Correr me salvó la vida al huir, pero ahora corro hacia un objetivo
Correr me salvó la vida al huir, pero ahora corro hacia un objetivo
En este ensayo, Pur analiza su entrenamiento en Estados Unidos, donde estudiará y correrá a campo traviesa en la universidad * este otoño. También habla sobre los tres principios que guían su vida, lo que los deportes le enseñaron sobre cómo las personas responden a un trauma indescriptible y su nuevo papel como Embajador de Buena Voluntad de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Un día en 2005, cuando tenía 10 años, grupos armados atacaron mi aldea. Todos huimos al monte y me separé de mis padres y hermanos. Entonces no lo sabía, pero no volvería a hablar con mi familia por más de 10 años.
Ese día, pensé que podría morir. En cambio, mi vida dio un giro y superé muchas barreras. Me convertí en atleta y competí para el primer Equipo Olímpico de Refugiados en los Juegos Olímpicos de Río en 2016 en el evento de 800 metros. Recientemente comencé a estudiar relaciones internacionales. Y desde 2016, he trabajado como defensora de los refugiados, viajando por todo el mundo para contar mi historia a otros refugiados, líderes mundiales y tomadores de decisiones.
Estaba entrenando duro para ser seleccionado una vez más para el Equipo Olímpico de Refugiados en 2020. Dado que los Juegos se pospusieron, entreno día y noche para mejorar mi tiempo para 2021. Mi "mamá" estadounidense va en bicicleta por delante de mí mientras corro para mantener el ritmo y para mostrarme el camino porque todavía no conozco el camino por la ciudad. Nunca sabes en qué camino te pondrá la vida.
Como pueden ver, ya hice un gran viaje.
Después de que me separaron de mi familia ese día, la gente de las Naciones Unidas me encontró en el bosque y me llevó a un lugar seguro en el campamento de refugiados de Kakuma en Kenia. Allí, el fútbol se convirtió en mi primer amor en los deportes. Me ayudó a distraerme de mi familia y mi hogar. Al principio, recuerdo que me sorprendió cuando los compañeros de equipo peleaban después de perder un partido de fútbol. Pero pronto supe que no estaban peleando por el juego. Estaban lidiando con el trauma que habían experimentado, con algo doloroso que tenían en sus corazones. Quizás habían visto gente asesinada frente a ellos. Quizás habían visto a gente hacer cosas malas a otros. Aprendí mucho jugando al fútbol y disfruté estar rodeado de otros jóvenes. Aprendí a formar parte de un equipo.
Pero a medida que crecía, comencé a preguntarme cómo sería lograr algo por mi cuenta. En 2015, cuando tenía 20 años, la Fundación por la Paz Tegla Loroupe y ACNUR organizaron una carrera de 10 km en el campamento. No tenía zapatos para correr, pero quería participar, así que corrí descalzo. Me sangraron los pies, pero quedé tercero. Posteriormente, para mi sorpresa, los organizadores me preguntaron si me gustaría entrenar a tiempo completo en Nairobi. Me dijeron que, si entrenaba duro, incluso podría llegar al Equipo Olímpico de Refugiados. Ni siquiera sabía qué eran los Juegos Olímpicos, pero estaba emocionado de entrenar.
Al año siguiente, en junio, los entrenadores nos reunieron en el centro de entrenamiento para anunciar la lista de atletas que habían llegado al equipo olímpico. Mi nombre fue el primero en la lista. Me sentí tan feliz. Tuve que mirar al suelo y cerrar los ojos con fuerza para no llorar.
Fue un sueño hecho realidad ser atleta del primer equipo de refugiados y hacer historia en Río de Janeiro en 2016. Pero no fue el único momento destacado. Una noche, a través de una ONG, recibí una llamada. Era mi madre. Apenas podía creerlo. No había hablado con ella desde que nos separamos aunque, por supuesto, había pensado en ella muchas veces.
"¿Estás vivo? ¿Eres mi hijo? Tenía tantas preguntas. Sentí alegría y alivio. Era como si ella estuviera a mi lado. Ella y el resto de la familia estaban a salvo y en Sudán del Sur, viviendo en una aldea diferente a la que yo crecí.
Cuando volví a hablar con mi familia después de todos esos años, les dije que los apoyaría y que estaría allí para ellos, pero que también tenía millones de personas contando conmigo. Tenía una responsabilidad con mi familia en Sudán del Sur, pero también con mi familia Kakuma (los refugiados que dejé allí), mis compañeros de equipo y los casi 79,5 millones de personas desplazadas en todo el mundo.
Estos millones de personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares en busca de seguridad… a veces pierden la esperanza de vivir. Mi trabajo como Embajador de Buena Voluntad del ACNUR es ser una voz para los refugiados, así como para los desplazados dentro de su propio país y para las personas apátridas.
Creo en asegurarme de que los jóvenes refugiados tengan acceso a la educación y a las instalaciones deportivas. Los deportes brindan a los jóvenes la oportunidad de liderar, recuperar la esperanza e interactuar con personas de diferentes orígenes. ¡Teníamos alrededor de 19 nacionalidades diferentes cuando crecía en el campamento de refugiados de Kakuma! Pero nos unimos a través del fútbol.
Me guían tres principios: trabajo duro, determinación y fe en Dios.
Nunca sabes lo que la vida ha planeado para ti, pero he tenido suerte en mi vida. Ahora quiero usar mi propia historia para defender a los refugiados e incluso, si es posible, inspirar a otros. Vengo de la nada y estar rodeado de personas inspiradoras, como los demás Embajadores de Buena Voluntad del ACNUR, es una bendición para mí. Pero tengo que ser humilde y recordar que lo hago por los refugiados que me admiran y por las personas que me apoyan.
Es el comienzo de una nueva carrera.
* Por razones de privacidad y seguridad, Pur prefiere no revelar su ubicación exacta.
Este artículo se publicó en su versión original en inglés en Medium.