratamiento hormonal y vitamínico continuado, al que podían acceder de forma gratuita en Siria. Sin embargo, desde que la familia huyó del país para convertirse en refugiados en Líbano, a principios de 2013, no han podido pagar el tratamiento, ni tampoco las ONG ni las organizaciones de ayuda -- una historia que mis colegas y yo recogimos en un video el año pasado-. Ahora estoy de regreso para trabajar en una secuela más feliz.
Lo que a Omar le falta de estatura, lo compensa con encanto, ingenio e inteligencia. Cuando nos sentamos a hablar en la escalera que da a la calle, rodeados por sus vecinos, apenas puedo contener las carcajadas. "Escucha esto", me susurra con una sonrisa. "A estos chicos les estaba hablando sobre ti, antes de que llegaras. Ahora te pueden oír y ver las cámaras. Van a estar tan celosos . . . ¡Celosos de mí!"
Omar sabe que si se queda en Líbano, él y Majid no podrán recibir el tratamiento que necesitan para crecer. Tras dos largos años sin él, van a ser reasentados en Finlandia, junto con sus padres y sus tres hermanos. Cuando los visito, la familia ha vendido ya algunas de sus pertenencias, y está atareada empaquetando el resto.
En muchos aspectos, Omar es más maduro de lo que le correspondería a su edad. "Necesito tratamiento para poder hacerme grande, convertirme en un hombre y casarme", me dice. "¿Y sabes cuánto me pegan los niños ahora? Cuando empiece a crecer, me podré defender yo solo".
Desde que huyeron a Líbano a principios de 2013, los padres de Omar pasaron por duros momentos tratando de encontrar trabajo legalmente, y este año, la escuela local no tenía plaza para él y sus hermanos. El reasentamiento de la familia en Finlandia no puede llegar en mejor momento.
Omar está esperando una aventura. Será la primera vez en su vida que viaje en avión, y no olvidaré su cara cuando le explico cómo funciona. "¿Va por encima de las nubes?", me pregunta, mientras me mira con incredulidad. "¿Sobre la lluvia?".
Los recuerdos de Omar sobre Siria son cada vez más vagos. Hace un año, me describía la muerte de un pariente suyo durante un bombardeo, en su ciudad natal, Idlib. Ahora, cuando le pregunto qué recuerdos de Siria se llevará a Finlandia, él menciona su jardín, con un melocotonero al que solía trepar.
Resulta difícil conocer a Omar y no caer rendido ante su personalidad y su encanto. Desafortunadamente, no estuve en el aeropuerto para despedirlo a él y a su familia, pero estoy impaciente por visitarlo en su nuevo hogar en Finlandia. Hasta que en los próximos meses retome su tratamiento, no se sabrá si Omar y su hermana podrán alcanzar la estatura normal para su edad. Aun así, sueño con acercarme a su nueva casa en Finlandia y ser recibida por un alto y apuesto Omar, cuya voz se haya vuelto más grave y cuya confianza haya aumentado.
Por Warda Al-Jawahiry.