Falta de registros de nacimientos deja a sudafricanos en el limbo
Falta de registros de nacimientos deja a sudafricanos en el limbo
Mpho Modise sólo puede adivinar su edad y eso le avergüenza. “Diría que tengo unos 33 años”, afirma.
No está segura porque su nacimiento en Sudáfrica nunca fue registrado. Sin embargo, establecer su edad es el menor de sus problemas. Sin un certificado de nacimiento, corre el riesgo de convertirse en persona apátrida porque no puede probar que es una ciudadana.
Mpho cree que tenía alrededor de siete años cuando fue dejada a los cuidados de su familia ampliada en 1994 en Brits, un pequeño pueblo agrícola de la provincia de Noroeste.
“Un día mamá se fue a trabajar y nunca volvió a casa”, dijo. “Esa fue la última vez que la vi. No dejó ninguna prueba de mi identidad”.
La familia que la crió tenía su mismo apellido, pero no pudieron conseguirle un certificado de nacimiento. Mpho miraba con desesperación como sus nuevos hermanos iban a la escuela cada mañana, mientras ella se quedaba en casa para cocinar y limpiar. Sin poder ir a la escuela, nunca aprendió a leer ni a escribir.
“Un día mamá se fue a trabajar y nunca volvió a casa. No dejó ninguna prueba de mi identidad”.
La constitución de Sudáfrica garantiza la educación básica para toda la niñez, aunque algunas escuelas siguen exigiendo un certificado de nacimiento para la admisión, a pesar de una decisión judicial del año pasado que ordenaba a las escuelas públicas que admitieran a todos los niños y niñas, incluidos los que no tenían certificado.
En todo el mundo, millones de personas son apátridas o corren el riesgo de serlo. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, celebró en noviembre el sexto aniversario de su campaña de 10 años #IBelong (#YoPertenezco) para acabar con la apatridia para el 2024.
El Banco Mundial estima que hay 137 millones de personas como Mpho en riesgo de apatridia en el sur de África. Al carecer de documentos de identidad, se les dificulta encontrar trabajo, obtener una educación, ir al médico, comprar una casa y tierras, o incluso casarse. El resultado es que a menudo viven al margen de la sociedad, enfrentando un obstáculo tras otro.
La pandemia de COVID-19 ha hecho que la resolución de la apatridia sea cada vez más urgente para aquellos que, como Mpho, no tienen una red de apoyo. Pero al mismo tiempo, ha hecho más difícil para el Gobierno de Sudáfrica avanzar en la resolución de los casos de personas que no tienen su registro de nacimiento. Sin embargo, hay esperanza.
El año pasado, el Gobierno se comprometió a promover el registro civil para asegurar que los nacionales sudafricanos y los refugiados tengan documentos de identidad.
“Desde 2010, el Gobierno hizo obligatorio que los padres registren a los recién nacidos en un plazo de 30 días”, dice Richard Sikhakhane, funcionario del Ministerio del Interior, responsable de ciudadanía y pasaportes.
Explica que el no hacerlo conlleva sanciones relacionadas con la inscripción tardía del nacimiento. Para evitar las sanciones, muchos padres están cumpliendo con esta medida legislativa.
“Desde 2010, el gobierno hizo obligatorio que los padres registren a los recién nacidos en un plazo de 30 días”.
“Hemos visto una mejora enorme en el número de niños y niñas que son registrados en el momento del nascimiento y Sudáfrica tiene un nivel de registro civil del 89%”, añade.
Para Mpho, su única posibilidad es solicitar la inscripción tardía del nacimiento. El socio de ACNUR, Lawyers for Human Rights (Abogados por los Derechos Humanos), ha estado trabajando estrechamente con el Ministerio del Interior para resolver su problema, aunque la gran cantidad de casos pendientes y la pandemia de la COVID-19 han entorpecido los avances.
Entretanto, ACNUR está colaborando con el Gobierno para realizar un estudio sobre el riesgo de apatridia en el país, señalando las causas de apatridia y el tamaño estimado de las poblaciones afectadas por la apatridia.
Bianca Robertson, Oficial de Protección de ACNUR en Pretoria, señala que ACNUR apoyará el fortalecimiento institucional en materia de registro de nacimientos para los funcionarios del registro civil, informará al parlamento y seguirá trabajando para resolver casos como el de Mpho.
“También organizaremos una campaña de concienciación en los medios de comunicación en colaboración con UNICEF para fortalecer el proceso de inscripción tardía de los nacimientos”, explica Robertson.
La apatridia en Sudáfrica se hace eco de la problemática historia del país. Raphael Chauke, de 55 años de edad, huyó del apartheid en 1989 después de mudarse por primera vez a Johannesburgo con su madre desde la zona rural de KwaZulu-Natal cuando era un bebé. Como refugiado en Zimbabue, obtuvo una beca para estudiar mecánica industrial en Alemania.
“Fue en el exilio donde se me reconoció como un ser humano con derechos”, dice.
Regresó a Sudáfrica después de que terminara el apartheid en 1994 con un documento de viaje expedido por la embajada del país en Alemania.
“Fue entonces cuando empezaron mis problemas”, recuerda.
El gobierno le negó un documento de identidad porque carecía de un certificado de nacimiento, a pesar de que fue al Ministerio del Interior con su madre mayor e incluso presentó una declaración jurada de su escuela primaria.
En la imposibilidad de seguir adelante con su vida, Raphael comenzó una espiral descendente.
“Me convertí en un trabajador informal, mendigando en los semáforos por cualquier trabajo para sobrevivir”, dice.
Si tenía suerte, conseguía dos días de trabajo al mes, limpiando la maleza de las parcelas vacías o lavando coches, ganando unos 12 USD por un día completo de trabajo.
Al carecer de documentos de identidad, perdió un prometedor trabajo en una refinería de platino en Johannesburgo. Ni siquiera podía votar y esto fue particularmente doloroso en un país que había sacrificado tanto para hacer posible ese derecho.
Ahora, en lugar de seguir la carrera para la que se formó, trabaja como jardinero en un suburbio rico de la capital, Pretoria.
“Me he visto obligado a vivir así a pesar de todo lo que he hecho para demostrar que nací de padres sudafricanos”, explica.
Mpho también vive al margen de la sociedad. Soportó una relación abusiva con un hombre mayor porque temía quedarse sin hogar.
“Nunca lo amé, pero como él me mantenía y no tenía adónde ir, me quedé con él”, comenta.
Finalmente huyó y, desde entonces, ha tenido trabajos ocasionales para mantener a sus cuatro hijos.
“Me siento tan desanimada por cómo ha resultado mi vida”, dice Mpho. “Me quedo despierta por la noche pensando que he condenado a mis hijos a una vida sin futuro. ¿Qué será de ellos?”
ACNUR continuará esforzándose para que Mpho y a Raphael puedan obtener sus documentos de identidad. De hecho, es para las personas en su situación que la campaña para acabar con la apatridia importa más.