En México, la naturalización permite que las personas refugiadas se sientan como en casa
En México, la naturalización permite que las personas refugiadas se sientan como en casa
Andrea, de 29 años, aún recuerda claramente la noche en que tocó la puerta de un albergue en la Ciudad de México hace seis años, tras huir de Venezuela debido al deterioro de la situación socioeconómica y humanitaria en el país. Llevaba consigo una mochila pequeña en la que transportaba “su vida entera”.
“Ese momento es el que más me ha marcado porque, en tan solo cinco minutos, vi toda mi vida pasar frente a mis ojos”, compartió.
Al mismo tiempo, Johan, de 35 años, sufría acoso y recibía amenazas constantemente de las bandas delictivas en su ciudad natal en Honduras. Las bandas trataron de reclutarlo por la fuerza desde que era niño; y, aun siendo adulto, la intimidación nunca cesó. Johan trabajaba como conductor en un restaurante de comida china. Recorrer la ciudad para entregar suministros en distintas sucursales era prácticamente imposible. Sin importar a dónde fuera, debía pagar a las bandas para que le permitieran el paso: “Le pagas impuestos al gobierno y también debes pagarle a las pandillas, supuestamente para protegerte”, explicó.
Un día, hace poco más de cinco años, Johan se quedó sin dinero para pagarles a las bandas; y estas le dispararon. Aunque estaba herido, se dio cuenta de que no tenía más opción que huir esa misma noche. “Mi vida corría peligro por las pandillas. Honestamente, si no pagas, te matan. Así de sencillo”.
Johan se unió a un grupo de personas solicitantes de asilo y migrantes que partieron desde Honduras en dirección al hemisferio norte. Tras un día de viaje, se separó del grupo y continuó por su cuenta. Cuando llegó a la Ciudad de México, vivió en un albergue durante tres meses, hasta que encontró un empleo y un lugar para alquilar. Inicialmente quería llegar a Estados Unidos, pero decidió permanecer en México y solicitar asilo en ese país.
Soluciones a largo plazo para las personas refugiadas
En años recientes, México se ha convertido en un país de destino para personas que necesitan protección internacional. De hecho, en 2023 recibió 140.000 solicitudes de asilo, lo que lo convierte en uno de los cinco países que recibe el mayor número de solicitudes de este tipo en todo el mundo.
En México, las personas extranjeras – incluidas las refugiadas – pueden solicitar la nacionalidad tras cinco años de residencia; quienes provienen de otros países de Latinoamérica pueden hacerlo luego de solo dos años. Gozar de la ciudadanía garantiza el acceso a documentos de identidad y el derecho al voto; permite viajar a otros países; y se traduce en un sentimiento de pertenencia y de arraigo.
La legislación encarna el espíritu de protección y soluciones a largo plazo que versan en la Declaración de Cartagena de 1984, que celebra cuarenta años en 2024.
- Ver también: Tras misión de alto nivel, ACNUR reconoce la respuesta de Centroamérica y México al desplazamiento
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, colabora estrechamente con las autoridades mexicanas para que las personas refugiadas puedan obtener la ciudadanía. En 2022 y 2023, por ejemplo, ACNUR y sus socios apoyaron a casi 800 personas refugiadas en el proceso de naturalización, incluidos Andrea y Johan.
“Ese día lloré de la emoción”, confesó Andrea mientras contaba qué sintió cuando le dijeron que podía solicitar la naturalización. “Mi sueño era ser mexicana, y ¡lo pude cumplir! Era el último paso que debía dar para tener una vida estable aquí en México”.
En ese momento, Andrea vivía en Aguascalientes, un estado en el centro de México, y trabajaba en el área de telemarketing de una empresa multinacional de bebidas. En México logró concluir sus estudios universitarios gracias a una beca que obtuvo con apoyo de ACNUR. Además, la naturalización le permitió acceder, finalmente, a servicios bancarios como préstamos y tarjetas de crédito.
Andrea dedica su tiempo libre a dos de sus pasiones: ser una influencer que promueve negocios de comida locales en redes sociales, y colaborar con un refugio de animales para encontrar un hogar para los perros abandonados; de hecho, ella misma ha adoptado a tres. “Me llena de satisfacción porque, de cierta forma, ellos también son refugiados”, expresó. “Yo no quiero que los cachorritos pasen por lo que yo pasé. Esa es mi manera de retribuir”.
“Mi sueño era ser mexicana, y ¡lo pude cumplir!".
Johan, por su parte, encontró un empleo estable en una tienda departamental en la Ciudad de México. “Lloré de pura felicidad”, recuerda sobre el día en que recibió los documentos que acreditan su naturalización. “En México siempre dicen que ‘los mexicanos nacen donde les da la regalada gana’. Me siento orgulloso de ser mexicano; pero, claro, nadie puede quitarme mis raíces”.
Tras recibir los documentos, Johan logró terminar sus estudios de bachillerato, lo cual le permitirá acceder a mejores oportunidades laborales e, incluso, empezar una licenciatura en ingeniería civil. A Johan le encanta el fútbol, una pasión que comparte con sus amistades que ha forjado en el trabajo; de hecho, se ha convertido en seguidor del Club América, un famoso equipo de fútbol en México.
Es probable que los caminos de Johan y de Andrea no se crucen nunca; sin embargo, sus historias están conectadas, ahora por un sueño compartido: comprar una casa en el país que ahora llaman hogar.
"Me siento orgulloso de ser mexicano".