Refugiados voluntarios: construyendo puentes con ACNUR
Es un sábado cualquiera de un lluvioso día de otoño en Madrid, y Hala sale de su casa camino del barrio de Vallecas. Siempre sonriente, toda ella desprende una dulzura especial. Hala es una de las participantes del programa de refugiados voluntarios que ACNUR puso en marcha el pasado mes de febrero.
Junto con su marido y sus dos hijos pequeños, Hala llegó a España hace cinco años huyendo de su Siria natal, de una guerra que acabó de golpe con su vida anterior. En Qamishli, ciudad al noreste del país, Hala trabajaba en una escuela como profesora de matemáticas y religión. “Me encantaba mi trabajo”, recuerda. Pero un buen día todo terminó. “De repente mis hijos corrían peligro y yo necesitaba ponerles a salvo”. Marcharse de Siria se convirtió en su única opción.
La adaptación, el aprendizaje del idioma y los inicios en España no fueron fáciles, pero Hala y su marido han logrado sacar a la familia adelante con el apoyo inicial de entidades y “gente buena” que encontraron en su camino. “Al principio mis hijos estaban tristes porque echaban de menos a familia y amigos”, explica. Pero poco a poco y con esfuerzo, todo mejoró. Encarrilada la familia, Hala se enteró de que ACNUR había abierto un programa de voluntariado para refugiados y no se lo pensó dos veces: contactó y se animó a participar. “Desde pequeña siempre quise ser rica para ayudar a otros, pero llegó la guerra, el exilio y ese sueño se rompió”, explica Hala “Gracias al programa de voluntarios de ACNUR me he dado cuenta de que, aunque no sea rica, yo también puedo ayudar a las personas y cambiar sus vidas”, añade con una amplia sonrisa.
"Gracias al programa de voluntarios de ACNUR me he dado cuenta de que puedo ayudar a cambiar vidas"
La oficina de ACNUR en España había detectado el interés que muchas personas refugiadas tenían por colaborar en iniciativas sociales, y decidió poner en marcha un proyecto piloto en Madrid por y para ellas. “El objetivo de este programa es ayudar a identificar necesidades de protección entre la población refugiada y reforzar la comunicación bidireccional entre ACNUR y estas comunidades” explica María Fernanda Espuga, Oficial de Protección Asociada de ACNUR. “Queríamos un proyecto que pusiera a las personas refugiadas en el centro de nuestros programas, no solo como beneficiarios, sino como compañeros, formando parte de nuestro trabajo”, explica María Fernanda.
Eide, apátrida de origen saharaui, es otro de los participantes del programa. Llegó a España con 10 años y hoy tiene 29. “La única forma de poder devolver lo que en su momento me dieron, es aportar mi granito de arena apoyando y ayudando todo lo que pueda a personas solicitantes de asilo, refugiadas y apátridas”, comenta.
Beyzanur, originaria de Turquía y voluntaria del programa, incide en la importancia de compartir. "Cuando llegamos a un país nuevo todos nos enfrentamos a retos, pero creo que podemos superarlos juntos y no tenemos que olvidar que nuestra experiencia puede servir de ayuda".
Formación
Uno de los puntos más importantes del programa ha sido su carácter formativo. Los voluntarios han recibido formación continua en derechos humanos, asilo, comunicación y herramientas de trabajo, además de aprender a trabajar en equipo con personas de diferentes culturas y religiones.
Lina, iraquí de 21 años y voluntaria del programa, destaca su mejora en el idioma. “Yo aprendí español hablando con la gente y no sabía escribir formalmente”, recuerda. “Ahora soy capaz de escribir informes y textos más académicos”. Beyzanur, por su parte, ha ganado mucha confianza y seguridad en sí misma. “Ahora soy más extrovertida, me siento mucho más cómoda a la hora de hablar con personas que no conozco”, reconoce.
Pandemia
La COVID-19 y el confinamiento frenaron momentáneamente las actividades de voluntariado, pero el programa y el equipo se adaptaron a las nuevas circunstancias. “Al principio podía visitar a las personas en sus casas, invitarlas a la mía, tomar un café o dar un paseo”, recuerda Hala. “La COVID-19 complicó el trabajo porque no estábamos acostumbrados a comunicarnos tanto por teléfono o por ordenador”, explica. Poco a poco, con paciencia y esfuerzo, Hala consiguió ganarse la confianza de la gente y ahora está en contacto diario con muchas familias refugiadas.
Lina, que lleva cuatro años en España, destaca la importancia de compartir las experiencias con otras personas refugiadas. “Puedes inspirarles, motivarles, ayudarles y ahorrarles tiempo”.
Hala, Eide, Lina y Beyzanur coinciden en el impacto positivo que el programa de voluntarios refugiados ha tenido tanto en ellos como en las personas a las que ha alcanzado. “El voluntariado me ha enseñado a amar y a querer ayudar a todas las personas de todas las religiones”, afirma Hala. “Ahora sé que, aunque mi experiencia en este programa de ACNUR esté llegando a su fin, quiero continuar echando una mano a otras personas refugiadas”.
La fase piloto del programa finalizará en unas semanas, dando pie a otras personas refugiadas a participar en el programa de voluntariado de ACNUR a partir de enero 2021.