Los retornos forzados desde Pakistán agravan la crisis humanitaria de Afganistán
Los retornos forzados desde Pakistán agravan la crisis humanitaria de Afganistán
Él y su familia, que incluye un bebé, empacaron apresuradamente lo que pudieron durante la noche y partieron hacia la frontera con Afganistán a la mañana siguiente. Era justo un día antes de la fecha límite del 1 de noviembre fijada por el gobierno de Pakistán para que más de un millón de extranjeros sin documentación regresaran a sus países. Una vez vencido el plazo, se aplicarían medidas de control de migración.
Refugiados como Abdul estaban oficialmente exentos del plan de repatriación del gobierno, anunciado el 3 de octubre, pero ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y otras agencias de la ONU, han recibido informes de que personas registradas como refugiadas y otros afganos con documentos legales también se enfrentan a presiones de las autoridades policiales para que abandonen Pakistán.
Abdul había escuchado informes similares de líderes comunitarios afganos en Karachi. “Era mejor irnos que ser capturados y detenidos por la policía”, afirma. “En 24 horas, nuestras vidas cambiaron”.
En total, más de 350.000 personas han regresado a Afganistán desde el anuncio, y el número que llega a las fronteras exhausto y en necesidad de asistencia de emergencia sigue creciendo.
Empezar desde cero
Pakistán acoge a 1,3 millones de personas refugiadas afganas registradas, mientras que otras 840.000 poseen tarjetas de ciudadanía que les otorgan cierta protección. Se calcula que otros 1,5 millones de afganos viven en Pakistán sin documentación alguna, incluidos unos 600.000 que llegaron al país tras la toma de Afganistán por las autoridades de facto en agosto de 2021.
Días después de llegar a Afganistán, Abdul sigue aturdido por la repentina partida de su familia. En un centro de ACNUR en Samarkhel, en la provincia nororiental de Nangarhar, han recibido orientación sobre protección y se les ha brindado asistencia, incluido una ayuda en efectivo para el retorno, vacunas y revisiones médicas. Pero Abdul sigue preocupado por su futuro. Como muchos de quienes llegan, es la primera vez que está en Afganistán. Nació en Pakistán, donde trabajaba como vendedor de telas en un mercado local.
“Soy el hijo mayor y el responsable de la familia. Encontrar trabajo es nuestra principal preocupación”, explica. “Mi padre se fue como refugiado a Pakistán y empezó desde cero, al igual que lo estamos haciendo nosotros ahora”.
El personal de ACNUR y sus socios humanitarios se esfuerzan por supervisar y prestar asistencia a la afluencia a gran escala de personas afganas retornadas que llegan a los dos pasos fronterizos oficiales con Pakistán: Torkham, en la provincia de Nangarhar, y Spin Boldak, en la provincia de Kandahar. Se trata de una tarea de enormes proporciones que se suma a la crisis humanitaria que sufre Afganistán y que afecta a más de dos tercios de la población.
En el puesto fronterizo de Spin Boldak, Assadullah, padre de ocho hijos, acaba de llegar de Pakistán en un camión pintado de colores cargado de artículos domésticos. Abandonó Afganistán a los ocho años, tras la invasión soviética de 1979, y pasó 44 años en Quetta, Pakistán. A pesar de sus muchos años ahí, sintió que no tenía otra opción que irse.
“Mi padre se fue como refugiado a Pakistán y empezó desde cero, al igual que lo estamos haciendo nosotros ahora”.
“Hace poco sentimos mucho acoso. Registraban nuestras casas, nos detenían por la calle, nos quitaban el dinero y no aceptaban nuestras credenciales de refugiados. Pensábamos que las cosas mejorarían, pero empeoraron cada día”.
Las restricciones impuestas por el Gobierno de Pakistán hacen que los retornados no puedan traer consigo más de 50.000 rupias (173 dólares USD) en efectivo. Al igual que Abdul, a Assadullah le preocupa volver a empezar en Afganistán. “No tenemos casa, ni trabajo, ni nada. Pero al menos hay paz y nadie nos acosa”.
Necesidades humanitarias en competencia
En los últimos años, el número de refugiados afganos que optan por regresar a casa a través del programa de repatriación voluntaria de ACNUR ha sido relativamente bajo: 6.424 en 2022. Este año, más personas se han puesto en contacto con ACNUR para solicitar el retorno, y el número aumentó drásticamente en octubre, tras el anuncio de Pakistán de la fecha límite para el retorno, hasta alcanzar 24.000 a mediados de noviembre. El programa de ACNUR ofrece apoyo a los refugiados que regresan, incluida asistencia para su protección y ayuda en efectivo.
Muchas personas recién llegadas, como Obaidullah, padre de 12 hijos, se alojan actualmente con familiares en Jalalabad y otros lugares hasta que encuentren vivienda y trabajo.
“Tengo una familia numerosa y me preocupa cómo voy a mantenerlos, cómo vamos a encontrar un lugar adecuado para vivir. Me cuesta encontrar trabajo diario”.
Su hijo mayor, Imran, está intentando conseguir un pasaporte para encontrar trabajo y ayudar a mantener a la familia. Mientras tanto, su hija Kainat, de 18 años, quien habla inglés, está desolada por el traslado. “Estudié en Pakistán y mi sueño era ser médica. Esta oportunidad se me cierra en Afganistán”, asegura.
Se prevé que el abrupto regreso de cientos de miles de afganos justo antes de la llegada del invierno empeore la ya grave crisis humanitaria del país, con una mayor competencia por los escasos recursos, como vivienda, servicios de salud y puestos de trabajo. Al mismo tiempo, las agencias humanitarias están luchando con importantes déficits de financiación, así como tratando de responder a los devastadores terremotos en la provincia occidental de Herat en octubre.
“Las llegadas masivas no podían producirse en peor momento”, comenta Leonard Zulu, Representante de ACNUR en Afganistán. "Nos enfrentamos a muchas necesidades humanitarias en competencia y ahora a un gran número de llegadas, muchas de ellas sin apoyo familiar ni mecanismos para hacer frente a la situación. Esto hace que sea un invierno muy sombrío y un tiempo difícil por delante”.
Las autoridades de facto y los afganos de a pie también se están movilizando para apoyar a las personas recién llegadas, proporcionándoles tiendas de campaña, ayuda en efectivo para las familias, ayuda con el transporte, alimentos y otros artículos, pero los retos que tienen por delante son enormes.
"Pensábamos que las cosas mejorarían, pero empeoraron cada día”.