“Estamos cambiando el mundo del suministro en el trabajo humanitario tal y como lo conocemos”
“Estamos cambiando el mundo del suministro en el trabajo humanitario tal y como lo conocemos”
Desde el principio de su carrera, comprendió que el suministro de esa asistencia no debía tener un precio para el medio ambiente. Habló con Kristy Siegfried, editora del sitio global, sobre el trabajo vital que él y su equipo han realizado para reducir la huella de carbono de ACNUR y hacer más sostenible su cadena de suministro.
¿Qué te atrajo de este tipo de trabajo?
Nací en Ruanda, y Ruanda es un país muy bonito. Siempre hay buen clima, es muy verde, y crecí imaginando que el mundo era así. Luego hubo un genocidio y una guerra en 1994, y las cosas cambiaron.
Mi primer contacto con ACNUR fue mientras fui desplazado, y recuerdo que cuando terminó la guerra vino un gran convoy de camiones blancos a llevarnos de vuelta a casa desde donde habíamos huido. Le dije a mi familia que quería conducir un vehículo grande todoterreno y distribuir suministros, como lo hacían la ONU y otras ONG. Tuve suerte y encontré trabajo en Servicios Católicos de Socorro (CRS, por sus siglas en inglés). Mi trabajo consistía en distribuir alimentos a las personas desplazadas internas y gestionar la logística.
Más tarde, después de estudiar cinco años en Australia, me fui a África Occidental para CRS. Estuve en la región del Sahel, donde los árboles eran escasos y poco frecuentes, donde el paisaje era muy seco y árido, donde llovía una vez al año durante un par de meses. Aquello me mostró realmente cómo el clima está poniendo las cosas muy difíciles a la población: el desierto del Sahara se desplaza hacia el sur y aumenta considerablemente, haciendo que la vida y los medios de vida sean cada año más frágiles.
En los viajes por el Sahel con mi familia empezamos a ver árboles y arbustos con bolsas de plástico negras colgando de ellos. Mis hijos los llamaban pájaros de bolsas de plástico porque desde lejos parecían pájaros. Y eso despertó mi imaginación sobre cómo la actividad [humana] puede causar problemas medioambientales.
Al mismo tiempo, empezamos a estudiar cómo mejorar los empaques [de la ayuda]. Dábamos aceite en bidones y comida en bolsas, y meses después... ibas al pueblo y te encontrabas todos esos bidones tirados por el pueblo. Para mí, no bastaba con decir que necesitaban lo que hubiera en la bolsa o en el bidón. Fue entonces cuando empecé a trabajar para mejorar la forma de ofrecer asistencia humanitaria sostenible a las personas.
¿Cuáles son algunas de las repercusiones medioambientales de los artículos básicos de ayuda que distribuye ACNUR?
En ACNUR compramos mucho plástico: las mantas son de plástico, las lonas son de plástico, las colchonetas son de plástico. El embalaje en el que entregamos esos artículos está hecho de plástico, lo que puede dejar residuos.
Enviamos [artículos] a todo el mundo, a veces a lugares remotos que no disponen de instalaciones de gestión de residuos. Incluso los vehículos que tenemos – y tenemos la mayor flota de la ONU – contribuyen a aumentar las emisiones de CO2.
¿Qué estamos haciendo para intentar reducir ese impacto?
Analizamos lo que compramos y dónde es probable que produzcamos las mayores emisiones, y descubrimos que nuestra actividad de suministro representa aproximadamente el 60 por ciento de las emisiones totales de carbono de ACNUR. Además, identificamos 10 productos que realmente aportan la mayor parte de esa contaminación. Hacia ahí se dirige nuestra acción climática inmediata.
La estrategia de sostenibilidad pretende reducir la huella de carbono de los productos que compramos, así como la del transporte y el almacenamiento, en un 20 por ciento para 2025. Y eso es solo el principio para nosotros.
Una parte de la estrategia es el rediseño completo de nuestros IRC, empezando por seis artículos: mantas, colchonetas, bidones, cubetas, lámparas solares y kits de cocina.
Lo primero que hemos hecho es fabricarlos en la medida de lo posible con materiales reciclados. En segundo lugar, hemos eliminado todos los plásticos de un solo uso de los envases y los hemos sustituido por material biodegradable o artículos más duraderos, como papel de estraza, o envases duraderos que realmente se pueden reutilizar.
