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El aumento de restricciones afecta a los negocios dirigidos por mujeres en Afganistán

Historias

El aumento de restricciones afecta a los negocios dirigidos por mujeres en Afganistán

El futuro de un centro que transformó la capacidad de las mujeres para mantenerse a sí mismas y a sus familias sigue siendo incierto.
27 Marzo 2023 Disponible también en:
Women run business centre dealt blow as restrictions on women's activities deepen in Afghanistan
Shahrbanoo y Motahera gestionan una mercería en el Centro Empresarial de la Mujer. Sus beneficios han descendido un 30 por ciento desde que una prohibición impuesta a las trabajadoras de las ONG cerró las clases y las actividades del centro.

Hace solo unos meses, un nuevo y reluciente centro de negocios para mujeres que apoyaba a las comerciantes e impartía cursos de inglés, informática y capacitación profesional para mujeres, rebosaba de gente. Hoy, los pisos superiores, donde se impartían los cursos, junto con una guardería, salas de atención psicosocial, oficinas y una zona permanente de venta de artesanía, están en silencio.

“Solía haber mucho, mucho movimiento aquí”, cuenta Sahar*, refugiada retornada y madre de dos hijos, quien gestiona una tienda de ropa en la planta baja. Es uno de los 35 negocios dirigidos por mujeres que actualmente operan sin pagar alquiler en el centro. “Desde que se prohibió que las mujeres trabajaran para organizaciones no gubernamentales, la segunda planta está cerrada. Hemos perdido muchos clientes”.

“Había muchos estudiantes que iban y venían por aquí, y se pasaban por las tiendas; corrían la voz sobre los comercios de aquí y nos ayudaban a comercializar el lugar. Ahora, mis ingresos se han reducido mucho, yo diría que alrededor del 50 por ciento”, comenta.

“Nos convertimos en empresarias”.

El centro se inauguró en junio de 2022 como un proyecto piloto solicitado por la comunidad y apoyado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, con su socio afgano, Women Activities and Social Services Association (WASSA), para ofrecer oportunidades de medios de vida a las mujeres del distrito de Guzara, en el oeste de Afganistán, a unos 12 kilómetros al sur de la ciudad de Herat. 

La zona, adyacente a campos y casas de adobe, cuenta con un elevado número de personas refugiadas retornadas y afganas desplazadas. ACNUR la designó Área Prioritaria de Retorno y Reintegración (PARR, por sus siglas en inglés), que apoya iniciativas para mejorar el acceso a servicios esenciales y desarrollar infraestructuras clave en esas zonas. 

Pero, tras la apertura del centro, las autoridades de facto de Kabul introdujeron gradualmente más regulaciones dirigidas a mujeres y niñas. Además de prohibirles el acceso a la escuela secundaria y a las clases privadas, se establecieron decretos que impedían a las mujeres recorrer largas distancias en transporte público sin un familiar varón o un mahram (tutor) y les prohibían el acceso a parques y gimnasios. A finales de diciembre, un nuevo decreto prohibió a las mujeres trabajar para organizaciones no gubernamentales, lo que obligó a cerrar las clases y actividades del centro, todas ellas dirigidas por trabajadoras de ONG.

“Poder dirigir esta tienda fue una oportunidad de oro para mí”, señala Motahera, madre de dos hijos, quien gestiona una mercería en el Centro Empresarial de la Mujer junto con su pariente, Shahrbanoo. “Fui muy afortunada de poder trabajar y tener este apoyo de ACNUR”.

“Sinceramente, puedo decir que nos cambió la personalidad y nos devolvió la autoestima. Ya no éramos solo mujeres que se quedaban en casa, nos convertimos en empresarias”.

Las mujeres, ambas exrefugiadas, invirtieron todas sus ganancias en la tienda, comprando nuevas mercancías para mantener satisfechos a los clientes. Motahera había soñado con comprarse una casa. “Cuando cesaron las actividades en la segunda planta, perdimos muchos clientes. Nuestros beneficios bajaron un 30 por ciento. Fue un verdadero shock para nosotras, y lloré mucho. Me preocupaba que nuestros negocios también tuvieran que cerrar”.

“Hay muchos rumores. Creo que ahora todo es posible; simplemente no lo sabemos y no podemos predecir el futuro”, afirma.

Las comerciantes no son las únicas que sufren las consecuencias económicas de las restricciones impuestas a las mujeres. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó recientemente que el empleo femenino en Afganistán se ha reducido en una cuarta parte desde que las autoridades de facto tomaron el poder en 2021, señalando que el autoempleo a domicilio se ha convertido en la principal forma de participación de las mujeres en el mercado laboral. La agencia también estimó que el PIB de Afganistán se ha contraído entre un 30 y un 35 por ciento en los últimos dos años.

“Ahora las puertas están cerradas para nosotras”.

Una docena de exalumnas de inglés e informática del centro de Herat describieron que se sintieron desoladas cuando las clases dejaron de impartirse de la noche a la mañana. “Tras la prohibición de que las chicas estudiaran más allá del sexto grado, éste era el único lugar al que podíamos venir a aprender. También podíamos hacer nuevas amistades y relacionarnos. Era un lugar estupendo”, afirma Nargis, de 20 años.

“Cuando cerró, solo podíamos permanecer en casa y estábamos muy deprimidas. Yo me quedaba en mi habitación y no salía”, recuerda Raziea, otra estudiante.

“Las actividades del centro nos abrieron una nueva ventana”, señala Latifa, de 21 años. “Nos dio nuevas esperanzas a todas. Ahora las puertas están cerradas para nosotras”.

ACNUR y su socio WASSA tienen previsto distribuir tabletas a las estudiantes y llevar a cabo clases en línea, aunque la escasa conectividad a internet y los costos pueden disuadir a muchas.

Hayatullah Jawed, Asistente Superior de Protección de ACNUR en Herat, quien ha trabajado en el proyecto, afirma que el centro ha tenido un impacto transformador. “Cambió totalmente la visión de la comunidad; recibimos muy buenos comentarios de las personas. Fue un nuevo capítulo en sus vidas y les dio nuevas esperanzas”.

“Antes, oíamos que muchas pensaban marcharse y regresar a Irán, ya que aquí no tenían esperanzas; pero tras la apertura del centro, tenían confianza y sentían que podían desempeñar un papel positivo en el desarrollo de su país”, afirmó.

Las mujeres intentan mantener la esperanza, pero algunas estudiantes dijeron que sus familias se planteaban abandonar Afganistán si las cosas no cambiaban pronto. Nargis, quien asistió a un curso de reparación de teléfonos móviles, afirma que no renunciará a su determinación de volver a estudiar.

“Nadie puede retener una luna detrás de las nubes”, asegura. “Reaparecerá. Se trata de algo temporal, no eterno. Debemos mantener la esperanza en el futuro y ser fuertes”.

*Nombre cambiado