La valentía del equipo de refugiados iluminó los Juegos Olímpicos en Tokio
La valentía del equipo de refugiados iluminó los Juegos Olímpicos en Tokio
Se mostró talento. Se superaron metas personales. Se derramaron lágrimas. Se forjaron amistades. Se renovó la esperanza.
Quizás no ganaron ninguna medalla en los Juegos Olímpicos en Tokio, pero la determinación del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados – que ha tenido que superar mayores obstáculos que el resto de los atletas – llenó de esperanza a quienes observaban el evento alrededor del mundo. Además, esa determinación cuestionó los prejuicios y las percepciones erróneas que se tienen con respecto a 82,4 millones de personas desplazadas por la fuerza.
“No se trata de ganar la medalla de oro, sino de llegar al corazón de las personas. Eso es lo que logró el equipo de refugiados”, dijo Yiech Pur Biel, quien ahora es representante del equipo en Tokio y quien perteneció al primer equipo de refugiados en Río de Janeiro en 2016. “Sabemos que ahora somos atletas olímpicos; olímpicos, un muy buen título”.
Conforme se acercaba la clausura de los Juegos Olímpicos de 2020, las 29 personas que integran el equipo de refugiados, las cuales provienen de once países distintos y compitieron en doce disciplinas, sintieron orgullo por haber participado en el evento deportivo de más alto nivel. Además, agradecieron el haber tenido la oportunidad de demostrar su talento y de adquirir experiencia, como lo hacen otros atletas.
“No se trata de ganar la medalla de oro, sino de llegar al corazón de las personas”.
“Ser una persona refugiada no quiere decir que no puedes hacer lo que otros hacen. Se trata solamente de una condición”, señaló Rose Nathike Lokonyen, atleta originaria de Sudán del Sur que logró su mejor marca en los 800 metros.
Estos atletas pudieron celebrar victorias individuales. Por ejemplo, además de Rose, otros tres corredores alcanzaron sus mejores marcas; entre ellos, Anjelina Nadai Lohalith (en los 1.500 metros) y Jamal Abdelmaji Eisa Mohammed (en los 5.000 metros). De manera similar, Dorian Keletela, velocista que huyó del Congo, compitió por primera vez en la carrera de 100 metros con un tiempo de 10,33 segundos, su mejor marca.
Aker Al Obaidi, luchador grecorromano, llegó a los cuartos de final en su categoría por peso; por su parte, los taekwandoistas también avanzaron en su disciplina. El domingo, Tachlowini Gabriyesos, originario de Eritrea, sumó dos minutos con catorce segundos en el maratón, lo cual lo colocó en el dieciseisavo lugar.
No obstante, además de logros, también hubo decepciones. De cualquier forma, predominó la fortaleza de las y los atletas. Los retos que enfrentaron en sus disciplinas se asemejan a aquellos que han superado a lo largo de su vida, comentó Pur. Por ejemplo, después de su caída en los primeros 200 metros de la carrera de ochocientos, el corredor James Nyang Chiengjiek se reincorporó y fue tras el grupo.
“Si caen, se levantan y terminan la carrera”, indicó Pur, quien concluyó que uno de sus papeles principales era animar a las y los atletas después de haber perdido o después de una participación decepcionante. “En el deporte, debes aceptar la derrota. Tenemos esa convicción como equipo. Aceptamos la derrota y volvemos con más fuerza. Siempre les digo: ‘Quizás hoy no fue tu día, pero ya llegará’”.
Tan solo competir en los Juegos Olímpicos constituye un gran logro para estos atletas, en parte, debido a las dificultades que han enfrentado al huir de guerras y persecuciones, al vivir en campamentos para refugiados o al adaptarse a otro país y a su cultura.
De cualquier forma, se encuentran en cierta desventaja: su condición de refugiados restringe los viajes transfronterizos, limita su ingreso a instalaciones para entrenar e impide que participen en competencias internacionales a las cuales asisten atletas de talla mundial.
“Competir en los Juegos Olímpicos es como ‘revivir’ después de más de siete años sin competencias internacionales”, comentó Cyrille Tchatchet, halterófilo originario de Camerún que ahora vive y trabaja como enfermero de salud mental en Reino Unido.
“Percibo que las cosas están cambiando para bien y que debo seguir entrenando para no perder la motivación”, indicó Cyrille, quien levantó un total de 350 kilogramos, lo cual lo colocó en la décima posición en su categoría por peso. “Competir junto a los mejores talentos del mundo ha disparado mi motivación: ahora tengo los ojos puestos en París 2024”.
Stephen Pattison, vocero de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, quien viajó junto al equipo de refugiados – el cual compitió bajo la bandera olímpica –, comentó que ninguno de ellos quiere recibir un trato especial. “Su único deseo es poder entrenar y competir como cualquier otra persona. Quieren demostrar su talento y habilidades en su máximo esplendor”, dijo.
