Sobrevivientes de violencia de género aprenden a reconstruir motores para recobrar sus vidas
Sobrevivientes de violencia de género aprenden a reconstruir motores para recobrar sus vidas
Therese* llama la atención de un público curioso mientras se arrodilla frente al motor de un camión polveado y descompuesto que se encuentra cerca de su casa, a las afueras de Kananga, en la provincia central de Kasai, República Democrática del Congo.
Los vecinos escuchan con asombro mientras Therese revisa los daños y explica que reparaciones se requieren.
Si bien pareciera que esta mujer de 47 años no pertenece al mundo de la mecánica automotriz, que es dominado por hombres, fue en un taller mecánico donde se llenó de esperanza luego de haber sufrido un brutal ataque sexual y sus consecuencias.
En 2017, los violentos enfrentamientos entre la milicia y las fuerzas armadas congolesas rodearon Luebo, el pueblo natal de Therese, a 300 kilómetros de Kananga.
“Hubo una estampida ese día. Se escuchaban disparos por todos lados. Empezamos a correr, presas del pánico”, recuerda.
Un grupo de hombres armados asesinó a su esposo frente a ella antes de prender fuego a su casa. Therese logró dirigirse al bosque para escapar junto a sus diez hijos.
“Lo que me hicieron [los hombres armados] me destruyó por completo”.
Sin embargo, la pesadilla estaba por comenzar. En el bosque, se encontró con cuatro soldados que, a punta de pistola, violaron a Therese y a su hija de 22 años frente al resto de sus hijos. Durante más de tres semanas después, la familia permaneció escondida en los arbustos para evitar más ataques. En ese lapso, dos de sus hijos más pequeños murieron de hambre.
Therese y sus hijos lograron llegar a Kananga, pero las dificultades estaban lejos de cesar. La violación la traumatizó y le impidió obtener ingresos para sostener a su familia. Al mismo tiempo, en Kasai, Therese y su hija fueron doblemente estigmatizadas y discriminadas por haber sufrido violencia sexual, lo cual las aisló del resto de la comunidad.
“Lo que me hicieron [los hombres armados] me destruyó por completo”, comentó. “Temo por mi hija. Me pregunto si se casará y tendrá hijos porque, conforme a nuestras tradiciones, las mujeres que han sido violadas suelen ser rechazadas”.
Por fortuna, la esperanza tocó a la puerta como un programa de capacitación vocacional patrocinado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. El programa consiste en dar a sobrevivientes, como Therese, las herramientas que requieren para alcanzar la autosuficiencia e independencia financiera.
Por conducto del Instituto Nacional de Capacitación Profesional, las mujeres reciben capacitación en sectores convencionalmente masculinos, como la mecánica automotriz, la electrónica y las tecnologías de la información. El propósito es que adquieran las habilidades necesarias para sostener a sus familias, al tiempo que se cuestionan los estereotipos de género y se abre paso para que otras mujeres obtengan ingresos en esos sectores.
La organización no gubernamental Manos Femeninas para el Desarrollo en Kasai (FMMDK, por sus siglas en francés), que es dirigida por mujeres y se dedica a la promoción y defensa de sus derechos en Kasai, ayuda a identificar a las candidatas.
“Son proyectos importantísimos porque ofrecen a las sobrevivientes la oportunidad de reconstruir sus vidas”.
Además de recibir atención médica y apoyo psicosocial, al igual que otras sobrevivientes de violencia sexual, Therese aprendió mecánica automotriz y ahora sabe conducir.
“Son proyectos importantísimos porque ofrecen a las sobrevivientes de violencia sexual la oportunidad de reconstruir sus vidas y de integrarse nuevamente a la comunidad. Por su parte, las comunidades obtienen importantes beneficios de los conocimientos y las habilidades que adquieren estas mujeres”, comentó Liz Ahua, representante de ACNUR en República Democrática del Congo.
Tras casi ocho meses de capacitación, Therese es capaz de conducir un vehículo y sabe cómo desmantelar y reparar motores, neumáticos y frenos. Después de su graduación, obtuvo la licencia de conducir y pronto abrirá un negocio de mecánica automotriz junto a otras mujeres.
Desde 2020, casi 400 sobrevivientes y personas en riesgo de sufrir violencia de género en las provincias de Kasai y Kasai Central han recibido asistencia de ACNUR y de sus socios por medio de capacitaciones vocacionales en distintos sectores.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer para eliminar la violencia sexual en la región, donde este tipo de violencia forma parte de un ciclo de conflictos e inseguridad, y donde las normas sociales exigen que las víctimas paguen dotes para que la sociedad las readmita. En realidad, muchas mujeres terminan siendo expulsadas por sus familias, las cuales se rehúsan a absorber los gastos de la dote.
Entre enero y junio de 2021, ACNUR y sus socios identificaron y brindaron asesoría jurídica, atención médica y apoyo psicosocial a más de 800 sobrevivientes de violencia de género en la región de Kasai.
Además, la Agencia de la ONU para los Refugiados apoya a organizaciones locales, como FMMDK, que trabajan con las comunidades para abordar las causas de la violencia de género y romper el círculo vicioso de discriminación y pobreza que pone a las sobrevivientes en riesgo de explotación y otros abusos. La implementación de proyectos como el que ha dado un sustento a Therese requieren financiación.
Therese ha logrado recuperar el autoestima y puede ver el futuro con esperanza mientras espera empezar a trabajar en el taller que abrirá en los próximos meses con apoyo de ACNUR.
“Aprendí un oficio que me encanta. Me permitirá ser independiente y cuidar de mi familia”, comentó.
*Se cambió este nombre por motivos de protección.