Un taller del MIT enseña a menores refugiados las delicias del diseño digital
Un taller del MIT enseña a menores refugiados las delicias del diseño digital
Odai*, adolescente sirio, tiene en las manos unas gafas rotas unidas con cinta. Son de su amigo Farshid*, que se va de Atenas en pocos días para reunirse con su familia en Austria.
“Los profesores me han dicho que a lo mejor puedo ayudar a arreglarlas”, cuenta el joven de 14 años al ACNUR.
Dice que va a intentar hacer una patilla nueva para las gafas de su amigo valiéndose de una máquina que él mismo ayudó a construir. No se trata de un aparato cualquiera, y entre sus profesores se encuentran técnicos altamente especializados que trabajan en una de las universidades más prestigiosas del mundo: el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) en los Estados Unidos.
Detrás de Odai, sobre una mesa cubierta de computadoras portátiles, otras personas terminan de trabajar en este dispositivo formado por componentes electrónicos, filamento plástico, una plataforma cerámica y un marco de metal. Se trata de una impresora en 3D que poco después cobra vida y empieza a producir el primer objeto tridimensional: un disco con un logotipo.
Es un gran logro para estos jóvenes que no sabían prácticamente nada de electrónica, computación o diseño antes de asistir al Taller de Fabricación por Diseño Digital; pero aún llama más la atención cómo este proyecto de dos semanas de duración que cuenta con el respaldo del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha motivado y transformado a sus participantes.
Más de 20 menores solicitantes de asilo de Siria, Afganistán, Iraq y Pakistán, de entre 9 y 17 años, han participado en este curso intensivo organizado por el D-Lab del MIT y por la ONG local Faros, asociada del ACNUR. Entre los asistentes se encuentran menores no acompañados en situación de vulnerabilidad, como Odai y Farshid.
“Salta a la vista la creatividad que tienen”.
Dan Biswas, cofundador de Faros, dice que la mayoría de ellos se habían visto privados de recibir una educación como consecuencia del conflicto y que, tras un comienzo lento, se mostraron entusiasmados con las clases y con la idea de crear algo de lo que podían sentirse orgullosos. La mayoría de ellos estaban sedientos de aprendizaje y asistieron a todas las sesiones, de mañana y tarde. La pausa para el almuerzo se sentía como una interrupción.
“Con un pequeño empujón y un entorno enriquecedor, vemos que pueden desarrollarse y reconocer su propio valor y su potencial”, dice Biswas, que organizó la formación en un amplio edificio renovado del distrito de Exarcheia, un auténtico polo de creatividad. Faros gestiona también un refugio cercano para menores no acompañados por el que han pasado muchos de los participantes en el curso. Otros proceden de centros de alojamiento.
“Espero que estos programas se mantengan. Salta a la vista la creatividad que tienen”, dice Heewon Lee, diseñador del D-Lab del MIT. El curso les enseñó también destrezas básicas de computación y aplicaciones, así como a utilizar herramientas de mano como soldadoras, destornilladores, cortaalambres y limas. “Han hecho algo alucinante”.
Roy Ombatti, formador y fundador de African Born 3D, filial del D-Lab, también se mostró impresionado. “Han tenido un cambio de actitud. Es muy inspirador. Fuimos desmigando algo que parecía muy complejo”.
Los jóvenes que participan establecen relaciones de amistad con los tutores y con otros compañeros, a pesar de sus diferentes orígenes e idiomas. “Se abrieron y nos contaron sus historias”, dice Heewon. “Al final del día no se querían ir a casa”.
“Es una sensación estupenda, y puedes compartirlo con tus amigos”.
El proyecto se basa en un enfoque en tres pasos: que vengan, que se queden (con proyectos como la impresora en 3D) y, después, que se vayan… a escuelas, pasantías, puestos de trabajo y similares. Con esta fórmula, Faros gestiona cursos de carpintería y sastrería muy populares.
Según los tutores, la impresora en 3D es una herramienta de producción que se puede utilizar para cualquier cosa. Estos chicos que han perdido tanto se pueden pasar horas hablando del tema. Hasta hace solo unos días no habían oído hablar de una máquina así, que toma un diseño generado en una computadora y va creando capas de plástico o de material orgánico para crear un objeto.
Sus aplicaciones llegan hasta donde llega la imaginación; se trata de una tecnología que se está usando desde en fabricación, atención sanitaria y química, hasta en arquitectura, arte y diseño. Incluso existen empresas que utilizan impresoras en 3D para producir más impresoras en 3D.
Odai, que huyó de la violencia en Damasco, se siente mucho más seguro después de esta experiencia. “Es una sensación estupenda, y puedes compartirlo con tus amigos”, nos cuenta el adolescente.
Al final, Odai no tuvo tiempo para hacer una patilla para las gafas de Farshid, pero sí hizo amigos y adquirió una sed de conocimiento que le puede ser de gran ayuda en el futuro. Su ambición también ha crecido. “Puede que me convierta en profesor y produzca algo mucho más grande”, dice.
*Los nombres se han modificado por motivos de protección.