Además, nos fijamos en la durabilidad, la reparabilidad y la forma de reutilizar o desechar un artículo al final de su vida útil de manera que se minimice su impacto ambiental.
Muchas de nuestras emisiones de carbono proceden del transporte internacional, por lo que también estudiamos cómo diversificar nuestro abastecimiento. Puedes comprar un producto que sea sostenible cuando sale de la fábrica, pero si compras una manta en China y la transportas a Panamá, donde tenemos un gran almacén, y luego a Venezuela para su distribución, esa manta ha viajado mucho y ha consumido mucho combustible. Si puedes comprar la manta, por ejemplo, en Brasil o México, puede que tenga menos contenido reciclado, pero como no ha viajado tanto, acabará siendo más sostenible y estará ayudando a la industria local.
¿Cómo se convence a los proveedores para que adopten materiales y métodos de producción más sostenibles?
Simplemente les decimos que lo incluimos ahora en nuestros mecanismos de evaluación, y que vendremos a comprobarlo. Todos entienden que ahora el negocio es diferente. Y, en muchos casos, los fabricantes han hecho cambios hacia productos más sostenibles más rápido que la industria humanitaria, por razones comerciales.
No solo examinamos los materiales [que utilizan], sino también el proceso de fabricación: ¿cuánta electricidad y qué fuente de energía utilizan? ¿Cuánta agua se utiliza para calentar, enfriar o lavar? ¿Cuántos aditivos, como colorantes o productos de limpieza, se utilizan?
Reconocemos que algunos de estos cambios no se producen de la noche a la mañana. En parte, se trata de cambiar primero el comportamiento, cambiar la forma de pensar e imaginar el uso de un artículo más allá de su estado “como nuevo”.
¿Cómo beneficia este trabajo a las personas refugiadas?
Lo que es bueno para nuestro planeta también lo es para las personas: todo está interconectado y debemos tener en cuenta el impacto de cualquier acción humanitaria en las generaciones futuras.
También hay grandes oportunidades para las personas refugiadas y las comunidades de acogida. Tomemos, por ejemplo, las linternas solares. Estamos trabajando con proveedores para comprobar si pueden instalar pequeños talleres de reparación y emitir piezas de repuesto para las linternas que distribuimos, de modo que los refugiados puedan instalarse y repararlas. También estamos trabajando con personas que están creando pequeñas plantas artesanales de reciclaje para que, cuando distribuyamos en un lugar, puedan recoger el plástico y reciclarlo, por ejemplo, en láminas para techos.
¿Cómo colaboran con otros organismos humanitarios para garantizar que todo esto forme parte de un esfuerzo más amplio?
Estamos colaborando y comprometiéndonos con varias agencias de la ONU y ONG. Algunas de ellas están muy avanzadas en muchos aspectos, otras apenas están empezando a pensar en ello.
Con nuestros resultados, podemos demostrar lo fácil que es – si te enfocas en ello, si le prestas atención – y podemos liderar al resto de la industria en la reducción de nuestra huella de carbono.
De un 20 por ciento [de reducción de emisiones] para 2025, que ya estamos alcanzando, ahora estoy presionando para conseguir un 30 por ciento para 2030, no solo por parte de ACNUR, sino de todos los actores humanitarios.
¿Hasta dónde hemos llegado en cuanto a hacer más sostenible nuestra cadena de suministro? ¿Cuáles son los próximos pasos?
Estamos cambiando el mundo del suministro en el trabajo humanitario tal y como lo conocemos. De no hablar nadie de ello, se ha convertido en el mayor foco de atención de nuestro trabajo de suministro.
Hemos cambiado los cinco elementos más contaminantes de ACNUR sin aumentar nuestros gastos. Hemos reducido nuestros gastos globales y los reduciremos aún más. La prueba de concepto ya está ahí.
Realmente estamos yendo más allá de las adquisiciones, más allá de nuestro ámbito habitual de trabajo profesional. Ahora vamos más allá: con las personas refugiadas, con otros actores humanitarios, con nuestros colegas, con los proveedores. Nos adentramos en la gestión de residuos, en los entornos más remotos e insuficientemente atendidos.
Como esto va más allá de lo habitual, necesitamos la colaboración entre divisiones, equipos y regiones.