Dos hermanos nicaragüenses comienzan de nuevo en Belice
Dos hermanos nicaragüenses comienzan de nuevo en Belice
Es un día luminoso y soleado, y los hermanos Tony* y Christian* están jugando al fútbol en un estadio de Ciudad de Belice, la antigua capital de la pequeña nación centroamericana en el Caribe a la que llaman hogar desde hace casi cuatro años.
Pero a pesar del entorno campestre, basta con el más banal de los ruidos – el chasquido del escape de una motocicleta – para que regrese la sensación de miedo que los impulsó a huir de su natal Nicaragua allá por 2018.
“Hubo un tiroteo frente a nuestra escuela”, recuerda Christian. “Me dispararon dos veces. Casi pierdo la vida”.
Tony y Christian eran estudiantes universitarios cuando estallaron las protestas masivas en todo el país en 2018. La represión de las manifestaciones dejó decenas de personas muertas y miles heridas, y posteriormente más de 108.000 nicaragüenses se vieron obligados a huir de su país.
En aquel momento, Christian tenía 19 años y estaba en su primer semestre en una universidad de El Rama, y Tony tenía 24 años y le quedaba un semestre para obtener su título de licenciado en Tecnología de la Información.
Pero como los estudiantes tuvieron un rol destacado en las protestas antigubernamentales, las fuerzas de seguridad nicaragüenses los veían con recelo. A raíz de las manifestaciones, Christian y Tony se encontraron con que grupos armados los detenían y registraban repetidamente cuando se dirigían al campus. Tenían amigos que habían muerto en las protestas, y empezaron a temer por sus vidas.
Sus temores resultaron más que fundados cuando Christian fue alcanzado por disparos al estallar grandes protestas cerca del centro educativo, cuando regresaba a casa. Tan pronto Christian se recuperó lo suficiente como para viajar, los hermanos huyeron por tierra a Belice.
“No queremos volver”, comenta Tony, moviendo la cabeza con tristeza al recordar el miedo que se apoderó de ambos en aquel momento.
Belice tiene un historial de acogida de refugiados en el país. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios trabajan para facilitar soluciones duraderas a más de 2.500 refugiados y solicitantes de asilo que han tratado de rehacer sus vidas lejos de la violencia y la persecución.
Desde que llegaron a Ciudad de Belice, Tony y Christian han encontrado paz al vivir en una ciudad que les recuerda a la costa de Nicaragua. “Nos encanta Ciudad de Belice”, expresa Christian. “El mar nos recuerda a nuestro hogar”.
Tony y Christian han hecho amigos locales, uno de los cuales está enseñando a Christian los dos idiomas que se hablan en Belice, el criollo y el inglés, a cambio de clases de español.
Cuando no están ocupados aprendiendo idiomas o jugando fútbol, Tony y Christian se mantienen ocupados con las tareas de la casa mientras esperan que se les reconozca como refugiados y se les dé la documentación que necesitan para trabajar, estudiar y reconstruir las vidas que quedaron en suspenso durante los últimos años.
“Es difícil encontrar un trabajo porque todos piden la tarjeta de seguridad social. Y nosotros no podemos conseguirla como solicitantes de asilo, así que es complicado para nosotros”, señala Christian.
Mientras esperan que se les reconozca la condición de refugiados, los solicitantes de asilo como Christian y Tony no tienen más opción que recurrir a trabajos informales como la agricultura, tareas domésticas o la venta ambulante de alimentos u otros artículos para salir adelante. La pandemia mundial de coronavirus ha complicado aún más su situación. Desde el comienzo de la pandemia de COVID-19, miles de personas refugiadas y beliceñas han perdido sus medios de vida. ACNUR está apoyando a estas familias en necesidad que han sido desplazadas a la fuerza con alimentos, apoyo a la vivienda y cubriendo los gastos médicos. ACNUR también proporciona apoyo al personal de salud y a las clínicas locales, ayudando a reforzar la respuesta de Belice a la pandemia de coronavirus.
A pesar de sus dificultades diarias para llegar a fin de mes, estos hermanos, que ahora tienen 26 y 22 años, sueñan con un futuro brillante en el país de acogida.
“Me gusta mucho Belice porque he encontrado personas amables y generosas que nos rodean”, comparte Tony. “Estoy agradecido por haber sido acogido como un miembro más de su sociedad”.