Refugiada siria tiene los ojos puestos sobre las Olimpiadas de Río
Refugiada siria tiene los ojos puestos sobre las Olimpiadas de Río
La endeble embarcación, atestada con unas 20 personas, acababa de alcanzar mar abierto frente a la costa de Turquía cuando el motor dejó de funcionar. Un terrible silencio vino a continuación. Yusra Mardini vio el terror en los ojos de sus compañeros de viaje en cuanto la lancha empezó a hacer aguas. La mayor parte de los pasajeros no sabía nadar, pero Yusra, de 17 años, sí.
Con una voluntad inquebrantable, Yusra, una consumada atleta, y su hermana mayor, Sarah, se lanzaron al mar. De manera sincronizada, comenzaron a mover las piernas en las oscuras aguas para empujar el bote, y agudizaron sus oídos en busca de signos de vida en el motor inerte. Estos nunca llegaron.
Tres horas y media después, las hermanas y otros dos pasajeros que se les habían unido en el agua e imitado sus acciones, estaban aún nadando, remolcando la lancha lentamente hacia las costas de Europa. Estaban helados y exhaustos, pero sacaron fuerzas gracias a su determinación de no dejar a nadie morir.
Apenas nueve meses después, sentada en el borde de la piscina del estadio Olímpico de Berlín, Yusra sonríe. Sus ojos brillan al recordar el acto heroico que su hermana y ella llevaron a cabo.
"Habría sido vergonzoso si la gente en nuestro bote se hubiera ahogado", cuenta Yusra a ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. "Había gente que no sabía nadar. No iba a quedarme sentada y a quejarme de que me iba a ahogar. Si me iba a ahogar, al menos lo haría habiéndome sentido orgullosa de mí y de mi hermana".
Milagrosamente, la deteriorada embarcación fue arrastrada hacia la costa de la isla griega de Lesbos. Todos sus ocupantes sobrevivieron, gracias a estas dos nadadoras, aunque ellas perdieron hasta los zapatos que calzaban. Una vez llegadas a las costas griegas, las hermanas emprendieron la ruta de los Balcanes Occidentales hacia Alemania, donde esperaban poder rehacer sus vidas.
Yusra no podía haber adivinado entonces que en poco tiempo se estaría preparando para otro viaje, en unas circunstancias muy diferentes. El sueño que ha alimentado durante más de una década podría pronto convertirse en realidad. Este verano, espera viajar a los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro formando parte del equipo que representa a los millones de refugiados que huyen de la guerra y la persecución en todo el mundo.
"Voy a hacer que se sientan orgullosos", dice Yusra. "Quiero representar a todos los refugiados porque quiero mostrar a todo el mundo que, después del dolor, después de la tormenta, llegan los días de calma. Quiero inspirarles a hacer algo bueno en sus vidas".
"Quiero hacer que se sientan orgullosos . . . Quiero inspirarles a hacer algo bueno en sus vidas."
"Quiero que no se rindan a la hora de perseguir sus sueños y que hagan lo que les dicte su corazón", añade. "Incluso si es imposible, incluso si no tienen las condiciones necesarias para lograrlo, nunca se sabe qué pasará y hay que seguir intentándolo. Quizás tengas una oportunidad como yo la tuve. O quizás tú construyas tu propia oportunidad".
Es esa tenacidad la que la ha ayudado a superar muchos obstáculos, explica su entrenador, Sven Spannekrebs. Conoció a Yusra y a su hermana Sara cuando una organización de ayuda local la remitió a su club, Wasserfreunde Spandau 04, poco después de que llegaran a Berlín.
Pronto se hicieron buenos amigos, intercambiando historias sobre sus vidas después de entrenar cada tarde. Spannerkrebs incluso ayudó a Yusra y a su hermana con el papeleo alemán que necesitaban para obtener el estatus oficial de refugiadas.
"No es simplemente una relación entrenador-atleta, es más que eso", dice Spannekrebs. "Es una amistad, una buena amistad. Hay confianza por ambas partes. Pero en los entrenamientos, no hay diferencia entre Yusra y los otros".
Spannekrebs estaba sorprendido de lo rápido que Yusra mejoró sus marcas, a pesar de que su entrenamiento se había visto interrumpido por la guerra. "Aprendió realmente rápido. Después de cuatro semanas le dije "Nuestro objetivo deben ser los Juegos Olímpicos de Tokio 2020", cuenta a ACNUR.
Eso fue antes de que el Comité Olímpico Internacional (COI) identificara a Yusra y otras 42 personas para su equipo de Atletas Olímpicos Refugiados. Si logra la marca mínima, Yusra estará entre 5 a 10 finalistas que se serán anunciados en junio.
Ninguno de estos atletas podría, en circunstancias normales, participar en las Olimpiadas porque su condición de refugiados hace que no cuenten con un país al que representar. El COI ha anunciado que, durante la ceremonia inaugural del 5 de agosto, el equipo de Atletas Olímpicos Refugiados marchará justo detrás de la bandera olímpica, y delante de sus anfitriones brasileños.
"Nunca sabes lo que pasará, por lo que tienes que seguir intentándolo. Quizás consigas una oportunidad, como la tuve yo. O quizás construyas tu propia oportunidad."
El presidente del COI Thomas Bach explicó ante la Asamblea General de la ONU el pasado octubre: "Ayudamos (a los atletas de élite refugiados) a hacer realidad su sueño de alcanzar la excelencia deportiva, incluso cuando tienen que huir de la violencia y el hambre". Añadió: "Este será un símbolo de esperanza para todos los refugiados en nuestro planeta, y hará al mundo más consciente de la magnitud de esta crisis".
Si consigue ir a Río, Yusra dice que se lo tomará como un trampolín a los Juegos de 2020 en Tokio.
Sin embargo, la incertidumbre sobre el futuro de su país hace difícil que pueda hacer planes concretos. "Por supuesto que echo de menos Siria", dice. "Creo que cuando la guerra acabe volveré con experiencias, con todo, y enseñaré a todos lo que he aprendido aquí en Alemania".