Además de competir en su disciplina, estos atletas toman en serio su papel como representantes de las personas refugiadas y desplazadas en el mundo, las cuales pasaron de ser 65 millones en 2016 a más de 82 millones hoy en día.
Yusra Mardini, nadadora de origen sirio, agradeció el apoyo brindado por quienes la siguen en Instagram. Para ello, dijo sentirse orgullosa de representar a las poblaciones refugiadas. “Al hacer lo que amo, envío un mensaje de esperanza y muestro al mundo que las personas refugiadas no se darán por vencidas con facilidad, sino que seguirán soñando aun después de andar por caminos tormentosos”, dijo en su publicación.
“Competir en los Juegos Olímpicos es como ‘revivir’”.
Los Juegos Olímpicos hicieron énfasis en el poder que tiene el deporte como lenguaje universal que llena de esperanza. El deporte estimula la motivación de la juventud refugiada en el mundo, dijo Nick Sore, coordinador sénior de actividades deportivas para refugiados en ACNUR.
El desarraigo es particularmente duro para la niñez y la juventud pues, sin importar su edad, deben vivir en una especie de limbo durante años. Menos de la mitad de la niñez refugiada en edad escolar recibe educación formal; en consecuencia, son limitadas sus oportunidades de aprendizaje y desarrollo personal. En este contexto, los eventos deportivos ofrecen a la juventud la oportunidad de crecer y encontrar cierta normalidad en sus vidas, señaló Sore.
“El Equipo Olímpico de Refugiados ha mostrado a la juventud refugiada que puede tener oportunidades en la vida que quizás parezcan impensables (sobre todo en comparación con otras personas jóvenes en el mundo); asimismo, el equipo ha dejado claro que la juventud refugiada puede alcanzar sus sueños por medio del deporte”, comentó.
Pur dijo que imagina que la llama de la esperanza se encendió en la juventud refugiada que él conoce no solo en el campamento de refugiados de Kakuma, en Kenia, sitio en el que creció después de haber huido de los conflictos en Sudán del Sur, sino en otros campamentos que ha visitado como Embajador de Buena Voluntad de ACNUR.
“La gente joven en mi país también siente motivación porque saben que se trata de nuestro talento”, comentó. “Se trata del trabajo duro que realizamos, lo cual implica aprovechar las oportunidades que se presentan”.
Pur ha sido testigo de la manera en que los deportes alimentan la autoconfianza. Tras años de dedicarse al fútbol, se convirtió en corredor y descubrió no solo que tiene un don, sino que el deporte le ayudó a convertirse en una persona disciplinada y a desarrollar un sentido de realización.
“Muchas personas refugiadas son socavadas y, por ello, sienten vergüenza”, dijo Pur, quien es también integrante de la Fundación del Refugio Olímpico. “No hay motivo para sentirse así”.
El Equipo Olímpico de Atletas Refugiados, creado por el Comité Olímpico Internacional con apoyo de ACNUR, ha llenado de esperanza a la juventud con talento que se encuentra varada en el limbo por motivos ajenos a ella. En vista de que han huido de la guerra y la persecución en sus países, participar en representación de estos no suele ser una opción. Además, por tratarse de un proceso que puede tardar años, muchas de las personas que han solicitado asilo en otras naciones no se han naturalizado.
Cyrille, un halterófilo, mencionó que haber sido seleccionado como uno de los seis atletas que llevarían la bandera olímpica al entrar al estadio durante la ceremonia de apertura fue un acto memorable y esperanzador que le sugiere que el mundo es cada vez más consciente de la situación de las personas refugiadas. “Me llena de alegría, y envía un mensaje de esperanza y solidaridad hacia las personas refugiadas”, dijo.
“Enviarán el mismo mensaje de esperanza, resiliencia y mejora del futuro de las personas refugiadas”.
Pur sintió que, cerca de la Villa Olímpica, en comparación con los Juegos de 2016 (cuando el equipo tuvo solo diez integrantes), ahora son más las personas que tienen conocimiento del equipo de refugiados. Además, le sorprendió gratamente que, además de chapati, un pan delgado muy común en Kenia, sirvieron una amplia gama de platillos internacionales en el comedor.
Como parte del equipo creado por el Comité Paralímpico Internacional, otros seis atletas competirán del 24 de agosto al 5 de septiembre en cuatro disciplinas en los Juegos Paralímpicos de Tokio.
Pur no podrá acompañar a este equipo; aun así, les hizo llegar un mensaje: “Su determinación es el punto medular; poco importan su discapacidad o su lugar de origen. Se trata del futuro que construirán para las generaciones más jóvenes”.
Comentó que animará a los atletas paralímpicos porque forman parte del equipo. Asimismo, dijo que tiene la certeza de que “enviarán el mismo mensaje de esperanza, resiliencia y mejora del futuro de las personas refugiadas”.